“Necesitamos un nuevo liderazgo que se tome la pandemia seriamente”
Los votantes acuden a los colegios electorales mientras hacen frente a la crisis sanitaria
Estados Unidos se juega hoy el destino de una generación en unas históricas elecciones. Hay cerca de 100 millones de votos metidos en sobres emitidos antes de la jornada. Los expertos y analistas no se atreven a afirmar cómo afectarán estos votos anticipados el resultado en un país donde el coronavirus ha dejado 9,5 millones de casos y más de 237.000 muertes. La pandemia ha transformado nuestras vidas y también una campaña única. Pero el virus no ha ahuyentado a los votantes, que acuden con precauciones y gel desinfectante a los colegios. Esta jornada no se han visto tantas filas, pero el goteo de personas interesadas en incidir en el proceso es constante. Con todo esto en mente, miles se han volcado para elegir entre la continuidad del presidente Donald Trump o virar a un mandato demócrata encabezado por Joe Biden y la exsenadora Kamala Harris.
Florida, uno de los territorios decisivos por sus 29 votos electorales de los 270 necesarios, no quiere ser noticia como pasó hace 20 años. Entonces, el agónico conteo en el Estado puso en suspenso las elecciones entre George W. Bush y el demócrata Al Gore. Este martes ha llegado a la jornada electoral con los deberes hechos. Cerca de nueve millones de ciudadanos han votado antes de que se abrieran los centros, casi un 64% de los votantes registrados. Quienes lo hicieron de forma presencial esta mañana no hallaron colas y terminaron el proceso en pocos minutos.
“Yo voté por Donald Trump y creo que ha hecho buen trabajo", ha asegurado Oswaldo Ramos, un cubano de 81 años que lleva medio siglo en Miami. Votó en solo 10 minutos al oeste de la ciudad. “Tendrá sus defectos al hablar, pero él no es político, es negociante. Maneja bien la economía y maneja la situación mundial muy bien”, dijo en unas elecciones que se perciben como un referéndum del republicano. En otro colegio electoral al norte de la ciudad de medio millón de personas, Nelson García, un colombiano que lleva 30 años aquí, fue a votar con la crisis de salud y económica provocada por el coronavirus en la cabeza. No dijo por quién lo había hecho. “Mi familia me ha enseñado que el voto es privado. Ni a mi papá le digo”.
Daniela Ferrera, una joven de 22 años que pertenece al grupo Cubanos con Biden, tocaba las puertas de la zona sureña del condado de Miami-Dade. Buscaba movilizar a los vecinos de esta zona tratando de llevar gente a las urnas para garantizar la victoria de su candidato. “Es increíble, pero todavía hay mucha gente que no tiene un plan para votar". Cree que habrá una victoria demócrata en el Estado después de que Trump conquistara la entidad en 2016 por menos de 113.000 sufragios. "Por la noche iremos a celebrar a Wynwood manteniendo la distancia de seguridad”, ha afirmado optimista.
En Texas, el optimismo es más contenido. Los demócratas se han volcado en el cierre de la campaña en el Estado, un feudo tradicionalmente republicano. Raúl Márquez, 56 años, no quiso votar anticipadamente porque prefirió esperar hasta el último minuto de la campaña. Afirma que la visita de Kamala Harris al Estado del viernes pasado lo “encendió” y la balanza comenzó a inclinarse. “Los colores no importan, lo que importa es si te va bien a ti, a tus hijos a los nietos”, dice este votante en la ciudad fronteriza de El Paso, un condado de simpatías demócratas. En 2016 votó por Donald Trump, pero hoy cree que el país necesita “alguien firme” para controlar la pandemia. “Mira dónde estamos”, asegura. Aún así, no cree que Biden gane en la región, algo que no ha conseguido ningún demócrata desde Jimmy Carter. “No creo que se haga el milagro, pero para eso estamos aquí”, ríe.
La crisis del coronavirus ha sido definitiva para muchos votantes de esta ciudad en la frontera con México. El Paso, de 680.000 habitantes, está a punto de cumplir una semana en la que ha registrado más de 1.000 nuevos casos diarios y 600 muertes. Texas está cerca de alcanzar el millón de casos y suma 18.600 fallecidos. “Necesitamos un nuevo liderazgo que se tome la pandemia seriamente. Es tiempo de un liderazgo adecuado, con experiencia", afirma Christopher Brooks, 44 años, un afroamericano que ya ha votado y que esta mañana acompañó a su hermana a votar. “No importa si eres republicano o demócrata, esto nos ha afectado a todos”, añade su esposa, Tiffany.
Las históricas elecciones han movilizado a gente que antes no votaba. Es el caso de Margarita Quiroga, de 60 años, quien cruzó la frontera desde Ciudad Juárez para votar por primera vez. “A ver si pensamos mejor las cosas y elegimos mejor a nuestros gobernantes”, exhorta, hablando en español. No votó antes porque su hija de 43 años tiene un cáncer terminal y no tiene tiempo para pensar en otra cosa. Aún así hoy se reservó el tiempo para cruzar garitas que estás cerradas para todos a excepción de los estadounidenses. “Eso no se pregunta”, responde cuando se le pregunta por quién votó. Marta, de 60 años, también ha votado por primera vez. Empleada de una casa de cambio, dice que no iba a votar hasta que la noche del lunes fue convencida por compañeros de trabajo. Esta mañana ha estrenado su ciudadanía, obtenida en 2016. Aún así es escéptica. “No veo ningún cambio aunque el presidente sea republicano o demócrata”.
El voto latino será decisivo en algunos Estados. A las 9 de la mañana, decenas de voluntarios del sindicato de hostelería Unite Here se preparaban Phoenix, Arizona, para sacar a votar un número récord de latinos. Sus responsable aseguran que es la mayor campaña de movilización en la entidad, que está cerca de pasar a ser demócrata tras una década de esfuerzos. Desde finales de julio han tocado en más de 800.000 puertas.
Lucía Salinas, de 41 años, ha llevado a gente a votar en su coche. Sobre todo, mexicoamericanos del oeste de la ciudad. Los latinos desenganchados del proceso político en las afueras de la capital son el caladero de votos sin explotar en el que confían los demócratas. Son gente como Salinas, cocinera despedida durante la pandemia, con un marido sin documentos y siete bocas que alimentar en casa. “Trump sabía lo que venía y no hizo un plan”, afirma. “Podíamos no haber caído tanto como hemos caído”. Los latinos no están necesariamente con Joe Biden. Petra Castelo, de 41 años, salía de votar a Trump este martes. “Los dos son iguales, pero Trump ha hecho muchas cosas. Ha tenido que limpiar mucho de lo que hizo Obama”.
En un paseo por dos centros de votación al oeste de Phoenix se puede escuchar un sorprendente catálogo de razones para votar por Trump. Marisa Wonnacott, de 33 años y madre de dos niños pequeños, no tenía una especial preferencia. Habría considerado votar por Biden. Pero ha votado por Trump para evitar que Kamala Harris sea vicepresidenta. La ve como una radical y cree que fue elegida “solo por ser mujer y de color”. Ron C., de 70 años, ha votado a Trump por segunda vez. Es un republicano que jamás votaría por Biden, explica, “para que EE UU no se convierta en un país como España o en un país socialista”, dice en referencia a las políticas de bienestar europeas que la derecha estadounidense considera pseudocomunismo.
La desinformación pura y dura que recorre las redes sociales también tiene su papel en la campaña. Hilda Pérez, de 39 años, siempre había votado demócrata y en 2016 votó por Hillary Clinton. Esta vez ha votado por Trump. “Me he informado mejor”, dice. Por mensajes en Instagram se ha enterado de que “Trump ha hecho mucho para ayudar a los niños con los que están traficando los pedófilos”. La desinformación es real y parece está presente en la mente de un sector, incluso de latinas con tendencia demócrata.
Tensión en el aire
En otras partes del país se respira un clima de tensión. Washington amaneció con sus colegios electorales abiertos y la Casa Blanca blindada. Las vallas que rodean la residencia presidencial, instaladas desde los disturbios raciales del verano, han extendido su perímetro. Los locales, restaurantes y tiendas del centro de la capital estadounidense han tapiado sus fachadas de vidrio por temor a posibles brotes de violencia callejera poselectoral.
Sobre las 10 de la mañana no se veían casi filas en los colegios electorales. Washington envió las papeletas por correo automáticamente a los más de 500.000 votantes inscritos, sin necesidad de solicitarlas debido a la pandemia del coronavirus. Previo a que abrieran las urnas, ya había votado anticipadamente el 83% del voto global de 2016, que favoreció a Hillary Clinton. En los barrios aledaños al centro, la mayoría son jóvenes blancos.
David López, de 29 años, se estrena como votante en Washington. Desconfia de la capacidad del servicio postal para entregar los sobres con los votos a tiempo, por lo que prefirió acudir presencialmente. Son “demasiadas las razones” por las que vota a Biden. La principal es la mala gestión del republicano de la pandemia. “El punto que define todo es que Trump no es buen líder para Estados Unidos, especialmente por su discurso que remueve una guerra racial”, ha apuntado desde un edificio de la sede de la Iglesia Metodista Unida Foundry, un sitio a cuyos servicios religiosos acudía Abraham Lincoln y que hoy ha sido convertido en centro de votación. Chloe Goodwin, de 33, también ha votado por el demócrata. Al igual que López, cuando se le pregunta por qué, en vez de resaltar las aptitudes de Biden, la respuesta está cargada de críticas a Trump: “Ha quitado credibilidad a las instituciones, a la propia democracia, no sé si un futuro presidente va a poder reparar todo ese daño, pero hay que empezar desde un punto”, ha afirmado, agregando: “Trump es simplemente un hombre cruel”.
La tensión también se vive en Nueva York, donde la policía pidió hace unos días a los dueños de restaurantes que despejaran la calle de mesas, sillas, papeleras o cualquier elemento que pudiera ser usado como barricada o proyectil. La ciudad lleva días preparándose ante un eventual estallido de violencia. Las icónicas arterias de Nueva York lleva días dedicándose a la tarea de cubrir los escaparates de sus tiendas de lujo con planchas de madera. Lo mismo ha sucedido con las tiendas más exclusivas del Soho. Pero también se parapetan los dueños de pequeñas pizzerías, tiendas de souvenirs e incluso se va antes de la hora el señor que vende perritos calientes en la esquina del Madison Square Garden. “Puede no ser un buen día para estar en la calle cuando caiga la noche”, ha asegurado Faruz, que admite que venderá pretzels y perritos un par de horas más y se irá a su casa.
A lo largo y ancho de Manhattan hay signos de que este martes es el día de la elección. Gente que ostenta con orgullo en la chaqueta la pegatina de que ya ha votado. Pocos de los consultados han votado por Trump, al fin y al cabo esto es Nueva York, bastión demócrata. La mitad de ellos confían en que esta noche, esta madrugada, se puedan ir a dormir sabiendo que hay un nuevo presidente. Muy pocos creen que Nueva York pueda sufrir una ola de violencia. Pero si sucediera, aventura Max Bellaview, lo que debería arder primero es la Trump Tower. “Como exorcismo por los cuatro años pasados, que el fuego purifique”.
Suscríbase aquí a la newsletter sobre las elecciones en Estados Unidos
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.