Borrell, en Kiev: “Europa no puede estar cada cuatro años dependiendo del humor de los electores estadounidenses”
El temor ante la presidencia de Trump marca la última reunión oficial entre Zelenski y el jefe de la diplomacia europea
Pueden contarse con los dedos de una mano los dirigentes europeos que gozan de tanta popularidad en Ucrania como Josep Borrell. Sea en la calle o en los despachos del poder político, el jefe de la diplomacia europea es considerado de forma unánime como uno de los mayores aliados que ha tenido el país contra la invasión rusa. A pocas semanas de retirarse, en su último viaje oficial a Kiev, el presidente Volodímir Zelenski ha recibido a Borrell este lunes en Kiev con grandes palabras de aprecio: “Por haber estado siempre al 100% al lado de Ucrania, al lado del pueblo ucranio”.
Zelenski ha indicado en un comunicado que los asuntos que ha abordado en la quinta visita de Borrell a Ucrania han sido, entre otros, la manera de elevar la cooperación con la UE y cómo completar la transferencia del préstamo de 50.000 millones de dólares (47.000 millones de euros) acordado entre su Gobierno y los países del G-7 a partir de los activos rusos congelados en el exterior. Las dos cuestiones principales para Borrell, según ha explicado este a EL PAÍS antes de la cita con el presidente, eran la situación en el frente de guerra, donde los rusos están avanzando al ritmo más alto desde el inicio de la invasión en 2022, y la futura presidencia de Donald Trump en Estados Unidos. Zelenski centra sus esfuerzos diplomáticos en convencer al presidente electo estadounidense de dar un giro de 180 grados a sus promesas electorales de cortar el grifo armamentístico para Ucrania y cerrar cuanto antes un final de la guerra, aunque sea a costa de ceder territorios ucranios al invasor.
La postura de Borrell, como la de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, es que la Unión Europa debe asumir cuanto antes su papel como garante de la seguridad del continente: “Europa está en peligro y los europeos deben asumir sus responsabilidades. No podemos estar cada cuatro años dependiendo del humor de los electores estadounidenses”. La idea de que el paraguas protector de la OTAN, del hermano mayor estadounidense, evita decisiones dolorosas, ha terminado: “El paradigma era, en defensa, cuanto menos, mejor. Y siempre uno prefiere subir las pensiones, pero todos los colectivos humanos necesitan defenderse”.
Borrell, en conversación con este diario, ha reflexionado sobre algunas de sus decisiones que le han hecho ser merecedor de la gratitud “para siempre” del pueblo ucranio, según dijo el sábado el ministro de Exteriores, Andrii Sibiga. “Estoy satisfecho de haber conseguido romper el tabú de que la UE no podía financiar ayuda militar a un país en guerra. No se podía hacer porque no se había hecho, hasta que lo hicimos. Y se hizo porque yo lo propuse de una forma bastante enérgica. Y cuando alguien de mi equipo me propuso la primera cifra, yo dije que le pusieran dos ceros detrás”, explica el veterano político catalán.
Esta es la cuestión de la que se siente más satisfecho Borrell de su trabajo durante los casi tres años desde que empezó la invasión, en despertar conciencias para que Europa asuma que no debe ser solo un “poder blando”, una potencia económica y diplomática, también tiene que ser una unión militar para defender a sus Estados y a sus futuros miembros, como Ucrania. “En los últimos años he tenido a veces la sensación de predicar en el desierto”, dice Borrell, “ha hecho falta que llegue la guerra en Ucrania, que le viéramos las zarpas al oso, para que la gente empiece a pensar que debemos tener más capacidad de defensa.”
El jefe de la diplomacia europea ha recalcado que es una cuestión de “pedagogía” explicar a la ciudadanía que aumentar el gasto público en defensa es de interés general: “A mis amigos estonios cuyas familias fueron deportadas dos veces no tienes que explicarles el peligro existencial que es Rusia. Desde Cádiz, o desde Lisboa, la visión es diferente. La geografía y la historia importan y mucho”. De lo que está menos satisfecho Borrell es de las decisiones militares que se han tomado con retraso, por miedo a una escalada bélica con Rusia, desde la entrega de tanques, la de los aviones de combate F-16 o la autorización de golpear objetivos militares en suelo ruso con armamento occidental: “Cada vez que se ha tenido que dar un salto cualitativo en la ayuda militar hemos valorado cuidadosamente, para decirlo de forma diplomática, cómo Rusia iba a reaccionar”.
Uno de los proyectos armamentísticos en los que Borrell se puso al frente, a principios de 2023, fue el compromiso de que la UE daría a Ucrania un millón de proyectiles de artillería en un año. Todavía hoy no se ha completado el número, admite el veterano político socialista: “Cuando llega la guerra de Ucrania nos damos cuenta de que nuestra capacidad, no de defensa, sino la industrial de producir los elementos básicos de la defensa como munición de artillería, está bajo mínimos. Y cuando prometemos a Ucrania que le entregaremos en unos meses un millón de proyectiles, en ese momento, la cifra, simbólica, se lanza sin saber muy bien cómo satisfacer esos plazos tan cortos. Estamos a punto de conseguirlo, y eso que se ha aumentando un 40% la capacidad de producción [de munición]”.
Raphael Glucksmann, destacado eurodiputado socialista francés, criticó la semana pasada en la radio France Inter que era increíble que un país tan pobre como Corea del Norte haya podido aportar a Rusia cuatro veces más munición que la UE a Ucrania. Borrell se defiende: “Que alguien se sorprenda de que Corea del Norte sea capaz de producir más armamento que Europa es que no sabe qué es este país. Corea del Norte es un Estado militarizado, un país en Estado de guerra permanente, viven para eso, bajo una feroz dictadura, aunque pasen hambre. Esa por suerte no es la realidad existencial de los europeos”.
Integración en la UE
La integración de Ucrania en la UE es otro de los asuntos que ha tratado Borrell en su último periplo oficial de tres días al país, en sus encuentros con Zelenski, con el primer ministro, Denis Smihal, con Sibiga y con el titular de Defensa, Rustem Umérov. El Gobierno ucranio quiere acelerar la incorporación de Kiev al club comunitario en un periodo menor a los tres años, algo que la propia Von der Leyen ha descartado —aunque indirectamente— al afirmar el pasado septiembre que la legislatura europea recién iniciada, de cinco años, debe servir para preparar el camino ucranio hacia la UE. El ministro de Exteriores polaco, Radoslaw Sikorski, provocó la ira de Zelenski en una reunión en septiembre en la que recordó al jefe de Estado ucranio que acceder a la Unión no es fácil, y que a Polonia le costó 10 años.
Borrell opina que la realidad ucrania es que las circunstancias de acceso a la UE de Polonia o de España —que también requirió de una década— no son las mismas: “Si a la parte ucrania le dices que tardarán 10 años, eso es una ruptura de expectativas. Este proceso debe tener una implementación progresiva, no puede ser darlo todo al final, que es como han sido hasta ahora los procesos de adhesión. Tiene que ser una integración gradual, a medida que realizan los esfuerzos de reforma. El caso de Ucrania no es el de un país cualquiera, y Europa se juega su credibilidad”.
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