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Tribuna
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Acuerdo de coalición en Alemania: inspirar confianza en medio de la tormenta mundial

El nuevo Gobierno alemán promete unidad, firmeza y presencia en el mundo. Una Alemania paralizada política y económicamente daña al resto de la UE

Friedrich Merz

A principios de mayo la República Federal tendrá un nuevo canciller y un nuevo gobierno de coalición que promete hacerlo mejor que el anterior, lo cual es fácil. Friedrich Merz, el nuevo gobernante, promete seriedad, responsabilidad y menos querellas entre socios. Quiere recobrar la confianza de sus ciudadanos y ofrecerles respuestas a sus inquietudes más inmediatas: Trump y la guerra comercial global, el miedo a una Gran Recesión y el control de la inmigración. Y para eso va a contar con la ayuda de unos socialdemócratas en horas muy bajas que parecen haberse descafeinado en los cuarenta días de negociación con los conservadores: han aceptado que no habrá subida de impuestos, ni habrá impuesto a los ricos. Cada gasto social será muy medido. A cambio, el SPD (Partido Socialdemócrata) logra, a pesar de sus malos resultados electorales (un 16%), la Vicecancillería y seis ministerios: el importantísimo de Hacienda, así como el de Justicia y Consumo, Trabajo y Asuntos Sociales, Medio Ambiente, Cooperación Internacional y Vivienda.

Los conservadores asumen la Cancillería Federal y, además, Exteriores, Interior, Economía y Energía, Familia, Sanidad, Transportes y un nuevo ministerio propuesto por Merz: el de Digitalización y Modernización del Estado. “No vamos a hacer como Elon Musk —decía Merz— pero reduciremos un 8% a lo largo de tres años el número de empleados públicos”. “Se acabaron los faxes en Alemania”, añadía entre sonrisas el futuro vicecanciller, Lars Klingbeil.

El SPD parece haber aceptado que para hacer frente a la extrema derecha hace falta reforzar el centro-derecha y atacar de frente el problema de la inmigración irregular. Así que los socialdemócratas han aceptado que se mantengan los controles en las fronteras, las expulsiones de personas que no cumplan los mínimos requisitos para permanecer en suelo alemán y que sea mucho más difícil la reagrupación familiar. Alemania se cierra definitivamente por más que el SPD insista en que sigue siendo un país de inmigración.

El nuevo Gobierno alemán promete unidad, firmeza y presencia en el mundo. “Germany is back on track”, anunciaba Merz en inglés, aludiendo a Trump, en la presentación oficial del acuerdo de gobierno, que suma 144 páginas. Volver a primera línea supone aumentar el gasto público en defensa y, también, replantearse el regreso de un nuevo modelo de servicio militar, por el momento no obligatorio. Europa esperaba este momento porque el eje franco-alemán debe resucitar cuanto antes. Y porque una Alemania que no crezca y que siga paralizada económica y políticamente daña al resto de los socios. Las reformas aplazadas durante decenios deberían realizarse, pero parece difícil hacerlo en medio de una tormenta internacional. Friedrich Merz no convence al cien por cien a sus compadres de la CDU, quienes no le perdonan que haya flexibilizado el sacrosanto freno a la deuda estatal. Las dudas persisten: si hubiera este domingo elecciones, la extrema derecha lograría un 25% de votos, un punto por encima de los conservadores (24%), según la empresa Ipsos.

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