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Los mercados castigan el miedo de Starmer a aumentar los impuestos en el Reino Unido

El Gobierno laborista, en plena crisis interna y de popularidad, frena su anunciada subida fiscal a las rentas medias y altas

Rafa de Miguel

Los mercados han decidido desde primera hora de este viernes castigar con fuerza la deuda pública del Reino Unido y la libra esterlina, por el enésimo cambio de rumbo del primer ministro, el laborista Keir Starmer, y su equipo económico. Un Gobierno que actúa con miedo e inseguridad recibe golpes por todos los lados, y, por mucho que Starmer quiera camuflar como ejemplo de sensatez sus continuas rectificaciones, los mercados han interpretado que lo que transmite es indecisión y oportunismo.

El último bandazo de Downing Street, adelantado en la noche del jueves por el diario Financial Times (FT), ha sido la decisión de echarse atrás en la anunciada subida del impuesto sobre la renta a las clases medias y altas. La ministra de Economía, Rachel Reeves, había adelantado esa subida fiscal la semana pasada en un discurso. Era una decisión aparentemente valiente, que rompía la promesa electoral inicial de no aumentar la presión fiscal pero que aplaudían los expertos, como respuesta necesaria para paliar el actual desequilibrio en las cuentas públicas de casi 34.000 millones de euros.

Al final, la creciente impopularidad de Starmer y su Ejecutivo que señalan todas las encuestas, y los nervios ante los tambores de rebelión interna en el grupo parlamentario laborista —reales o imaginados, porque ninguno se ha materializado aún—, han vuelto a provocar otro giro y la consiguiente crisis.

Fuentes de la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria (OBR, en sus siglas en inglés) citadas por el FT aseguran que el Ministerio de Economía transmitió al organismo su cambio de planes a través de lo que técnicamente se denomina “presentación de medidas relevantes”, como paso previo y obligatorio antes de anunciar el próximo presupuesto el 26 de noviembre.

La OBR es el organismo independiente que fiscaliza y analiza la viabilidad y consecuencias de las decisiones económicas adoptadas por el Gobierno. Su veredicto, que se da a conocer casi al mismo tiempo que los presupuestos, otorga sello de credibilidad o genera dudas razonables sobre las cuentas públicas.

Las fuentes citadas han confirmado que la ministra Reeves ha decidido no seguir adelante con una propuesta —la subida fiscal— elaborada en su momento por el centro de análisis económico Resolution Foundation, muy próximo al Gobierno laborista, y bautizada como Two Up Two Down (Dos Arriba, Dos Abajo).

Consistía en elevar dos puntos porcentuales los tramos medio y alto del impuesto sobre la renta (que el Partido Laborista se comprometió a no tocar en su programa electoral) y reducir en otros dos las cotizaciones a la Seguridad Social de los empleados (en la jerga fiscal británica, el national insurance). El resultado suponía, en teoría, que las clases trabajadoras se quedaran como estaban, pero en el balance fiscal la recaudación aumentaría considerablemente.

En la propuesta final de Reeves entregada a la OBR, la decisión de echarse atrás en esa subida se ve compensada con una miscelánea de parches que no convence a los expertos, y que pasa por elevar el techo de algunos tramos del impuesto para aumentar los ingresos, así como subir el gravamen de juegos y apuestas o el impuesto sobre la propiedad de los inmuebles de lujo.

Ante la inquietud desatada, el Gobierno ha explicado que su rectificación ha respondido a una aparente mejora en las previsiones de la propia OBR, que ha reducido en casi 15.000 millones de euros el supuesto agujero en las cuentas. Los mercados se han calmado ligeramente a media mañana y los bonos del Estado han recuperado cierta fortaleza. Las dudas, sin embargo, no se han disipado del todo.

“Sin la subida del impuesto sobre la renta, el resto de medidas incluidas en ese paquete destinado a equilibrar las cuentas públicas resulta mucho menos creíble”, ha resumido Lee Hardman, analista jefe la financiera MUFG. “El Gobierno transmite la impresión de querer dar prioridad a su propia popularidad y a su estabilidad política interna frente a la estabilidad fiscal”, ha señalado.

Reeves, muy cuestionada dentro del grupo parlamentario laborista y del propio partido por su aparente mano de hierro a la hora de proteger la ortodoxia fiscal, que se ha traducido en recortes sociales y dosis de austeridad, está cada vez más débil, a pesar de que el primer ministro se ha comprometido públicamente a mantenerla en el puesto hasta el final del mandato. El pasado julio, las cámaras mostraron cómo lloraba en la Cámara de los Comunes mientras Starmer intentaba defenderla de los ataques procedentes de sus propias filas.

Todo esto se ha traducido en una creciente inseguridad, con continuos pasos atrás en medias previamente anunciadas, tanto en materia de recortes como de subida de impuestos.

La amenaza interna

Como ocurre siempre cuando en medio del vendaval no se tiene claro el rumbo, el equipo de Starmer se ha dedicado durante toda esta semana a espantar supuestos fantasmas y a intentar reparar los desperfectos de un gol marcado en propia meta. Varios medios publicaron la filtración, surgida según ellos del entorno del primer ministro, de que Downing Street estaba preparada para afrontar un supuesto desafío al liderazgo de su jefe. Starmer iba a dar la batalla, aseguraban. Y apuntaban como cabeza de los supuestos conspiradores al ministro de Sanidad, Wes Streeting, cada vez más apreciado por los afiliados laboristas como futuro jefe de Gobierno.

La respuesta del ministro fue una ronda de entrevistas en diferentes televisiones y radios donde negó formar parte de la conspiración y, a la vez, exhibió una dignidad política y una destreza que elevaron su posición. Mientras, Starmer se veía obligado a excusarse ante Streeting, condenar públicamente la filtración e intentar calmar las aguas.

Con un asunto tan delicado como las cuentas públicas y unos mercados inquietos, el Gobierno se encuentra en la desagradable situación de tener las manos atadas a la hora de corregir sus propios bandazos. “La ministra presentará un presupuesto que contenga las medidas justas para construir unas sólidas bases que aseguren el futuro del Reino Unido”, se ha limitado a señalar a primera hora un portavoz del Ministerio de Economía.

Starmer ha logrado, en quince meses al frente de Downing Street, mostrar su vulnerabilidad a los votantes, que no han visto ningún cambio aparente; a los miembros de su partido, decepcionados por la falta de determinación y las escasas políticas de izquierdas; y ahora a los mercados, que han comenzado a oler la sangre.

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Sobre la firma

Rafa de Miguel
Es el corresponsal de EL PAÍS para el Reino Unido e Irlanda. Fue el primer corresponsal de CNN+ en EE UU, donde cubrió el 11-S. Ha dirigido los Servicios Informativos de la SER, fue redactor Jefe de España y Director Adjunto de EL PAÍS. Licenciado en Derecho y Máster en Periodismo por la Escuela de EL PAÍS/UNAM.
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