Texas: Dios, petróleo y ¿demócratas?
El entusiasmo del partido de Joe Biden crece ante una participación histórica en el voto anticipado
La alta votación anticipada registrada en Texas ha despertado el entusiasmo entre los demócratas. Más de 9,6 millones de personas ya han emitido su veredicto en la lucha entre Donald Trump y Joe Biden a tres días de las elecciones. Significa una participación del 57% y 700.000 votos más del total registrado en las presidenciales de 2016. Este viernes, el último día en que se permitía votar de forma anticipada en el Estado de 29 millones de habitantes, la participación se disparó un 9% en seis condados fronterizos. Todos ellos de mayoría hispana. El fenómeno ha hecho que muchos desempolven los libros de Historia de un Estado que no siempre ha estado dominado por los republicanos.
Beto O’Rourke, el popular congresista de El Paso, argumentó esta semana en una entrevista que Texas nunca ha sido realmente un Estado republicano. “Lo que hemos sido es un Estado que no vota. Lo que estamos viendo ahora es que Texas está pasando de ser un Estado que no votaba a uno que finalmente lo está haciendo”, dijo el político, quien fracasó en 2018 en su intento por arrebatar el escaño en el Senado del ultraconservador Ted Cruz. Algunos cálculos indican que Texas puede alcanzar los 12 millones de votos con la jornada del martes, superando por tres millones los contabilizados hace cuatro años.
O’Rourke acompañó la tarde del viernes a Kamala Harris, candidata demócrata a la vicepresidencia, en un evento por El Valle del río Bravo, la zona de Texas que hace frontera con el Estado mexicano de Tamaulipas. El equipo demócrata, acompañado también por el exalcalde de San Antonio y actual congresista Julián Castro, busca aumentar la votación en una zona tradicionalmente demócrata de cuatro condados. El último presidente republicano que ganó en esta región fue Richard Nixon, en 1972.
Los demócratas creen que los comicios de este año pondrán fin a décadas de esfuerzos republicanos por manipular el mapa de los 36 distritos electorales federales que componen Texas, un fenómeno llamado gerrymandering. La oposición asegura que esta estrategia buscaba reducir el peso de las minorías negras y latinas en un Estado que ve cómo su demografía se transforma a un paso veloz. Desde la derrota de O’Rourke hace dos años, más de 200.000 personas se han registrado como votantes del Partido Demócrata.
A pesar de los resultados de las últimas décadas, la inclinación de Texas por el Partido Republicano no está escrita en piedra. Los conservadores tomaron el control del Congreso local en enero de 2003 por primera vez en 130 años. Aquel invierno, los republicanos consiguieron que Tom Craddick se convirtiera en el líder de la mayoría después de 34 años como congresista en el Capitolio de Austin. En las elecciones locales de 2018, Craddick volvió a ganar con facilidad. Lleva 26 legislaturas en la Cámara y este martes busca su reelección indefinida.
Cuando Craddick ganó por primera vez, en 1969, Texas tenía ocho congresistas republicanos en Washington y un senador. Hoy tiene 22 legisladores frente a 13 demócratas (hay otro puesto vacante) y dos senadores en el Capitolio. Uno de ellos, John Cornyn, se juega el puesto el martes aunque aventaja por más de tres puntos a su contendiente. Los simpatizantes del partido azul creen que estas son los primeros comicios en 20 años en los que tienen oportunidades reales de hacerse con la mayoría, al menos en los 150 escaños de Austin. Hace una década estuvieron cerca de lograrlo. La de 2010 fue la legislatura más reñida en la Cámara del Estado, con 75 republicanos por 73 demócratas.
Los demócratas tuvieron una racha al frente de Texas que duró más de un siglo. Los gobernadores de ese partido dominaron ininterrumpidamente la política estatal entre 1874 y 1979. La última líder demócrata es difícil de olvidar: Ann Richards, una candidata que remontó más de 30 puntos en una campaña para convertirse en la única mujer que ha gobernado el Estado de la estrella solitaria. Richards, fallecida en 2006, había sido alcohólica y madre soltera de cuatro hijos. Un perfil aparentemente atípico en un Estado con la mayor cantidad de iglesias per cápita del país. Richards solo estuvo cuatro años en el poder. En 1994 perdió las elecciones frente a George W. Bush, quien había dejado su puesto directivo en el equipo de béisbol estatal para seguir los pasos de su padre en una carrera política.
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