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El médico que viaja a Gaza y Líbano para curar las mismas heridas por las mismas bombas

El cirujano palestino-británico Ghassan Abu Sitta, convertido en rostro conocido por su actividad durante la guerra en dos hospitales de la Franja, vuelve a tratar a víctimas de ataques israelíes, ahora en Beirut

Ghassan Abu Sitta
Ghassan Abu Sitta, en la cafetería del hospital de la Universidad Americana de Beirut, el pasado septiembre.Tamara Saade
Antonio Pita

Este miércoles hará un año que el cirujano palestino-británico Ghassan Abu Sitta viajó a toda prisa de Londres a Gaza. Israel, que acababa de sufrir el ataque masivo de Hamás, bombardeaba ya con dureza la franja palestina desde el aire, pero no la había invadido, así que Abu Sitta ―acostumbrado a plantarse a toda prisa como voluntario en contextos bélicos: 12 crisis y dos libros sobre el tema― entró como voluntario de Médicos sin Fronteras.

En Gaza, pasó 43 días amputando y haciendo reconstrucciones a víctimas de los bombardeos israelíes en dos famosos hospitales (Al Ahli y Al Shifa) en los que se convirtió, gracias en parte a su dominio del inglés, en un rostro conocido al que recurrían los medios. Hasta que, cuenta ahora, faltó hasta el material médico para operar. “En Deir al Balah, vi las salas de operación vacías, y a los médicos sentados, sin poder hacer nada, porque no había combustible ni medicación. El problema no era el número de médicos. Sentía sobre todo frustración”. Quedarse le pareció arriesgar su vida para nada y regresó a Londres.

No era la primera vez que acudía a Gaza: ya estuvo allí como estudiante de Medicina durante la Primera Intifada (1987-1993) y en las distintas ofensivas israelíes desde 2008. Es también donde su padre acabó de niño como refugiado, antes de mudarse a Kuwait (donde nació Ghassan hace 55 años) y luego, al Reino Unido.

El pasado 18 de septiembre, en Londres, tuvo un reflejo similar. Vio en las noticias que miles de buscas encargados por Hezbolá habían sido detonados a distancia y los hospitales se iban colapsando con gente que había perdido una mano o la vista. Todas las sospechas apuntaban a los servicios secretos israelíes. Tomó un vuelo nocturno y a las ocho de la mañana del día siguiente ya estaba en el hospital de la Universidad Americana de Beirut, donde había dirigido el departamento de cirugía plástica y reconstructiva entre 2012 y 2020.

“Vine directamente desde el aeropuerto y seguimos operando hasta el sábado por la tarde. El domingo intentamos empezar a dar de alta a los pacientes, porque nos preocupaba que no hubiese sitio en el hospital si pasaba algo. Entonces llegó el lunes…” Es decir, el 23, la jornada más letal en Líbano desde la guerra civil, por encima de la explosión del puerto de Beirut en 2020 y de los 34 días de la guerra de 2006 entre Israel y Hezbolá.

El resto es conocido: Israel bombardea diariamente el país desde entonces, causando más de 1.400 muertos y devolviendo a Abu Sitta en Líbano al mismo círculo siniestro que comenzó casi un año antes en Gaza. “Mismas municiones, mismos perpetradores, mismas heridas, mismos grupos de edad… Siento que es la misma guerra. No una diferente. Y por los mismos motivos”. Se encuentra, principalmente, con heridas por explosiones o por el aplastamiento de los escombros.

Ghassan Abu Sitta
Ghassan Abu Sitta, en la cafetería de la Universidad Americana de Beirut.Tamara Saade

Lo cuenta en la cafetería del hospital, en una pausa entre cirugías. Acaba de tratar a una niña “con la cara abierta por la mitad, como un libro”, por uno de los bombardeos. “Lo terrible es tener que tratar a los niños de nuevo. Lo había dejado en un rincón de mi mente. Pero, al ver a uno con una pierna amputada, otro con la cara destrozada, al ver a los padres… todo me vuelve a la mente. Hay una expresión en los rostros de los padres cuando se dan cuenta de que no han podido proteger a sus hijos... Es un dolor abrumador que va más allá de cualquier sentimiento personal”, asegura.

Abu Sitta, en realidad, llegó a Beirut antes, en agosto, cuando el asesinato del número dos de Hezbolá, Fuad Shukr, en Beirut, y del líder de Hamás, Ismail Haniye, en Teherán, le llevaron a la conclusión de que la guerra entre Israel y Hezbolá era solo cuestión de tiempo. Dedicó un mes a visitar centros médicos y convencerles de que se preparasen para lo que se venía. “Me preocupó mucho ver lo frágil que se había vuelto el sistema de salud como resultado de estos cuatro años de colapso económico”, recuerda.

“Todo el mundo lo vio venir”

Regresó al Reino Unido para la inauguración del año académico en la Universidad de Glasgow, de la que es rector, y justo entonces Israel actuó como él preveía. “Una de las cosas más descorazonadoras es que todo el mundo lo vio venir”, dice. “Y todo lo que habría hecho falta era un embargo de armas o sanciones [a Israel]. Siguió aumentando las provocaciones hasta obtener más de lo que quería. Y es obvio que [el primer ministro israelí, Benjamín] Netanyahu tiene vía libre hasta el próximo 20 de enero”, cuando el presidente de EE UU, Joe Biden, cederá el puesto al vencedor de las presidenciales de noviembre: la demócrata Kamala Harris o el republicano Donald Trump.

En los meses previos, su nombre había reaparecido en las noticias, aunque no estuviese en Gaza ni en Líbano. En enero de 2024, trasladó su testimonio en La Haya a los investigadores del Tribunal Penal Internacional, cuyo fiscal pidió cuatro meses más tarde el arresto de Netanyahu; su ministro de Defensa, Yoav Gallant; y tres dirigentes de Hamás (de los que Israel solo da con vida a Yahia Sinwar, cerebro del ataque del 7 de octubre), por presuntos crímenes de guerra y contra la humanidad.

En abril, la Universidad de Glasgow le nombró rector, con un 80% de los votos de los estudiantes. Ese mismo mes, estaba invitado a un congreso sobre Palestina en Berlín, igual que Yanis Varoufakis, el famoso exministro izquierdista de Finanzas de Grecia, y su tío Salman, un investigador sobre la Nakba que tenía prohibido ejercer “actividades políticas” en Alemania tras alabar en un artículo a los “valientes” autores del ataque del 7 de octubre, que dejó casi 1.200 muertos, sobre todo civiles. Un minuto después de que Salman empezase a hablar en directo por videoconferencia, la policía cortó la electricidad y canceló el resto del evento.

Ghassan estaba entonces de camino a Berlín. Al llegar al aeropuerto, fue interrogado durante tres horas y las autoridades de Alemania le hicieron dar la vuelta, con la prohibición añadida de ingresar en el espacio Schengen durante un año. A causa de la interdicción, tampoco pudo personarse en el Senado francés. Un diputado de Los Verdes lo había invitado a hablar de la crisis sanitaria en Gaza. Un recurso judicial motivó el fin de la prohibición y en junio estuvo en el Congreso de los Diputados de España, invitado por Podemos.

Ahora podría seguir contando en otras partes de Europa lo que vio en Gaza, pero siente que está donde tiene que estar. Le cuesta hablar solo de medicina o de los casos que trata. Habla tranquilo, pero enseguida lleva la conversación a la política, a Israel, al apoyo de Occidente... O ironiza: “Los niños viven en casas. Así que, cuando bombardeas casas, matas niños”.

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Sobre la firma

Antonio Pita
Corresponsal para Oriente Próximo, tras cubrir la información de los Balcanes en la sección de Internacional en Madrid. De vuelta a Jerusalén, donde ya trabajó durante siete años (2007-2013) para la Agencia Efe. Licenciado en Periodismo y Máster de Relaciones Internacionales y Comunicación por la Universidad Complutense de Madrid.
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