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El Parlamento de Georgia rechaza el veto de la presidenta sobre la ley de agentes extranjeros inspirada en Rusia

La mandataria, Salomé Zurabishvili, crea un frente común de partidos opositores de cara a las elecciones legislativas del 26 de octubre

Georgia
Partidarios de la oposición protestan contra el proyecto de ley sobre “agentes extranjeros” con banderas de Georgia y de la Unión Europea, el 28 de mayo en el centro de Tbilisi, capital del país.DAVID MDZINARISHVILI (EFE)

El Parlamento de Georgia ha rechazado este martes el veto que impuso el 18 de mayo la presidenta del país, Salomé Zurabishvili, al conocido como proyecto de ley sobre agentes extranjeros, que copia una de las principales herramientas represivas del Kremlin contra la disidencia. Con esa medida, Georgia da un paso más hacia la órbita de Rusia y se aleja de Occidente. El Parlamento ha hecho caso omiso de las advertencias de la Unión Europea (el país es candidato a la adhesión), de la OTAN y de las protestas de cientos de miles de georgianos que llevan semanas manifestándose contra una ley similar a la que el presidente ruso, Vladímir Putin, aplica desde 2012 para controlar a ONG y a la oposición. Las protestas en el exterior de la institución no han cesado ni siquiera durante la votación, a pesar de que el resultado era previsible: el partido en el poder, Sueño Georgiano, con 84 diputados en una cámara de 150 escaños, rechazó el veto de Zurabishvili.

El resultado fue de 84 votos a favor. Solo cuatro opositores votaron en contra, el resto abandonó la sala durante un debate que se prolongó siete horas. La norma será devuelta a la mandataria para que la promulgue y, si no lo hace, el presidente del Parlamento pondrá su rúbrica en el proyecto de ley y entrará en vigor en los próximos días. Desde ese momento, toda persona u organización que reciba más de un 20% de sus fondos del extranjero no solo tendrá que detallar sus cuentas, sino que podrá ser obligado a revelar sus fuentes y contactos, incluidos los medios de comunicación y las ONG.

Algunos exiliados rusos en Georgia ven muy claro el paralelismo con la ley del Kremlin. “La reforma es terrible y represiva, el Gobierno georgiano no se quedará ahí y el país se convertirá en una segunda Bielorrusia”, afirma por teléfono María, una joven que salió de Rusia al inicio de la guerra. “Es difícil decir que estoy como en casa, pero es genial”, manifiesta, y agrega que tiene cierta envidia de las protestas de los georgianos contra la norma, aunque ella no se suma porque su visado de turista lo prohíbe y teme ser deportada. “Y no quiero ir a Rusia”, puntualiza.

La reacción de la Unión Europea no se ha hecho esperar con la publicación de una declaración en la que “lamenta profundamente” el veto y que el Parlamento georgiano haya hecho “caso omiso de los detallados argumentos jurídicos de la Comisión de Venecia” contra la ley que “va en contra de los principios y valores fundamentales de la UE”. Los Estados miembro están “estudiando” qué medidas adoptarán ahora. Pero avisan que la promulgación “supone un retroceso” en el proceso de adhesión “y tendrá un impacto negativo en el camino de Georgia hacia la UE”.

Con este episodio, la batalla entre Gobierno y oposición no ha hecho más que comenzar. Salomé Zurabishvili, que había previsto el rechazo a su veto, presentó este lunes una carta programática para que la suscriban los partidos de la oposición, con el fin de presentarse juntos a las elecciones legislativas del próximo 26 de octubre. El documento, suscrito por la mayoría de las formaciones, tiene como primer y principal punto la “revocación de leyes perjudiciales para el rumbo europeo del país”, en particular la de “Transparencia de la Influencia Extranjera”, que es el nombre oficial de la ley de agentes extranjeros.

El analista de Países Bajos Jelger Groeneveld, especialista en el Cáucaso, indica mediante un intercambio de mensajes que el frente formado por Zurabishvili tiene opciones de derrotar a Sueño Georgiano: “Aunque la plataforma de la presidenta no será la única. También habrá otra en la oposición. Porque hay gente que no quiere votar ni a Sueño Georgiano, el partido en el poder, ni a su antecesor, Movimiento de Unidad Nacional (MUN) [partido mayoritario dentro de una fragmentada oposición]”.

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No obstante, Groeneveld cree que el Gobierno puede ejercer un control clientelar sobre parte de este país de 3,7 millones de habitantes. “Especialmente, sobre los funcionarios. Pero no solo sobre ellos. Porque en Georgia hay muchas organizaciones vinculadas al Gobierno que tienen empleados ‘fantasmas’: aunque reciben un salario, no forman parte de la fuerza laboral activa”. Sin embargo, el experto opina que esta vez puede haber un cambio en Georgia: “Puede ocurrir algo semejante a lo que sucedió en 2012, cuando el Movimiento de Unidad Nacional cayó en desgracia frente a una oposición muy unida”.

El investigador Max Fras, de la London School of Economics Consulting, también estima, a través del teléfono, que Sueño Georgiano podría afrontar en las elecciones de octubre un serio desafío, a pesar de que el frente formado por Salomé Zurabishvili no ha logrado unir a todas las formaciones opositoras. “El partido Por Georgia, del ex primer ministro Giorgi Gakharia, no ha suscrito la carta de la presidenta, se ha quedado fuera de la plataforma. Pero eso está bien. Porque los electores necesitan tener opciones distintas. Las opciones binarias en la política georgiana son perjudiciales”.

En Georgia, los políticos opositores no suelen dirigir sus críticas hacia el primer ministro, Irakli Kobakhidze, sino a quien consideran el verdadero hombre fuerte en la sombra, el fundador y presidente honorífico de Sueño Georgiano, el oligarca Bidzina Ivanishvili, el magnate más rico del país. A su vez, la figura más conocida de la oposición es el expresidente Mijaíl Saakashvili, quien gobernó entre 2004 y 2013 y está encarcelado desde 2021 por dos casos de abuso de poder que él niega. Su partido, el Movimiento Nacional Unido (MNU), es el de mayor peso dentro de la plataforma que abandera la presidenta. Pero muchos electores asocian su paso por el poder a casos de corrupción. Por eso, el analista Max Fras valora que haya más de dos opciones para votar el próximo 26 de octubre. “Si no, los georgianos volverían a ver estos comicios como un pulso entre [el oligarca] Ivanishvili y el ex primer ministro Saakashvili. Y eso no serviría a la oposición”, concluye.

La diputada Tina Bokuchava, del MNU, indica mediante correo electrónico que “el Gobierno de Ivanishvili” está intentando “privar al pueblo georgiano de su futuro europeo”. Afirma que las aspiraciones europeas de Georgia solo pueden salvaguardarse mediante “un cambio de régimen” y señala que es “esencial que los líderes de la oposición se unan”.

Debilidad rusa en el Cáucaso

Georgia no solo decidirá su futuro en octubre, sino que inclinará un poco más la balanza en el delicado equilibrio geopolítico del Cáucaso Sur, donde Rusia ha perdido gran parte de su influencia desde que Azerbaiyán, con su valedora Turquía detrás, lanzó exitosas ofensivas contra el enclave de Nagorno Karabaj que controlaba Armenia, aliada de Rusia, hasta finales de 2023. Y el Kremlin, acuciado por la guerra de Ucrania, se ha visto forzado a retirar gran parte de sus tropas del Cáucaso, incluidos algunos destacamentos presentes en dos territorios georgianos que controla de facto: Osetia del Sur y Abjasia.

Sueño Georgiano juega a dos bandas con Rusia y la Unión Europea. Pese a los vínculos de su fundador con Moscú, los georgianos apuestan por Europa. Una encuesta de 2023 del National Democratic Institute apunta a que solo un 11% de la población cree que el país debería parar la integración con el bloque comunitario para estrechar sus lazos con Rusia.

Aunque las relaciones diplomáticas con Moscú están formalmente rotas desde la guerra de 2008 en Abjasia y Osetia del Sur, el partido georgiano ha restablecido los vuelos y el comercio con Rusia desde 2022 y se ha posicionado ligeramente del lado de Moscú en la invasión de Ucrania al acusar a EE UU de promover un segundo frente en su territorio.

Paradójicamente, Sueño Georgiano asegura al mismo tiempo que su objetivo es la adhesión a la UE en 2030 y la recuperación de Abjasia y Osetia del Sur. El primer ministro, Irakli Kobakhidze, insistió esta semana, al menos de cara a la galería, en que estos son sus objetivos.

El doble juego de las autoridades georgianas también está tensando la cuerda con Bruselas. Kobakhidze acusó la pasada semana al comisario europeo de Vecindad, Olivér Várhelyi, de haberle amenazado por teléfono con sufrir el mismo destino que el primer ministro eslovaco, Robert Fico, tiroteado el pasado 15 de mayo.

“Mi conversación telefónica fue sacada de contexto”, respondió Várhelyi en un comunicado. “Vi necesario llamar la atención del primer ministro —Kobakhidze— sobre la importancia de no exacerbar aún más una situación que ya es frágil con la adopción de la ley, que podría conducir a una mayor polarización y a posibles situaciones incontroladas en las calles de Tbilisi”.

Vladímir Putin, sin embargo, aprovechó para cargar de nuevo contra Europa, a la que acusa de provocar disturbios en su patio trasero, como Ucrania y Georgia. “Hay muchos comisarios [en Bruselas]; cambian constantemente y traen consigo todo tipo de tormentas de nieve”.

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