_
_
_
_

El miedo a la deportación se extiende entre los inmigrantes de Chicago: “Estamos encerrados en casa”

El pastor de una iglesia que acoge a 17 sin papeles responde a la ofensiva contra la inmigración de Trump asegurando que solo dejará pasar a los agentes si presentan una orden judicial

Jesus López, migrante latinoamericano, con su madre en su casa en Chicago, Illinois, en 2022. Foto: AP | Vídeo: EPV
María Antonia Sánchez-Vallejo

El estado de ánimo de los residentes en los barrios de inmigrantes de la periferia de Chicago ante la ofensiva de la Administración de Donald Trump contra los sin papeles abarca todas las escalas del miedo: del recelo al pánico que paraliza. En Hermosa, de mayoría hispana, no se ve un alma por las calles, ni un transeúnte, esos nuevos parias de la civilización, los que carecen de carro en un país construido para el automóvil. También están vacías las marquesinas de las paradas del autobús, los contados parques, de césped raído y quemado por la nieve, y los negocios: taquerías y pupuserías que parecen transparentes al trasluz de sus escaparates desiertos.

María, mexicana sin papeles pese a llevar 30 años en Estados Unidos, confiesa que sale a comprar o a la lavandería a primerísima hora, y que evita desde hace una semana los centros comerciales y “los lugares con gran concentración de gente, porque los agentes del ICE [siglas en inglés del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas] se centran ahí”. Cada comisaría del ICE, 25 en todo el país, ha recibido órdenes de efectuar al menos 75 detenciones diarias. La primera semana de Trump en la Casa Blanca se ha saldado con más de 3.500 arrestos, de los que 1.179 fueron practicados en 24 horas.

Para María, los agentes del ICE, encargados del registro e identificación de extranjeros en la primera parte de la ofensiva —teóricamente dirigida a migrantes con antecedentes penales—, “no distinguen entre buenos y malos”. “¿Sabe usted? Yo no veo mal que expulsen a los delincuentes, pero somos muchos los que nos ganamos la vida honradamente y contribuimos a la economía de este país con nuestros impuestos”, añade. Como única salvaguarda, María dispone de su carné de identidad del Estado de Illinois, su número de la Seguridad Social, el permiso de conducir y una licencia de VTC, renovada anualmente, pero todo esto, reconoce, no le serviría de nada “si se ponen las cosas feas”. “Porque papeles, los de verdad, no tengo, ni yo ni ninguno de mis hermanos”, explica.

De ahí su encierro, por miedo a un encuentro fortuito con los migras, los agentes de inmigración: el azar acrecienta la sensación de miedo. “Gracias a la pandemia aprendimos a mantener la despensa surtida, por eso no nos está costando estar encerrados en la casa. Si nos falta algo, salimos a la calle como si fuéramos de perfil, procurando que nadie nos vea… Yo tengo que seguir trabajando, pero empiezo mi jornada a las seis de la mañana y no creo que a esa hora me vaya a encontrar al ICE, aunque nunca se sabe…”.

Canales de información

María asegura que desde la victoria electoral de Trump, las redes vecinales echan humo, con canales de información sobre registros en tal o cual casa, consejos para burlar el encuentro o la presencia sospechosa de automóviles en el vecindario, “porque en algunos lugares los agentes no vienen en furgonetas identificadas, sino en carros negros, pequeños y discretos”, explica. Eso explica que el mero intento de preguntar por una dirección desde la trasera de un vehículo oscuro, al caer la tarde, empuje al interpelado a apretar el paso. Los pocos que se aventuran por las calles lo hacen por vías traseras y callejas.

A dos cuadras de distancia de donde vive María, el pastor Marvin del Ríos, de la iglesia baptista Starting Point, asegura que no le quedaría más remedio que obedecer las leyes si un día una patrulla del ICE se presenta en su iglesia en busca de un sospechoso. “Pero con orden judicial, y con el nombre explícito de quien buscan. No voy a permitir un registro general, aleatorio, y mucho menos dejarles pasar si se presentan sin una orden de búsqueda”, asegura.

El pastor Marvin del Ríos, en el interior de su iglesia, este lunes.
El pastor Marvin del Ríos, en el interior de su iglesia, este lunes.

Porque la iglesia del pastor Del Ríos, que ofrece servicios bilingües y uno específico para migrantes, es también un refugio, ahora con 17 huéspedes, todos varones. Es uno de los albergues que alivió la presión de los municipales cuando a Chicago, ciudad santuario gobernada por los demócratas, empezaron a llegar migrantes de la frontera, en la primavera de 2022. “En 18 meses han pasado por aquí unos 70, y ahora viven con nosotros 17, de distintas procedencias y edades”.

Durante la acogida en la parroquia, explica el pastor, reciben, además de una cama y comida, la ayuda necesaria para tramitar el permiso de trabajo. “Hoy [por este martes] están todos fuera, gracias a Dios, en sus trabajos. Ya traíamos a la gente de los albergues municipales, pero desde que cerraron, el último en diciembre, vienen directamente a nosotros”, explica.

Erbin Escalona, un abogado venezolano que tras cruzar el Darién llegó a Chicago en noviembre de 2023 —en el punto álgido de la última crisis migratoria—, conoció la existencia de la iglesia de Starting Point en un albergue municipal, y no tardó en sumarse a la comunidad como feligrés y voluntario. Hoy, con permiso de estancia temporal, tramita en sus horas libres, las que le deja un trabajo como vigilante en un colegio, las solicitudes de asilo de los beneficiarios de la parroquia: mexicanos que arguyen persecución por algún cartel de la droga; una colombiana por discriminación LGTBI, haitianos, hondureños, “de todas partes de América Latina”, explica, mientras muestra un puñado de formularios. “Yo nunca había llevado asuntos de inmigración, pero mi experiencia como abogado aquí sirve de ayuda”.

Miembros de la comunidad migrante en la iglesia  Starting Point en Chicago, Illinois este 26 de enero.
Miembros de la comunidad migrante en la iglesia Starting Point en Chicago, Illinois este 26 de enero.Vincent Alban (REUTERS)

Los acogidos en la iglesia están de acuerdo, como la mexicana María, en la repatriación de delincuentes, “porque dicen que les están dando mala fama”, asegura el pastor, “pero nos está llegando información de que cuando los agentes van a un negocio o una empresa a detener a uno en concreto, se llevan a todos los que encuentran: gente con faltas y delitos menores, como una multa por conducir sin licencia”. El “todos” a que se refiere Del Ríos apunta a características concretas: piel morena, figuras chaparras, de baja estatura. Una identificación racial que suena a eso, a racismo, conviene el pastor sin querer utilizar la palabra.

Tampoco habla de política, pero sí de leyes: “Si [los agentes] vienen a la iglesia sin una orden y no les dejo pasar, adelante, que me denuncien, conozco mis derechos. Porque no estamos ayudando a criminales, sino a perseguidos. Dicen que están buscando a criminales, pero están pagando justos por pecadores”. Los 17 huéspedes de la iglesia salen mientras tanto a la calle haciendo profesión de fe de sus derechos, por endebles que sean: el derecho a una llamada, a mantenerse en silencio, a llamar a un abogado.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_