Blanqueo aéreo: bienvenido al aeropuerto Berlusconi de Milán
El Gobierno italiano aprueba dar el nombre del polémico ex primer ministro fallecido a la terminal de Malpensa, una decisión que ha resucitado la discusión sobre su figura, llena de bromas las redes y ya tiene 120.000 firmas en contra
El aeropuerto de Roma se llama Leonardo da Vinci; el de Venecia, Marco Polo; el de Génova, Cristóbal Colón; y hay quien piensa que llamar Silvio Berlusconi al de Milán quizá no esté exactamente al mismo nivel. Igual ocurre, hablando de personajes más contemporáneos, con la terminal de Palermo, dedicada a Giovanni Falcone y Paolo Borsellino, los jueces asesinados por la Mafia y que son, unánimemente, dos héroes nacionales, en un país donde cuesta mucho ponerse de acuerdo sobre algo. En cambio, pocas personas tan divisivas en Italia como Berlusconi, que a un año de su muerte, en junio de 2023, sigue abriendo enconados enfrentamientos: la decisión del Gobierno de Giorgia Meloni de dar su nombre al aeropuerto internacional de Malpensa, en Milán, ha vuelto a reabrir las disputas sobre su figura. Hasta este jueves era solo una propuesta, pero el Ministerio de Transportes ha anunciado por la tarde que ya es oficial.
Para su partido, Forza Italia, y la derecha, Berlusconi fue un gran estadista que cambió el país. Para la izquierda, al margen de la simpatía humana que ni sus adversarios le niegan, era un delincuente que utilizó el poder en beneficio propio y protagonista de escándalos sexuales. En cualquier caso, en redes sociales ya se han disparado las bromas: propuestas como llamarlo mejor aeropuerto bunga bunga (la expresión sobre sus fiestas eróticas que hizo famosa) o instalar barras de lap dance en las salas de espera. El pitorreo del pasajero internacional es precisamente uno de los motivos esgrimidos en contra de la medida. En todo caso, es significativo que tan solo un año después de su muerte, la derecha ya esté trabajando, y con gestos de gran peso simbólico, en la rehabilitación de la memoria del magnate.
La idea no ha salido de su familia ni de su partido, sino que la anunció Matteo Salvini, ministro de Transportes y líder de la Liga, formación históricamente aliada de Berlusconi. El pasado sábado reveló en un acto público que el Ente Nacional para la Aviación Civil (ENAC) se lo había propuesto y le parecía fenomenal. El alcalde de Milán, Giuseppe Sala, del Partido Democrático (centroizquierda), mostró enseguida su oposición y su enfado. Sobre todo, por el hecho de que se haya decidido en solitario, sin consultarlo ni debatirlo con las autoridades de la ciudad ni con la sociedad que gestiona el aeropuerto, donde está el ayuntamiento. “Más allá de la idea y del nombre, es una locura que en Italia una decisión de este tipo la tome una persona, el presidente de ENAC”, ha acusado. El aludido, Pierluigi Di Palma, ha reivindicado con orgullo la paternidad de la idea: “Fue un hombre que rompió esquemas”. Salvini ha respondido al alcalde que se ocupe de tapar agujeros en las calles y ha dado por cerrada la cuestión: “No veo por qué la izquierda debe decidir siempre todo, aunque esté en minoría. Así que el aeropuerto tendrá el nombre de Berlusconi”.
La oposición ya ha pedido explicaciones en el Parlamento y alega que, según la ley vigente, se debe esperar 10 años desde la muerte de una persona para dedicarle una instalación pública. En Milán han surgido propuestas de nombres alternativos, como la bailarina Carla Fracci, milanesa, una de las grandes estrellas de la danza, aunque también ella falleció recientemente, en 2021.
En internet ya ha comenzado una recogida de firmas contra la propuesta que en cuatro días ya ha recabado más de 120.000 adhesiones, con este planteamiento: “Consideramos que un lugar tan significativo y representativo para nuestro país debe ser dedicado a una figura que encarne los valores de honestidad, integridad y servicio a la comunidad. Silvio Berlusconi no refleja estos valores”. El líder de Forza Italia afrontó 30 procesos judiciales por corrupción, falsedad contable y otros delitos, pero al final solo tuvo una condena definitiva en 2013 (la primera sentencia lo definió como “delincuente natural”): cuatro años de cárcel por fraude fiscal, que no cumplió gracias a un indulto de su propia mayoría parlamentaria, pero que llevó al Senado a echarle de su escaño de senador.
No obstante, también queda en la memoria que en realidad en al menos 10 juicios quedó probada su responsabilidad y que, por ejemplo, mantuvo relaciones con la Mafia hasta 1992; que en nueve de sus procesos se libró por la prescripción del delito; y que aprobó 38 normas que redujeron los plazos de prescripción, y anularon o entorpecieron las causas. En ese sentido, su sombra aún es alargada y su partido sigue su obra. Todavía este miércoles, la Cámara de Diputados aprobó una controvertida ley que, según las asociaciones de magistrados, supone un golpe a la lucha contra la corrupción y la criminalidad y va contra las normas internacionales suscritas por Italia: elimina el delito de abuso de poder y reduce el de tráfico de influencias. Además, limita la publicación en prensa de escuchas de investigaciones judiciales. Son viejos anhelos de Berlusconi, y de hecho, el viceministro de Justicia e impulsor de la norma, Francesco Polo Sisto, era uno de sus abogados. Le ha dedicado expresamente la aprobación de la norma.
Que este bautismo aéreo provenga de Salvini ha levantado suspicacias, pues desde que la Liga obtuvo un pobre resultado en las elecciones europeas (8,9% de los votos) se halla en plena campaña de polarización y pullas a sus propios socios de Gobierno. Salvini sabe que Berlusconi sigue dividiendo el país como nadie y se le ha acusado en ese sentido de utilizar al magnate simplemente para montar la enésima bronca.
Su familia sigue una línea más discreta y a largo plazo para preservar su memoria, como una editorial con su nombre para editar clásicos del pensamiento liberal, pero una vez montado el lío, obviamente han salido en su defensa. Marina Berlusconi ya intervino el pasado abril en el diario La Repubblica para protestar por un artículo en el que se ironizaba acerca del aire de beatificación que empleaban los medios afines para hablar de él, “un profeta a medio camino entre Jesucristo y San Francisco”.
En realidad, la familia Berlusconi, y sobre todo sus dos hijos mayores, Marina y Pier Silvio, ambos rodeados de rumores recurrentes de que van a entrar en política, siguen teniendo peso en Forza Italia. Entre otras cosas porque la siguen financiando (solo este año ya han inyectado 600.000 euros). Nadie estaba seguro de qué pasaría con el partido tras el fallecimiento del fundador, y de hecho hasta se mantuvo su nombre en el símbolo de la formación en las elecciones europeas de junio. Al final resultó que Berlusconi gana hasta después de muerto, porque Forza Italia tuvo un buen resultado (un 9,5%, por encima de la Liga), y han surgido nuevas esperanzas de que se mantenga como fuerza de referencia de un centro-derecha moderado. Su actual líder, Antonio Tajani, fantasea con llegar al 20%, apareciendo como la cara razonable del Gobierno y haciendo de contrapeso de Meloni y, sobre todo, de Salvini.
Antes de los comicios europeos, Marina Berlusconi confió en que los partidos euroescépticos, léase la Liga, no obtuvieran buen resultado, y en junio se descolgó con sorprendentes declaraciones de los extremismos: “Si hablamos de aborto, fin de vida o derechos LGTBI, me siento más en sintonía con la izquierda más sensata. Cada uno tiene que ser libre de elegir”.
Por eso ahora la propuesta de Salvini sobre el aeropuerto puede ser un regalo envenenado. Otra de las propuestas recientes de la Liga, entre la castración química para pederastas y suprimir la obligatoriedad de las vacunas, ha sido que la Rai, la televisión pública italiana, aumente su cuota de publicidad. Es algo que hace saltar las alarmas en el grupo Mediaset, el imperio televisivo de los Berlusconi, porque significaría que se reducirían sus ingresos. Este es el tipo de medidas amistosas que se le ocurren a Salvini, y no se puede descartar que otra haya sido precisamente desenterrar la memoria del magnate para que media Italia vuelva a pregonar que era un sinvergüenza. Es otra manera de trabajar contra el olvido.
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