Vance se muestra optimista sobre la posibilidad de alcanzar un acuerdo comercial con el Reino Unido
Washington y Londres llevan meses trabajando en el tratado, con el que el Gobierno británico confía en evitar los aranceles


El ejercicio de equilibrismo que el primer ministro británico, Keir Starmer, lleva meses practicando con Donald Trump, en el que ha evitado cualquier respuesta agresiva a las provocaciones del presidente de Estados Unidos, parece haber comenzado a dar frutos. En una entrevista al medio digital ultraconservador del Reino Unido UnHerd, el vicepresidente estadounidense, J. D. Vance, ha señalado que Washington alberga bastante optimismo ante la posibilidad de alcanzar un “gran acuerdo comercial” con Londres.
Desde la visita que Starmer realizó a la Casa Blanca a finales de febrero, en la que Trump se deshizo en elogios hacia el líder laborista, equipos de ambos gobiernos han estado negociando un nuevo marco económico. Ese era el sueño de políticos impulsores del Brexit, como Boris Johnson, convencidos de que un refuerzo de la “relación especial” con Estados Unidos serviría para compensar las consecuencias negativas del divorcio de la UE. Nunca lo lograron, pero tampoco nunca pudieron imaginar que sería un Gobierno del Partido Laborista el que acabara utilizando la ventaja estratégica de navegar por libre para cerrar un acuerdo con un político como Trump, en teoría tan en las antípodas de un partido de la socialdemocracia europea.
“Estamos trabajando muy intensamente con el Gobierno de Starmer” para lograr ese acuerdo comercial, ha dicho Vance a UnHerd. “El presidente ama el Reino Unido. Amaba a la reina, y admira y ama al rey. Es una relación muy importante. Él es un empresario, y tiene relaciones empresariales importantes allí”, ha explicado el vicepresidente de Estados Unidos. “Hay una verdadera afinidad cultural. De hecho, Estados Unidos es un país anglosajón. Existe una buena oportunidad de alcanzar un gran acuerdo que sea lo mejor para los intereses de ambos países”, remataba Vance.
Cuando Trump anunció la gran oleada de aranceles en lo que bautizó como el “Día de la Liberación”, el pasado 2 de abril, el Gobierno de Starmer llegó a pensar que había salido beneficiado respecto a otros países europeos. El presidente estadounidense aplicó al Reino Unido únicamente el arancel general básico del 10%, a diferencia del gravamen del 20% que impuso a los miembros de la UE.
En cualquier caso, las exportaciones británicas de acero y automóviles ―dos de las más importantes con destino a Estados Unidos― sufrieron el arancel del 25% destinado a estos bienes, como el resto de productores del mundo.
La decisión de Trump de la semana pasada de poner en pausa los aranceles durante 90 días, ante el colapso de los mercados mundiales, puso finalmente al Reino Unido en la misma casilla de salida que el resto de países afectados. Y desató las críticas contra Starmer, al que se acusaba de haber cortejado excesivamente al presidente estadounidense sin haber logrado nada a cambio. Las declaraciones de Vance, a pesar de su falta de concreción, suponen definitivamente un espaldarazo, al menos provisional, a la estrategia de Starmer.
“El Reino Unido está en una buena posición” para alcanzar ese acuerdo, ha dicho a la BBC la ministra británica de Industria, Sarah Jones, horas después de la publicación de las declaraciones del vicepresidente Vance. Sin comprometerse a dar una fecha definitiva al posible acuerdo, la ministra recordaba que “las negociaciones siguen en marcha”, y que el ministro de Negocios y Comercio, Jonathan Reynolds, “está teniendo muchas conversaciones con sus homólogos estadounidenses” para asegurar la consecución de ese tratado.
El Gobierno británico apenas consigue enderezar una economía con crecimiento débil y muchos lastres heredados de los anteriores equipos conservadores. Starmer y su ministra de Finanzas, Rachel Reeves, han apostado por mantener la calma e intentar extraer ventaja de su aparente buena relación con Trump. Reeves viajará a Washington a finales de este mes, para asistir a la reunión de primavera del Fondo Monetario Internacional, y confía en poder dar un impulso importante a un acuerdo en el que el Gobierno laborista ha puesto todas sus esperanzas. Londres sabe que su balanza comercial con Estados Unidos es más favorable a este país que la de otros miembros de la UE, como el propio Vance ha recordado.
“También amamos a los alemanes, pero en su caso, dependen en gran medida de sus exportaciones a Estados Unidos, mientras se muestran bastante duros con las empresas estadounidenses que quieren exportar allí sus productos”, ha señalado el vicepresidente, para alabar a continuación la “relación de reciprocidad” que disfrutan, según él, Washington y Londres.
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