El bombardeo israelí contra Hamás en Qatar deja en el aire la negociación por la tregua
Los líderes de varios países del Golfo que mantienen alianzas con EE UU viajan a Doha para mostrar su rechazo al ataque

Las autoridades israelíes desconocen aún este miércoles el impacto de los 10 misiles que dispararon el martes contra la capital de Qatar. En una operación que los dirigentes de ese país han reivindicado como únicamente israelí, sus aviones de guerra intentaron dar muerte a los dirigentes de Hamás, que se encontraban reunidos en Doha para abordar la última propuesta de alto el fuego para Gaza planteada por EE UU. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha indicado que el ataque contra suelo catarí puede ser solo el primero. “A Qatar y a todas las naciones que acogen a terroristas”, ha dicho en un comunicado: “O los expulsáis, o los lleváis ante la justicia. Porque si no lo hacéis vosotros, lo haremos nosotros”.
La milicia palestina notificó la noche del martes la muerte de cinco miembros de la organización, pero la lista de bajas no incluía ninguno de los miembros destacados del grupo, entre ellos Khalil el Haya, líder del equipo negociador de Hamás.
El bombardeo israelí es un golpe directo al pronóstico para terminar con la ofensiva en el enclave mediante un proceso diplomático. Israel intentó eliminar los representantes en la mesa de negociación de la otra parte en conflicto, y lo hizo con una campaña militar en el interior de Qatar, el país soberano que desde 2023 se ofrece voluntario para mediar en la liberación de los rehenes israelíes secuestrados en Gaza. Aunque Netanyahu exija ahora que los cataríes expulsen a Hamás de su territorio, EE UU e Israel han pedido históricamente a ese Gobierno que acoja a la milicia palestina y que tenga contacto con ella para facilitar la interacción con el grupo.
Las autoridades cataríes han evitado anunciar el fin de su participación en las conversaciones de paz, pero sí que han indicado que estas negociaciones ya no se llevarán a cabo en Doha, un elemento que hace temer el cierre de una de las últimas vías diplomáticas hacia una resolución pacífica del conflicto.
El primer ministro de Qatar, Mohammed bin Abdulrahman Al Thani, calificó el martes el ataque contra su país como “un acto de terrorismo de estado” que infringe “todas las normas internacionales”, y describió como “narcicista” al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu. “¿Bajo qué estándares morales es este ataque aceptable?”, se preguntaba, antes de anunciar la apertura de procedimientos legales para rendir cuentas contra Israel, después de que un miembro de seguridad catarí muriera en el ataque.
Algunos expertos en la doctrina militar israelí especulan con que el ataque contra Qatar, donde se concentraban múltiples dirigentes de Hamás, buscara un golpe que permitiera a Israel declarar la victoria contra esa milicia y acercarse como ganador a un acuerdo para cerrar el conflicto en el enclave. Así lo ve Rob Geist Pinfold, profesor en Seguridad Internacional en el King’s College londinense y doctor en Estudios de Guerra por esa misma universidad, que el martes fue testimonio del bombardeo israelí en Doha.
La agresión de la soberanía catarí también ha hecho volar por los aires el triángulo de relaciones entre Israel, EE UU y Qatar que posibilitaba la mediación. Distintos medios de comunicación israelíes, como Yedioth Ahronoth o el Canal 12, citan este miércoles fuentes de inteligencia en Israel que evalúan el resultado de la operación de manera pesimista, a falta de un balance definitivo.
En paralelo, las tropas israelíes bombardean de manera ininterrumpida Ciudad de Gaza, donde el martes emitieron una orden de evacuación sobre el municipio para expulsar a centenares de miles de personas. El Ejecutivo insiste en tirar adelante la toma del mayor núcleo urbano de la Franja mientras desobedece las recomendaciones del ejército y las voluntades de decenas de miles de israelíes, que le piden un acuerdo de tregua que garantice la supervivencia de los 20 cautivos que se cree que permanecen con vida.
El ministerio de Sanidad de Gaza denunció el miércoles la muerte de 24 gazatíes a causa de las bombas israelíes, mientras cinco personas más han fallecido por inanición. Más de 400 personas han muerto en la Franja desde 2023 por el hambre causada por el bloqueo humanitario impuesto por Israel, aunque la mayoría lo han hecho durante los últimos dos meses, en los que Naciones Unidas ha declarado la hambruna.
“Destruir el espacio urbano y forzar el desplazamiento [de civiles] es algo central en la política israelí de genocidio y de limpieza étnica contra los palestinos”, ha dicho este miércoles en un comunicado B’Tselem, la mayor organización de derechos humanos en Israel. El grupo se hace eco de la destrucción “del 92% de los edificios residenciales” en el enclave.
Las fuerzas israelíes también bombardearon Yemen este miércoles, donde atacaron supuestos objetivos hutíes. La ofensiva ha dejado nueve muertos y 118 heridos, según el ministerio de Sanidad del Gobierno hutí.
Mientras Israel averigua si el bombardeo del martes en un distrito catarí con viviendas, colegios y embajadas ha terminado con la vida de los máximos dirigentes de Hamás, el ataque ha puesto en alerta a los Ejecutivos de Qatar y a otros del Golfo y de la región, que se han movilizado conjuntamente mientras se preguntan de qué sirve tener una alianza con EE UU si ese país carece de capacidad o de voluntad para evitar un bombardeo israelí.
El martes, la Casa Blanca defendió que se había percatado de que el ataque tendría lugar poco antes de que Israel lo llevara a cabo, y argumentó que lo notificó a Qatar, aunque no aclaró si Israel dio el paso de informar a Washington del bombardeo. Por su parte, el primer ministro qatarí ha asegurado que el aviso estadounidense llegó 10 minutos después de que el ataque sucediera.
El presidente Donald Trump declaró el martes que no estaba “contento” con el bombardeo israelí en Qatar, y anticipó que ampliaría su evaluación sobre los hechos el miércoles. La portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, deslizó una crítica hacia Israel al alegar que el bombardeo contra Qatar no beneficiaba “los intereses de EE UU ni los de Israel”. El vicepresidente de esa Administración, JD Vance, ha dicho el miércoles que “lo bueno es que un par de tipos muy malos de Hamás han sido eliminados”, aunque se ha mostrado en desacuerdo “con la decisión subyacente” que llevó al ataque.
Para Washington, Qatar es un aliado importante. Ese país, que Trump visitó por última vez en mayo, acoge la mayor base militar estadounidense en Oriente Próximo, donde la Casa Blanca tiene un cuartel general avanzado del Comando Central de EE UU. Ese despliegue militar hace improbable que múltiples misiles puedan volar hasta Doha, cerca de la base estadounidense, sin que los sistemas de defensa de EE UU se percaten de ello ni puedan evitarlo.
Algunos de los máximos dirigentes de la región llegaron a Doha el miércoles para trabajar en una respuesta diplomática al ataque israelí. El presidente de EAU, Mohamed bin Zayed Al Nahyan, y el príncipe Hussein de Jordania aterrizaron en el emirato. Se espera que el príncipe saudí y líder de facto de esa monarquía, Mohamed bin Salman, lo haga el jueves.
En un comunicado, la monarquía saudí ha añadido que el bombardeo de Israel en Qatar “es una agresión brutal y una violación flagrante a la soberania de Qatar con duras consecuencias para la estabilidad regional”. Turquía, que es el único país regional que acoge oficinas de Hamás además de Qatar, ha alertado que el ataque “demuestra que Israel busca quera, y no la paz”.
Rampa de salida
Según escribe el periodista David Ignatius en The Washington Post este miércoles, EE UU e Israel prometieron a Qatar que Hamás no sería atacados en suelo catarí. Esta afirmación llegó después de que Eyal Zamir, jefe del ejército de Israel, anunciara en agosto que los miembros de esa organización serían perseguidos alrededor del mundo.
“Existe una angustia profunda, una mezcla de miedo y enfado”. Así describe Geist Pinfold, el profesor en Seguridad Internacional, la reacción de la ciudadanía catarí desde Doha durante una llamada con El País el miércoles. Qatar, alega, se posicionó como mediador precisamente para evitar ser atacado, haciendo que ahora exista decepción hacia EE UU, al que se ve como responsable.
Aunque los dirigentes del mundo árabe se hayan movilizado para lanzar una respuesta conjunta, el profesor cree que no hay mucho que puedan hacer. “Cada uno de ellos tiene intereses diferentes”, argumenta, haciendo probable que tengan que conformarse con “buscar concesiones” de EE UU para “justificar” la continuación de esa relación.
Geist Pinfold estima que Israel podría haber buscado el fin de la ofensiva en Gaza, donde se encuentra “encallado”, con el bombardeo contra Qatar. “Si hubiera decapitado el liderazgo de Hamás, que contiene líderes muy conocidos entre la audiencia israelí, esto podría haber dado a Netanyahu la rampa de salida que necesita para aceptar algún tipo de acuerdo”, opina el experto.
La posibilidad de que no lo haya conseguido, como indican las primeras informaciones, hace que el conflicto se vuelva más “peligroso”. “Una vez Israel cruza una línea roja”, dice el profesor sobre el ataque de Qatar, “hemos visto una vez tras otra como la cruza de nuevo”.
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