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Olaf Scholz, el canciller siempre al límite

El socialdemócrata lleva tres años al frente de una coalición mal valorada por los ciudadanos que parece constantemente al borde de la ruptura. Las elecciones en Brandeburgo del día 22 vuelven a poner en cuestión su liderazgo

El canciller alemán, Olaf Scholz, durante una visita este sábado al club juvenil de Teltow, Brandeburgo, la circunscripción por la que tiene su escaño en el Bundestag.
El canciller alemán, Olaf Scholz, durante una visita este sábado al club juvenil de Teltow, Brandeburgo, la circunscripción por la que tiene su escaño en el Bundestag.CLEMENS BILAN (EFE)
Elena G. Sevillano

A Angela Merkel la apodaron “la canciller de las crisis”. Durante 16 años capitaneó el barco alemán desde la crisis financiera de 2008 a la del coronavirus pasando por la migratoria de 2015. Prácticamente no tuvo un año tranquilo. Y sin embargo pocas veces llegó a ponerse en duda su liderazgo o la continuidad de sus Ejecutivos. Olaf Scholz, en cambio, siempre parece estar al borde del abismo. Su Gobierno de coalición con verdes y liberales va a cumplir tres años de sobresalto en sobresalto, siempre a punto de romperse. Con cada nueva pelea interna cae su valoración. Pero resiste. Incluso después de obtener sus peores resultados en las europeas y el domingo pasado en las regionales de Turingia y Sajonia, Scholz aguanta, siempre al límite.

También el inédito Ejecutivo tripartito de Scholz —nunca tres formaciones habían formado Gobierno a escala federal— ha tenido su ración de crisis externas en estos años: la salida de la pandemia, la invasión rusa de Ucrania, la espiral inflacionaria, los costes de la energía. Pero son las crisis internas, las desavenencias entre tres partidos tan distintos, las que han estado a punto de estallarle las costuras al Gobierno alemán. El éxito de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), fuerza más votada en Turingia y segunda en Sajonia, ha sido la última prueba de fuego para la coalición. Solo uno de cada diez votantes optaron en estos länder por alguno de los partidos en el Ejecutivo. Difícilmente podría haber salido más debilitado de los comicios.

Y pese a ello, cuando queda apenas un año para las próximas elecciones federales, el canciller dice estar dispuesto a volver a ser candidato. Scholz se ve fuerte pese a las encuestas, que muestran que solo un 18% de los alemanes están contentos con su gestión. Por hacerse una idea, la peor puntuación del también socialdemócrata Gerhard Schröder (1998-2005) durante sus siete años en el cargo —al final de su mandato era extremadamente impopular— fue del 24%. Angela Merkel (CDU) nunca bajó del 40%.

“La insatisfacción con la labor del Gobierno federal es muy alta, hasta el punto de que ha alcanzado un mínimo histórico”, apunta Uwe Jun, politólogo de la Universidad de Tréveris: “Y cuanto más insatisfecha está la gente, cuanto más se queja, cuanto más nota o tiene la impresión de que el Gobierno federal no resuelve sus problemas cotidianos, más recurre a otros partidos, incluso a partidos radicales como acabamos de ver en el este. Es su forma de canalizar la protesta”. El Ejecutivo de Scholz es, en ese sentido, responsable de lo sucedido, añade: “Sí, porque pocas veces hemos visto un Gobierno que haya generado tanto descontento, y eso es preocupante”.

Con los partidos enfrascados ahora en las complicadas negociaciones para formar Gobiernos regionales respetando el cordón sanitario a los ultras, en el horizonte asoma la próxima conmoción: en las elecciones en el Estado federado de Brandeburgo, el próximo 22 de septiembre, AfD vuelve a estar en cabeza en los sondeos. El SPD podría perder el poder allí después de más de tres décadas. El Gobierno de Potsdam, uno de sus grandes bastiones, ha estado en manos de un ministro presidente socialdemócrata ininterrumpidamente desde 1990.

“Parece que el canciller Scholz sigue convencido de que la labor del Gobierno federal es mejor que su reputación”, asegura la politóloga Ursula Münch, directora de la Academia para la Educación Política de Tutzing: “No toma nota de que las valoraciones del electorado van dirigidas contra él”. En las últimas elecciones federales, asegura, se produjo un “milagro” que difícilmente se va a repetir: los “múltiples errores” de sus adversarios, el democristiano Armin Laschet y la verde Annalena Baerbock.

Mientras, las crisis internas no amainan. El Bundestag empieza esta semana a debatir el proyecto de presupuesto para 2025 con vacíos en la financiación de algunas partidas y numerosas diferencias entre los socios. Los liberales de Christian Lindner, ministro de Finanzas, vuelven a pedir rebajas en prestaciones sociales, que son la línea roja de los socialdemócratas. Los tres partidos tratan de marcar perfil propio y de distanciarse del Gobierno de coalición que dirige Scholz.

Tampoco la economía alemana muestra signos de recuperación de su estancamiento, y eso se refleja en la valoración ciudadana. “La estrategia de Scholz está sentando cada vez peor en el partido, con sectores que parecen estar volviéndose en su contra”, añade Münch. Las elecciones en Brandeburgo serán otro punto de inflexión para el canciller. “Una derrota volvería a ponerle en una situación comprometida dentro del partido y podría plantearse abiertamente un cambio en la cancillería, o al menos en la candidatura a canciller”, apunta la politóloga.

A poco más de un año de la cita electoral, el Gobierno de coalición es más impopular que nunca entre los ciudadanos. Sólo uno de cada seis (16%) está muy satisfecho o satisfecho con su labor, según el último sondeo Deutschlandtrend, publicado esta semana. En un mes ha caído cuatro puntos. Es reseñable que la insatisfacción, muy alta entre los votantes de los partidos de la oposición, sea también elevada entre los propios electores del tripartito.

El prestigioso sondeo de la cadena pública ARD indaga también en los asuntos que preocupan a los alemanes: la inmigración y los refugiados. Uno de cada dos encuestados (48%) lo mencionó como el problema más importante que los políticos alemanes deben abordar con urgencia. Tres de cada cuatro (77%) opinan actualmente que es necesaria una política de asilo y refugio radicalmente distinta para que lleguen menos personas a Alemania. Dos tercios de los votantes del SPD de Scholz así lo creen también.

Tras el presunto atentado terrorista islamista de Solingen a finales de agosto el canciller ha endurecido su retórica respecto a la inmigración, pero la oposición le exige todavía más firmeza. El líder de la CDU, Friedrich Merz, le dio un ultimátum este viernes. Debe decidir, dijo, si “está dispuesto a llevar a cabo rechazos en las fronteras”; de lo contrario, la CDU se levantará de las mesas de negociación.

El asunto sin duda protagonizará la campaña electoral en Brandeburgo, el Estado federado que rodea Berlín y que formó parte de la República Democrática Alemana (RDA). “El futuro de Scholz depende en buena medida del resultado de esas elecciones”, reitera Münch. Las últimas encuestas dan una intención de voto al SPD del 24% mientras AfD lidera con el 27%.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.
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