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Salvini coloca como número uno para las elecciones europeas a un general homófobo y racista

Roberto Vannacci, comandante durante la invasión de Irak y la guerra en Afganistán, cree que las mujeres deberían quedarse en casa y que los negros no representan la italianidad

Matteo Salvini
El líder de la Liga, Matteo Salvini (izquierda), estrecha la mano del general Roberto Vannacci, el pasado martes en Roma durante la presentación de su libro.ETTORE FERRARI (EFE)
Daniel Verdú

La idea, incluso para quienes le han acompañado en sus viajes ideológicos más extremos, es esta vez demasiado difícil de apoyar. Pero Matteo Salvini, líder de la Liga y vicepresidente del Gobierno italiano, ha decidido ignorar a los suyos y colocar como número uno de las listas a las elecciones europeas de su partido a Roberto Vannacci, un general homófobo, racista y con inclinaciones supremacistas. Esta vez, la ocurrencia avergüenza a una parte de la Liga, que ve cómo un Salvini en horas bajas recurre a ofensivos experimentos para no perder comba ante sus socios de coalición. Incluso desde Hermanos de Italia consideran demasiado embarazosa la decisión y algunos de los compañeros del Consejo de Ministros no han dudado en burlarse de su candidato.

Roberto Vannacci (55 años) se dio a conocer a través de un polémico libro autopublicado el pasado verano y titulado Il mondo al contrario (El mundo al revés), que se convirtió en un best seller con más de 250.000 copias despachadas. Un triste retrato de una parte de la sociedad italiana, puesto que en sus páginas podían leerse ideas como que los homosexuales no son “normales” y que, en todo caso, si se ha llegado a considerarles así es solo por las “conspiraciones del mundo gay internacional que han prohibido definiciones que hasta hace poco estaban en los diccionarios como pederasta, invertido, maricón, afeminado, enculador… y que ahora son términos de tribunal”.

El general, además, mostraba su racismo sin tapujos atacando a la campeona italiana de voleibol Paola Egonu, asegurando que no era “plenamente italiana” porque “es evidente que sus rasgos físicos no representan la italianidad”, por ser negra y de orígenes afri­canos. Y había todo tipo de ideas conspiranoides, también alrededor del cambio climático, que el militar de alto rango niega, y sobre las mujeres, a las que preferiría ver en casa ocupándose de los hijos.

Vannacci fue comandante de la unidad militar Task Force 45 durante la guerra de Afganistán y durante la guerra de Irak dirigió la principal brigada de paracaidistas del ejército italiano; entre sus conde­coraciones cuenta con la Orden del Mérito de la República. Pero cuando publicó su libro y los italianos conocieron su opinión sobre todos estos asuntos, el ministro de Defensa, Guido Crosetto (Hermanos de Italia), le atacó duramente y censuró que un alto cargo del ejército pudiese expresarse de ese modo. Esta semana, cuando se conoció que Vannacci ocupará el número 1 de la lista de la Liga, Crosetto ironizó de nuevo atacando al militar: “Es una elección win-win, como suele decirse. Si sale elegido será algo bueno para el ejército y las instituciones europeas podrán gozar de sus ideas y sus valores”.

Las cuentas de Salvini, que teme un resultado catastrófico en los comicios europeos (su partido podría ser incluso superado por la moribunda Forza Italia), parecen sencillas. Si Vannacci ha vendido 250.000 libros, puede aportarle al menos un número de votos parecido. Y con el sistema electoral que rige estos comicios, sería una contribución nada desdeñable.

El malestar en la Liga, sin embargo, también ha ido creciendo con los días. Especialmente en el norte del país, feudo de la vieja Liga Norte y cuyos barones se encuentran cada vez más alejados de Salvini. El gobernador de Friuli Venezia Giulia, Luciano Fedriga, se alejó también de la candidatura del general, como ya habían hecho los portavoces del partido en el Parlamento, Riccardo Molinari y Massimiliano Romeo: “En mi circunscripción hay tres candidatos buenísimos de la región: yo votaré por ellos”, señaló insinuando que no apoyará a Vannacci.

La última ocurrencia del general ha sido poner en la diana a los discapacitados, asegurando que deberían estar en colegios segregados, especialmente para ellos. Unas declaraciones que, esta vez, hicieron fruncir el ceño a Salvini, que siempre ha considerado que se trataba de un segmento poblacional interesante desde el punto de vista electoral (su idea de crear un ministerio de la discapacidad ha recorrido todos los gobiernos en los que ha participado). Vannacci, aquí sí, ha tenido que matizar sus palabras para no perder el favor de su principal valedor.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes
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