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Chrystia Freeland anuncia su despedida de la política canadiense

Figura de primera línea en la última década, deja sus responsabilidades ministeriales para asumir el cargo de representante especial para Ucrania

Chrystia Freeland, el pasado mes de mayo.
Jaime Porras Ferreyra

Chrystia Freeland conoce como pocos el cuarto de máquinas del poder canadiense. En una carrera meteórica, ha ocupado casi todos los puestos de mayor responsabilidad, teniendo que tomar algunas de las decisiones más trascendentales para el país en la última década. Sólo le ha faltado sentarse a dirigir desde la oficina reservada para los primeros ministros. Esta semana, Freeland ha anunciado que se retirará gradualmente de la vida política. En un primer movimiento, abandona el Consejo de ministros de Mark Carney para cumplir con tareas específicas relacionadas con Ucrania. El segundo paso será dar por terminadas sus labores parlamentarias.

El pasado martes, el Gobierno de Carney informó de que Freeland dejaría de ser ministra de Transportes y de Comercio Interprovincial para convertirse en representante especial de Canadá para la reconstrucción de Ucrania. Freeland ha mostrado a lo largo de su carrera política marcado interés por la situación en dicho país a raíz de los ataques rusos. Una razón de peso es que su familia materna es de origen ucranio.

En una carta compartida en redes sociales, la política liberal señaló: “Con inmensa gratitud y una pizca de tristeza, he decidido abandonar hoy el Consejo de ministros y pasar página en este capítulo de mi vida”, indicó, agregando que no tiene previsto presentarse como candidata en las próximas elecciones federales. Sin embargo, según barajan medios canadienses, el escenario más probable es que no concluya su mandato como parlamentaria, teniéndose así que convocar a una elección especial en su circunscripción cuando decida renunciar a la curul. Freeland expresó en la misma misiva: “Una gran fortaleza de la democracia es que nadie ocupa un cargo político a perpetuidad. Tras doce años fructíferos en la vida pública, sé que ahora es el momento adecuado para dejar el espacio a otros y buscar nuevos retos para mí”.

Chrystia Freeland (Peace River, Alberta, 1968) saltó del periodismo a la política por invitación directa de Justin Trudeau. El aquel entonces líder del Partido Liberal de Canadá la animó a presentarse como candidata a diputada en 2013, saliendo victoriosa en estos comicios. En 2015, tras la llegada de Trudeau al poder, comenzó a ascender escalones con rapidez. Primero fue nombrada ministra de Comercio Internacional para pasar en 2017 a la cartera de Exteriores. Dos años después fue designada viceprimera ministra y encargada de Asuntos intergubernamentales. En 2020 hizo historia al convertirse en la primera mujer en tomar las riendas del Ministerio de Finanzas.

No pocos analistas canadienses la miraban como la sucesora natural de Trudeau. Sin embargo, una serie de eventos sacudieron al aparato liberal. Pese a sus bajas tasas de popularidad, Trudeau anunció que buscaría un cuarto mandato. Las voces inconformes

dentro del partido comenzaron a ser cada vez más numerosas. Chrystia Freeland siguió mostrando fidelidad al primer ministro, hasta que el río se desbordó el pasado 16 de diciembre, cuando informó en redes sociales que renunciaba a sus cargos de viceprimera ministra y ministra de Finanzas, señalando que lo hacía por desacuerdos con Trudeau, principalmente por algunos gastos económicos con fuerte perfume electoralista. “Debemos evitar costosos trucos políticos que no podemos permitirnos y que hacen dudar a los canadienses de que reconocemos la gravedad actual”, manifestó.

Luego de semanas de crisis, Trudeau anunció el seis de enero que dejaría la jefatura del Partido Liberal de Canadá y el timón del Gobierno. Freeland continuó como diputada y lanzó su campaña para dirigir a la agrupación. Consiguió apenas el 8% de las preferencias en la carrera partidista ganada por Mark Carney. Las amenazas arancelarias de Donald Trump catapultaron a Carney (ex gobernador del Banco de Canadá y del Banco de Inglaterra), tanto en la interna liberal como en las elecciones federales del pasado mes de abril. Además, circuló en los pasillos políticos de Ottawa que varios diputados no le habían perdonado a Freeland la estruendosa forma en que había renunciado a sus cargos.

Tras salir victorioso en los comicios generales del 28 de abril, Carney nombró a Freeland ministra de Transportes y de Comercio interprovincial. Entre las últimas tareas que desempeñó destacan el plan para el desarrollo de diversas infraestructuras estratégicas y la reducción de las barreras comerciales entre las provincias del país. Este martes, el primer ministro agradeció a Freeland los servicios rendidos durante todos sus años como ministra y dijo estar seguro de que es la persona idónea para guiar los esfuerzos canadienses en Ucrania.

Conocida por su defensa del liberalismo en un mundo cambiante, Freeland se destacó como negociadora del T-MEC, con sus pares mexicanos y estadounidenses, durante el primer mandato de Donald Trump. La mala relación entre Freeland y Trump jamás ha sido un secreto. A principios del pasado mayo, cuando Mark Carney visitó la Casa Blanca, el presidente estadounidense aprovechó para referirse a ella de la siguiente forma: “Era una persona horrible y realmente perjudicó mucho el acuerdo porque intentó aprovecharse y no se salió con la suya”. La política canadiense también ha tenido roces con Vladimir Putin. Ha catalogado varias veces al presidente ruso como “criminal de guerra” y ha sido una activa promotora de la imposición de sanciones a Moscú desde la invasión de Crimea. En respuesta, Freeland tiene vetada desde 2014 la entrada a suelo ruso.

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Sobre la firma

Jaime Porras Ferreyra
Es periodista y colaborador de EL PAÍS en Montreal (Canadá).
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