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El gran giro de Alemania en inmigración: del “lo lograremos” de Merkel al rechazo frontal de AfD

En pleno auge ultra, la CDU de la excanciller ha roto con la política de refugiados. La mayoría de quienes llegaron entonces están bien integrados en el mercado laboral

Merkel
Almudena de Cabo

Hace 10 años, el 31 de agosto de 2015, en plena crisis de los refugiados, la entonces canciller alemana, Angela Merkel, pronunciaba tres palabras que se convertirían en legendarias: "Wir schaffen das" (lo lograremos). La líder conservadora nunca pensó que esas tres palabras en una abarrotada rueda de prensa en Berlín se convertirían, primero, en un símbolo de esperanza y, después, tornarse en munición contra ella.

Unos días después, la decisión tomada por Austria y Alemania en la noche del 4 al 5 de septiembre —no rechazar en la frontera a los cerca de 3.000 refugiados que tras días varados en Budapest habían emprendido la marcha en autobuses fletados por el Gobierno de Viktor Orbán, que se negaba a acogerlos— marcaría como ninguna otra sus 16 años de mandato. Merkel siempre defendió su decisión como la más humanitaria y en línea con los valores europeos. Una década después, en cambio, su partido, ahora liderado ahora por el canciller Friedrich Merz, ha roto con aquella política de refugiados. Hay controles en todas las fronteras y devoluciones en caliente.

“Mirando atrás, recuerdo que fue una decisión especial a la que me enfrenté”, ha afirmado la excanciller en la única entrevista televisiva concedida con motivo del aniversario y que forma parte de un documental de la televisión pública alemana NDR. “Pero también me ha sorprendido mucho en los últimos años lo mucho que me han echado en cara esas tres palabras, Wir schaffen das. No pretendían expresar otra cosa que el hecho de que nos enfrentábamos a una gran tarea”, puntualiza Merkel, que niega que su decisión sobrecargara al país.

Llegados al punto en el que se encontraban, solo había dos opciones: o acogerlos, o expulsarlos por la fuerza. “Y eso no habría sido una opción para mí en absoluto: nunca habría aceptado hacerlo”, indica Merkel. A pesar de las críticas, nunca se ha arrepentido, aunque es consciente de que polarizó a la opinión pública y llevó al auge del partido Alternativa para Alemania (AfD). “Es un proceso, pero hasta ahora hemos logrado mucho”.

En un primer momento, una gran ola de solidaridad sacudió el país. Los voluntarios agolpaban las estaciones de tren e incluso acogían a refugiados en sus casas. Sin embargo, las consecuencias de la decisión de Merkel plantearon enormes retos a Alemania: 1,2 millones de solicitudes de asilo en 2015 y 2016; centros de acogida, escuelas y guarderías abarrotados; municipios desbordados; y falta de viviendas. A partir de 2017 la cifra fue cayendo, hasta que volvió a aumentar por la invasión rusa de Ucrania.

“Los refugiados que llegaron en 2015 fueron tratados de forma muy diferente que quienes llegaron con anterioridad”, explica Jonas Wiedner, experto del Centro Científico de Berlín para Investigación Social (WZB). “En los años noventa, varios cientos de miles de personas llegaron a Alemania procedentes de la antigua Yugoslavia y no fueron tan bien recibidos”. A la vez, esa experiencia hizo que, cuando llegó la ola de ucranios, ya había todo un sistema de acogida montado. Incluidos grandes centros de refugiados como el de Tegel, en Berlín.

Cientos de migrantes cruzan la frontera desde Austria a Alemania, en Freilassing, el 16 de septiembre de 2016.

La mayoría de los refugiados que llegaron en 2015 están bien integrados en el mercado laboral, según un reciente estudio del Instituto de Investigación del Mercado Laboral y Profesional (IAB). De acuerdo con sus cifras, la tasa de empleo por cuenta ajena de los refugiados —de entre 15 años y la edad de jubilación— que llegaron en 2015 ascendía al 64% en 2024. Sobre el total de población, la tasa ronda el 70%.

Siete u ocho años después de su llegada, el 33% de las mujeres refugiadas y el 26% de los hombres trabajan en profesiones con escasez de mano de obra. Los hombres se desempeñan, mayoritariamente, en profesiones relacionadas con el transporte, la logística y la fabricación. Las mujeres, en profesiones sanitarias.

Estas cifras, sin embargo, tienen luces y sombras. “A menudo no son los trabajos que desearían. Suelen estar por debajo de su nivel de cualificación real y, a menudo, reciben salarios muy bajos, por lo que muchas veces se ven obligados a complementarlo con prestaciones”, indica Wiedner. El sistema alemán, recuerda, está “extremadamente basado en cualificaciones”. Y muchas de estas personas no pueden ejercer su profesión porque sus cualificaciones no son reconocidas.

El experto del WZB se dice preocupado por la situación en las escuelas. “Diversas investigaciones muestran que los niños que tuvieron que integrarse tienen grandes problemas a la hora de acceder al mercado laboral y están muy rezagados en comparación con el resto de compañeros de su misma edad, pero sin trasfondo migratorio”, explica. “Y esto es un problema desde el punto de vista social y, también, desde el económico: Alemania es una sociedad que envejece rápidamente, y dependemos en gran medida de estos jóvenes”.

Aghiad Malik es uno de los refugiados sirios que llegó entonces. En este tiempo, Berlín se ha convertido en su casa. “Entonces, la gente estaba dispuesta a ayudar”, explica en un encuentro con medios internacionales. Aún queda, dice, mucho por hacer: entre otras cosas, reducir la enorme burocracia que dificulta el acceso al mercado laboral.

“La vida en Alemania es demasiado dura, da igual si eres refugiado o no”, apunta Anas Modamani, que se hizo famoso por un selfi con Merkel. “Alemania ahora nos necesita y se beneficia de la gente que vive aquí y paga impuestos”, explica en el encuentro, organizado por la Asociación de la Prensa Extranjera. Él, al igual que Malik, ya tiene pasaporte alemán. Sin embargo, apunta, la cultura y la vida en Alemania es muy diferente. “Construir una amistad con alemanes es mucho más complicado”, comenta. “En Berlín muchos piensan solo en sí mismos, y nuestra cultura es completamente diferente. Aquí son mucho más fríos”.

El ‘factor AfD’

El auge de la ultraderecha de AfD, que en las pasadas elecciones se convirtió en el segundo partido más votado, les preocupa. “Es un error tener miedo de los musulmanes. El islam forma parte de Alemania como otras religiones. Es un país multicultural, abierto a todos, y así debe seguir siendo”, reflexiona Modamani. “Cuando llegué aquí, Alemania me apoyó mucho y sigue haciéndolo. Pero ahora veo que las cosas van en la dirección contraria, con AfD cada vez más fuerte”. De la misma forma lo ve Malik. “Me cansa tener que luchar contra los prejuicios”, declara. “La gente cree que llevo un cuchillo”, agrega sobre cómo le miran ahora muchas veces.

La ola de solidaridad de 2015 dio rápidamente paso a las críticas. En la Nochevieja de 2015, en Colonia, numerosas mujeres fueron acosadas sexualmente, lo que provocó la polarización del clima político e impulsó el resurgimiento de AfD, fundado en 2013 a raíz de la política de rescate del euro y que, en realidad, estaba en declive en ese momento. El partido ultra supo usar el descontento en su provecho.

“La llegada de refugiados consolidó a AfD”, explica Wiedner. “Es obvio que una gran parte de la población de este país está en contra de la inmigración”. Sin embargo, deja claro que en muchos casos no se debe tanto a una mala experiencia con refugiados como a la incertidumbre que les genera.

En Alemania viven alrededor de 6,5 millones de emigrados al país desde 2015. Ante estas cifras, Wiedner subraya que “la migración no es solo una lupa que ilumina y amplía las discrepancias existentes, sino que también genera cargas. La educación y el mercado inmobiliario son quizás los ejemplos más claros”.

Con la economía estancada, los ataques con cuchillos o automóviles perpetrados por demandantes de asilo centraron la pasada campaña electoral, encendiendo el debate sobre la política migratoria. Merz prometió entonces detener la migración irregular y, tras su investidura, autorizó el rechazo de demandantes de asilo en la frontera. Una década después de la decisión de Merkel, el hoy canciller lo tiene claro: “Es evidente que no lo hemos logrado”.

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Sobre la firma

Almudena de Cabo
Ha desempeñado la mayor parte de su carrera como corresponsal en Alemania, país al que llegó en 2007 y donde ha trabajado para medios como la Agencia Alemana de Prensa (DPA), TVE o El Correo. Vivió varios años en Londres, donde trabajó para BBC Mundo antes de regresar a Berlín en 2024. Desde entonces escribe sobre Alemania en EL PAÍS.
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