Israel extiende a Siria su ofensiva en la región ante la inacción de Damasco
El ejército israelí ha intensificado sus bombardeos contra objetivos iraníes y libaneses en territorio sirio con más de 200 ataques en los últimos 12 meses. El régimen de El Asad condena la ofensiva, pero no toma represalias
A un tiro de piedra del palacio presidencial, en el distrito de Al Mezzeh, en el suroeste de Damasco, la capital de Siria, tres misiles israelíes golpearon y dejaron al desnudo en la noche de este martes varios inmuebles de una zona residencial. Según la información facilitada por el régimen a través de la agencia estatal Sana, los proyectiles, que volaron desde los Altos del Golán, territorio sirio ocupado por Israel, se cobraron la vida de al menos siete civiles. El Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), con informadores en el terreno, elevó este número hasta nueve: un médico yemení, junto a su esposa y tres hijos; una joven también facultativa, y una pareja con otro menor. En el ataque murieron además dos miembros de la milicia libanesa Hezbolá. Siguiendo las cuentas del OSDH, los bombardeos de Israel en suelo sirio desde que empezó el año superan ya el centenar, aunque pasan más desapercibidos por la gran magnitud de las operaciones israelíes en Gaza y ahora en Líbano. Es decir, una ofensiva a fuego lento que, sin embargo, no ha obtenido respuesta directa del régimen de Bachar el Asad. Y esto pese a causar muertes entre la población y el ejército.
“Constituye una extensión de los crímenes de genocidio cometidos por esta entidad infiel [en referencia al Estado judío] contra los palestinos y libaneses”, manifestó este miércoles el Gobierno sirio en un comunicado de condena al bombardeo en el barrio de Al Mezzeh. “La República Árabe Siria […]”, decía la nota, “destaca la necesidad de tomar medidas inmediatas para evitar que continúe”. No concreta esas medidas. De confirmarse el número de víctimas, el ataque israelí de este martes sería uno de los más letales tras el perpetrado en abril contra el complejo diplomático iraní, en el mismo distrito damasceno. Fallecieron 16 personas, entre ellas Mohammad Reza Zahedi, alto mando de la Guardia Revolucionaria iraní. En lo que va de año, las bombas israelíes han matado a 39 civiles, por 257 combatientes, entre ellos, 56 soldados regulares.
La gráfica reunida por el proyecto de monitoreo de conflictos Acled muestra en los últimos años una línea constante de acciones violentas de fuerzas estatales israelíes en territorio sirio, desde el aeropuerto y alrededores de la norteña Alepo, a la capital y su aeródromo, más la región suroeste siria que conduce hacia Líbano e Israel. Tras el ataque de la milicia palestina Hamás en suelo israelí, el 7 de octubre de 2023, el dibujo de la curva se dispara hacia arriba. En los últimos 12 meses, Acled ha anotado en torno a 220 bombardeos israelíes, el doble de lo registrado en el mismo periodo en el año anterior. Los objetivos en esta ofensiva son dos: la milicia libanesa Hezbolá y la Guardia Revolucionaria iraní. Sus enemigos.
El frente abierto por Israel en Siria no es nuevo, aunque ha ganado intensidad en el último año. Con una sólida enemistad labrada tras la declaración del Estado de Israel en 1948 y el enfrentamiento entre los dos países en tres contiendas (a la librada entre árabes e israelíes en aquel año, hay que sumar la guerra de los Seis Días, en 1967, y la de Yom Kipur, en 1973), ha sido el conflicto civil sirio desatado desde marzo de 2011 el que ha puesto de nuevo Siria a tiro del ejército israelí. El motivo: la entrada en juego de Hezbolá e Irán para auxiliar al régimen de El Asad ―correligionarios en la rama chií del islam―. El objetivo de Israel, más allá de perjudicar a Damasco, ha sido impedir que la milicia libanesa y el Cuerpo de Guardias de la Revolución iraní utilizasen la trinchera siria para el tráfico y almacenamiento de armas que pudieran ser utilizadas en su contra. Según un informe del Centro de Estudios Estratégicos Internacionales, con sede en Washington, Hezbolá cuenta con entre 120.000 y 200.000 misiles almacenados entre Líbano y Siria―.
Este escenario volátil se complica además en un país con casi tantos frentes como grupos armados, con un norte en disputa entre milicias kurdas y aliados del ejército turco, con la presencia del Estado Islámico y afines de Al Qaeda ―el 29 de septiembre, la aviación estadounidense mató allí a 37 terroristas―, con Rusia en apoyo a Damasco, e incluso efectivos ucranios que desafían las operaciones de Moscú.
Una deriva belicista que ha machacado la economía, la soberanía, al ejército y al Gobierno de El Asad, poco proclive en este contexto a hacer frente ahora a Israel, más si cabe con las lecciones aprendidas de derrotas pasadas. “Cualquier apoyo activo y significativo a Hezbolá”, afirma en un intercambio de correos Armenak Tokmajyan, del centro de análisis Carnegie Middle East Center, con sede en Beirut, “probablemente desencadenaría una dura respuesta militar israelí, con importantes consecuencias para el régimen de El Asad”.
Incursión terrestre
Sirva lo siguiente de botón de muestra de la actual coyuntura: el pasado 8 de septiembre, en una operación nada habitual, fuerzas especiales israelíes llevaron a cabo una incursión terrestre cerca de la localidad de Masyaf, en la provincia de Hama, en la franja occidental siria. Los uniformados, miembros de la unidad de élite Shaldag, según recogió la publicación estadounidense Axios, destruyeron en la ofensiva, acompañada por bombardeos de la aviación israelí en la región, una fábrica subterránea de misiles de precisión. Las fuentes manejadas por este medio datan en 2018 el inicio de construcción de estas instalaciones, bajo el mando de Irán y en coordinación con Hezbolá y el régimen sirio. Al menos 18 personas perdieron la vida, entras las que hubo de nuevo civiles y miembros del ejército regular sirio.
La ecuación fue la misma: el régimen denuncia los bombardeos y la muerte de civiles y militares, sin tomar represalia alguna, mientras Israel calla y sigue actuando bajo la premisa, repetida en el último año por sus portavoces en Defensa, de que atacará a sus enemigos allá donde estén. Y en Siria lo están: el propio Hasan Nasralá, líder de Hezbolá aniquilado por Israel el pasado 27 de septiembre, admitió en alguna ocasión que había perdido hombres en territorio sirio. Algunos de estos combatientes a las órdenes de la milicia libanesa fueron alcanzados en el país árabe vecino durante la operación israelí con buscas y walkie-talkies desarrollada a mediados del mes pasado.
La presencia del enemigo al norte de los Altos del Golán ―Israel se anexionó de forma ilegal dos tercios de este territorio sirio en 1981― era ya evidente para el ejército israelí antes del 7 de octubre de 2023. Pero el inicio, un día después, de una campaña sistemática de lanzamiento de cohetes y misiles hacia el norte del Estado judío desde posiciones de Hezbolá, ha intensificado y hecho más letal la ofensiva israelí a la caza de sus arsenales y miembros en Siria. “El régimen [sirio] tiene cierta influencia sobre estas milicias”, señala Tokmajyan, “pero es probable que reciban órdenes de Teherán. A veces esas órdenes están en línea con los intereses de El Asad, pero en otros casos no”.
El riesgo de que Israel vaya más allá es tal que este jueves, a preguntas en Moscú de un periodista, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, ha alertado de los efectos catastróficos que podría tener una acción militar más amplia.
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