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La presidenta de Georgia alerta de fraude por parte del Gobierno “títere” de Rusia en unas elecciones clave

El Estado caucásico acude a las urnas el próximo 26 de octubre en medio de síntomas de deriva autoritaria. La mandataria proeuropea acusa al Gobierno de maniobras electorales irregulares

La presidenta de Georgia, Salomé Zurabishvili, en la apertura de la cumbre por la paz en Ucrania celebrada en Bürgenstock, cerca de Lucerna (Suiza), el 15 de junio pasado.
La presidenta de Georgia, Salomé Zurabishvili, en la apertura de la cumbre por la paz en Ucrania celebrada en Bürgenstock, cerca de Lucerna (Suiza), el 15 de junio pasado.Denis Balibouse (REUTERS)
Andrea Rizzi

El mundo vive un gran pulso entre fuerzas democráticas y autoritarias. La fricción aparece en distintos momentos y en distintos lugares del atlas. Ucrania es hoy, con su guerra brutal, el epicentro de esa tensión. Pero esta asume múltiples formas. Georgia encarna estas semanas otro momento y lugar importante en esa gran lucha. El país afronta el próximo día 26 unas elecciones legislativas que son una encrucijada entre el espectro del hundimiento en un pozo autoritario filorruso y la esperanza de mantenerse en un camino democrático y de integración europea. Salomé Zurabishvili, presidenta del país ―un cargo sin poder ejecutivo― denuncia que Sueño Georgiano, partido al mando desde 2012 cuya deriva autoritaria ha inducido a la UE a congelar el proceso de adhesión del país caucásico, está llevando a cabo maniobras fraudulentas ante la convocatoria electoral. No obstante, se muestra esperanzada de que una masiva movilización de votantes pueda sobreponerse a las turbias operaciones que denuncia.

“Es evidente que Sueño Georgiano ya ha perdido las elecciones. Su apoyo está en torno al 30%, y aun con lo que yo llamo el ‘fraude habitual’, algo que es relativamente común en Georgia, pueden lograr aumentar esa cifra alrededor del 40%, y eso siendo bastante generosos”, señaló la presidenta en un encuentro con un grupo conformado por una decena de expertos y cuatro periodistas celebrado en su palacio presidencial, en Tbilisi. “Espero que las autoridades no se arriesguen a robar las elecciones”, dijo.

“Yo distingo entre fraude electoral, al que ya hemos asistido ―y del cual no hay ninguna duda― y los obstáculos que se han creado para dificultar el voto de la diáspora”, precisó. “Hemos encontrado varios casos de fraude, a los cuales ya estamos acostumbrados, y es algo casi cuantificable, estimado en alrededor del 10%. Sin embargo, creo que una movilización masiva de votantes, especialmente entre los jóvenes, puede contrarrestar estos problemas. La principal preocupación ―y tragedia― sería si se atrevieran a robar las elecciones. Soy optimista; no creo que tomen ese riesgo, especialmente si hay una movilización clara dentro de la población”.

Ante la deriva autoritaria de Sueño Georgiano ―hecha de colonización de las instituciones del Estado y de leyes que aplastan la discrepancia en la sociedad civil―, cuatro partidos de la oposición de diferente inspiración han formado una suerte de frente común para evitar que siga en el poder ―y en la deriva―. Zurabishvili, que fue elegida para la máxima magistratura en 2018 como independiente, pero con el apoyo de Sueño Georgiano, se fue convirtiendo a lo largo del mandato en una fuerza de resistencia ante los desmanes de ese partido, pese a que su cargo tiene limitadas atribuciones.

Esgrimió su poder de veto para repeler la más polémica de las leyes de Sueño Georgiano ―la de agentes extranjeros, que estigmatiza y obstaculiza la acción de organizaciones de la sociedad civil con financiación extranjera con un formato muy parecido a la ley rusa de 2012―. El Parlamento finalmente aprobó de todas formas la ley, y ella fue sometida a un fracasado intento de impeachment. Ahora desempeña una suerte de papel de guía y árbitro de la heterogénea coalición opositora.

“No puedo enfatizar lo suficiente cuán crítico es este momento. Durante muchos años, Georgia no ha enfrentado un punto de inflexión tan decisivo de cara a sus elecciones. Esta vez, no se trata solo de seleccionar partidos políticos, como en el pasado, sino de decidir el futuro del país: si continúa en su camino europeo, que ha perseguido desde su independencia”, dijo Zurabishvili durante el encuentro, celebrado a principios de octubre en el marco de un viaje de estudio organizado por los centros de pensamiento Gnomon Wise y CIDOB, y parcialmente financiado por la Fundación Bertelsmann, la Universidad de Georgia y el Foro Impact.

Ante quienes dudan de la naturaleza, intenciones y relaciones con Rusia de Sueño Georgiano, que en sus inicios mantuvo planteamientos proeuropeos y todavía hoy, pese a hechos autoritarios que son la antítesis de la UE, no habla explícitamente de querer abandonar el camino europeo, Zurabishvili tiene un mensaje rotundo. “Lo que tienen aquí los rusos es prácticamente un régimen títere que juega por ellos y que utiliza su modus operandi”. El líder de facto de Sueño Georgiano es Bidzina Ivanishvili, un magnate que amasó su fortuna en Rusia.

“Única institución independiente”

Ivanishvili apoyó a Zurabishvili en la campaña de las presidenciales de 2018. Hoy están en las antípodas. Conversaciones mantenidas con varios dirigentes opositores muestran que hay entre ellos un amplio y alto grado de confianza en ella, considerada como la “única institución independiente” de Georgia.

La naturaleza de frente heterogéneo de la coalición opositora y la ausencia de un líder partidista que claramente destaque otorgan a la presidenta un papel de particular preeminencia en el actual contexto político. Zurabishvili, nacida en Francia de una familia que huyó tras la invasión bolchevique de Georgia en 1921, está utilizando esta posición para perfilar una estrategia de pugna política y cuajar denominadores comunes en la coalición.

“He estado trabajando con los cuatro partidos proeuropeos en la Carta de Georgia desde hace algún tiempo. Los cuatro la han aceptado. La carta establece el plan de acción para recuperar el camino de Georgia: la derogación de las leyes antieuropeas adoptadas en los últimos meses, la amnistía para los arrestados o multados durante las protestas de marzo y abril, y una serie de medidas que el Parlamento debe implementar rápidamente para iniciar la reforma crucial del sistema de justicia”, dice.

Zurabishvili cree que un eventual Gobierno de cambio debería ser eminentemente técnico. “Apoyo firmemente la idea de un Gobierno técnico, siempre que se forme a través de consultas con los partidos políticos. En esta etapa necesitamos un Ejecutivo compuesto por individuos sin afiliaciones políticas claramente definidas. Este enfoque es un camino directo hacia la despolarización, involucrando a personas que carecen de antecedentes políticos importantes y que no tienen grandes rencores entre sí. Debemos reconocer que la opinión pública, como en muchos otros países, refleja una falta de confianza en los partidos políticos”, señala.

La presidenta toca un nervio esencial con ese razonamiento. Si bien la deriva autoritaria de Sueño Georgiano tiene rasgos muy evidentes, el pasado de partidos y dirigentes de la oposición despierta profundo recelo en un sector importante de la sociedad del país. La promesa de primavera democrática después de la llamada Revolución Rosa de 2003 acabó en una deriva profundamente cuestionable que le granjeó gran hostilidad al partido del entonces presidente Mijaíl Saakashvili, que es hoy parte importante de la coalición opositora. Ese contexto es la clave de la apuesta de Zurabishvili ―que fue ministra de Exteriores bajo Saakashvili, quien se lo ofreció cuando ella era diplomática francesa― por un Ejecutivo técnico. Ese historial es el motivo por el que la eventual derrota del autoritario Sueño Georgiano representaría una esperanza democrática y de camino europeo más que una garantía.

Pero para ello hay que ganar las elecciones, y en Tbilisi ―y en Bruselas― abundan las dudas acerca de si Sueño Georgiano permitirá que se desarrollen con total regularidad y acepte después una eventual derrota. Zurabishvili es una figura que tendrá un papel importante, también por sus fluidos contactos con Europa. El encuentro en el que expresó las ideas recogidas en esta información se produjo después de una gira por capitales europeas en la que, entre otros, se reunió con el mandatario francés, Emmanuel Macron, y el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel.

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Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).
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