¿Un profesor sabio o un radical peligroso? Demócratas y republicanos luchan por rentabilizar la candidatura a vicepresidente de Tim Walz
Harris espera que las raíces rurales de su número dos atraigan a votantes de la América rural. Trump confía en que describirlo como un izquierdista fanático le permita recuperar la iniciativa electoral
Cuando se tiene delante una página en blanco, se puede rellenar con cualquier cosa. Con un poema, una obra de arte o un borrón. En política, el nuevo número dos de la vicepresidenta Kamala Harris en la candidatura demócrata en las elecciones de Estados Unidos, el gobernador de Minnesota, Tim Walz, es una página en blanco: un perfecto desconocido para un 71% de los votantes. Las campañas de los dos partidos se han lanzado de inmediato al ataque para rellenar ese blanco: los demócratas, para presentarlo como un antiguo profesor, un hombre normal y corriente lleno de sentido común; los republicanos perciben una oportunidad para, dibujándolo como un radical peligroso, recuperar la iniciativa perdida con la entrada de Harris en la carrera.
Los candidatos demócratas se lanzaban este miércoles a sus primeros mítines en el Medio Oeste, la América rural de la que proviene Walz, en Eau Claire (Wisconsin) y Detroit (Míchigan). Era el primer examen para comprobar si las raíces tradicionales, el historial como veterano y la personalidad socarrona del gobernador atraen a los votantes como espera su campaña. En especial, entre los varones blancos no urbanos que se inclinan en masa por el republicano Donald Trump.
En ambas citas la pareja electoral recibió una respuesta entusiasta de un público de más de diez mil personas. Los dos sacaron a relucir esas credenciales, como había ocurrido en su mitin de presentación en Filadelfia la noche del martes. Ambos recordaron que Walz representó como congresista durante 12 años a un distrito de Minnesota que hasta entonces había votado fielmente republicano.
Al tiempo que la vicepresidenta y su número dos comenzaban su viaje, también hablaba en Eau Claire el aspirante a vicepresidente republicano, J. D. Vance, que el martes acusó en Filadelfia a la vicepresidenta de “hincar la rodilla” ante el ala progresista demócrata al elegir a Walz y este miércoles ponía en duda el historial militar de su rival. Por su parte, Trump llamaba a su cadena de televisión favorita, Fox News, para declararse “encantado” de que Harris hubiera elegido al gobernador y arremeter contra el antiguo profesor de instituto con los argumentos que repite su campaña urbi et orbe: que Harris ha cometido un error con esta “chocante selección” de un progresista radical que solo es “una versión de ella misma un poco más inteligente”. Son, agregaba en su red social, “la pareja electoral más radical de la historia”.
Desde la fumata blanca sobre el candidato demócrata a la vicepresidencia el martes, los republicanos se han abalanzado a criticar lo que describen como una fijación del gobernador de Minnesota con los derechos de los menores transexuales: durante su mandato, ese Estado se ha declarado un refugio para los transexuales. También le reprochan que el Estado emita permisos de conducir a inmigrantes ilegales. O la tardanza en enviar a la Guardia Nacional durante los graves disturbios en la ciudad de Minneapolis tras la muerte de George Floyd, un ciudadano afroamericano, a manos de agentes de policía blancos en 2020. Aunque este último ataque parece haber quedado neutralizado con la publicación de una grabación de entonces en la que Trump, en una llamada telefónica con gobernadores, alaba la gestión de Walz en ese episodio.
Error no forzado
Con ello, tratan de definir a Walz como el primer gran error no forzado de la campaña de Harris y un anticipo de lo que puede ser su programa de gobierno. “Es el equipo de Dos Tontos Muy Tontos”, declara al digital político NOTUS el número tres republicano en la Cámara de Representantes, Tom Emmet, él también de Minnesota. “Él es totalmente incompetente. Bajo su liderazgo, los impuestos se han disparado, la delincuencia violenta en Minnesota bate récords y las familias residentes están mucho peor que antes de que llegara. Esto es consistente con Kamala Harris”.
Walz no había figurado en las quinielas iniciales demócratas para la vicepresidencia. A sus 60 años, no tenía ambiciones de llegar a más y se consideraba de salida en su carrera política. Pero su descripción de la campaña rival —”son raros”— en una entrevista televisada se hizo viral entre las filas del partido y le colocó en el radar. Un examen minucioso del equipo encargado de investigar a los aspirantes lo dejó el viernes pasado en la terna final, junto al senador de Arizona y antiguo astronauta Mark Kelly y el último finalista, el carismático gobernador de Pensilvania, Josh Shapiro, de 51 años, una de las grandes estrellas demócratas en ascenso.
Los tres, concluían los informes, podían ayudar a ganar a Harris. Kelly venía avalado por los donantes; Shapiro, por buena parte del establishment demócrata. Walz, por los sindicatos y sus antiguos colegas en el Congreso, incluida la influyente expresidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi. La decisión final quedaba en manos de la vicepresidenta.
Harris dedicó el sábado a examinar los informes con sus asesores, en una larga tanda de sesiones en su residencia del Observatorio Nacional, en el noroeste de Washington. La conclusión seguía siendo la misma: los tres eran excelentes, cada uno con fortalezas y debilidades distintas. Shapiro podía aportar votos en Pensilvania, el Estado bisagra clave de la contienda. Kelly, una historia personal muy atractiva y votos en los Estados fronterizos.
Walz complementaba a la perfección el perfil de Kamala, mitad negra, mitad india, hija de padres académicos, criada en la progresista California y casada con un acomodado abogado judío. Su experiencia en el Congreso, donde se labró fama de tender puentes con unos y otros, compensaba el breve paso de Harris por el Senado, de apenas dos años.
La vicepresidenta convocó a los tres por separado el domingo en su residencia. Para entonces, el consenso en el equipo era que Kelly —criticado por los sindicatos por sus posturas sobre los derechos de los trabajadores y sin el magnetismo de sus rivales— solo sería el elegido si ninguno de los otros dos brillaba en su entrevista.
La candidata presidencial reiteraba lo que ya había comentado a su equipo a lo largo de sus dos semanas como reemplazo de Joe Biden al frente del ticket. Que quería un compañero que le ayudara a ganar las elecciones. Pero, sobre todo, que pudiera ser una pareja de gobierno, aportando ideas y gestión, pero sin hacer sombra. Y que hubiera sintonía entre los dos.
Walz, con quien Harris no había mantenido una relación especial hasta ahora más que como presidente de la Asociación de Gobernadores Demócratas, pasó la prueba del algodón. Su manera de expresarse, llana y guasona, gustó a la vicepresidenta. Apreció también su idea de defender los logros demócratas, más que los fallos republicanos. Y, sobre todo, ganó su declaración desde el principio de su disposición a ser una pieza más en el equipo, sin inclinación a ocupar un día el Despacho Oval.
La conversación con Shapiro no fluyó tan bien. Harris, según han explicado algunos de sus asesores bajo la condición del anonimato a medios estadounidenses, quería un jugador de equipo. Alguien que se ciñera al papel discreto que ella misma desempeñó durante el mandato de Biden. Que no le fuera a hacer sombra o convertirse en un poder fáctico, a lo Dick Cheney en la Administración de George W. Bush.
Shapiro, a quien se ha comparado con “un Obama blanco” por su oratoria brillante y su carisma, no es un hombre de ese perfil. A lo largo del proceso había dejado clara su ambición. Y la presión de sus partidarios, que llevó a la alcaldesa de Filadelfia, Cherelle Parker, a publicar brevemente un vídeo de apoyo el viernes pasado antes de retirarlo, resultó contraproducente. Ambos, según los relatos, estuvieron de acuerdo en que era mejor dejar las cosas como estaban. Él llamó al equipo de la vicepresidenta para admitir que le costaba dejar el puesto de gobernador.
“Después de que terminaran las entrevistas, estaba claro que ella se inclinaba por Walz por una serie de razones. Probablemente, la sintonía era la principal de ellas”, ha indicado a NOTUS una persona cercana a la vicepresidenta. “Fue auténtico. Fue genuino. Estaba dispuesto a participar en cualquier capacidad, aunque no fuera como vicepresidente”.
Por el momento, la selección de Walz ha recibido una avalancha de parabienes desde la jerarquía demócrata, en comunicados, y desde las bases del partido, en redes sociales. Un factor resulta definitivo para calibrar su popularidad entre los simpatizantes: el dinero. Según la campaña, en las 24 horas desde el anuncio de que él será el número dos se han recaudado más de 36 millones de dólares. Ahora está por ver cuál será el impacto del antiguo profesor en las encuestas.
Siga toda la información de las elecciones en Estados Unidos en nuestra newsletter semanal.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.