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Pablo Gómez Lera, general del batallón español en Líbano: “Israel y Hezbolá han cruzado tantas líneas rojas que la situación se puede ir de las manos”

El mando de casi 3.500 ‘cascos azules’ durante los meses más críticos de la misión advierte de que la explosión de una guerra abierta en la divisoria que patrullan tendría “consecuencias incalculables”

El general Pablo Gómez Lera, jefe del sector Este de Unifil, el 10 de mayo en la Base Miguel de Cervantes, en el sur de Líbano.
El general Pablo Gómez Lera, jefe del sector Este de Unifil, el 10 de mayo en la Base Miguel de Cervantes, en el sur de Líbano.diego Ibarra Sánchez para EL PA
Antonio Pita

El pasado septiembre, antes de tomar el mando del sector este de Unifil, la misión de cascos azules en el sur de Líbano, el general de brigada Pablo Gómez Lera (Madrid, 57 años) hizo una visita exploratoria. “Íbamos en coches sin blindar, sin casco, ni chaleco. Los incidentes más destacados eran cruces de vacas” entre territorio israelí y libanés, recuerda en una entrevista con este periódico en la base Miguel de Cervantes, corazón del mayor despliegue español en el mundo bajo bandera de la ONU, con unos 650 militares. Un mes más tarde, todo cambió: el ataque de Hamás desencadenó en apenas dos días el inicio de los intensos bombardeos israelíes en Gaza y un intercambio de fuego con la milicia libanesa Hezbolá que ha ido subiendo de intensidad. La inédita situación obliga hoy a las tropas de Unifil a estar en la base o en los puestos avanzados y a patrullar sin bajar de los vehículos blindados.

Durante sus seis meses de misión, que concluyen la próxima semana, Gómez Lera no solo ha comandado a sus compatriotas. También a los otros 2.800 militares (principalmente indios, indonesios y nepalíes) que vigilan el peliagudo sector este: entre el río Litani y 120 kilómetros de divisoria ―no es una frontera oficial― con Israel y con el territorio sirio que ocupa desde 1967 (los Altos del Golán) que contienen puntos tan polémicos como Ghayar o las Granjas de Shebaa.

Gómez Lera advierte de que las escaramuzas diarias en estos siete meses entre el ejército israelí y la milicias en el sur de Líbano, sobre todo Hezbolá, han subido tanto de intensidad y de profundidad, por oleadas, y han movido tanto las líneas rojas que la situación “se puede ir de las manos” por un error de cálculo y desembocar en una guerra abierta “de consecuencias incalculables”. E insiste en defender la vigencia de los principios de la resolución 1701 de la ONU, por la que llegaron las tropas españolas tras la guerra entre Israel y Hezbolá de 2006, pese a que unos y otros la vulneran. “Si todo el mundo pusiera el mismo interés en cumplirla que el que pone en denostarla y criticarla, a lo mejor se avanzaría un poquito más”, lanza sin levantar el tono.

Pregunta. ¿Cómo ha cambiado la situación desde el 8 de octubre?

Respuesta. Son dos Líbanos distintos. Cuando vinimos aquí a principios de septiembre, a hacer el reconocimiento antes de desplegar [en noviembre], íbamos tranquilamente, sin equipo, sin casco, sin chaleco, con coche sin blindar. Se podía ir por la Línea Azul. Los incidentes más destacados eran el cruce de vacas, sobre todo en la zona de los indios, donde no hay valla entre la zona israelí y la libanesa. O pastores que pasaban de un lado al otro con los rebaños. Incidentes menores. El 7 de octubre, primero, y el 8 de octubre aquí lo cambiaron todo. Los primeros cohetes salieron de los Altos del Golán y supuso abrir la caja de Pandora. Las acciones han ido variando en intensidad, en profundidad y en los objetivos. Al principio eran muy cercanas a la Línea Azul, luego fueron profundizando un poco, después hubo los llamados asesinatos selectivos… En ese juego, con unas reglas de enfrentamiento que decíamos: ‘si se traspasa esta línea roja, esto va a suponer un conflicto abierto’, se han ido superando esas líneas rojas y no ha habido conflicto abierto. Siete meses después, cada uno sigue a su lado de la Línea Azul. Y esa es una de las pequeñas satisfacciones que tenemos. Aunque no hemos podido físicamente impedir la violencia, somos esa línea delgada que todavía está ahí. Y así nos percibe la población. Les da seguridad y tranquilidad vernos patrullar por sus pueblos, de día, de noche. A lo mejor hemos marcado la diferencia entre la situación que hay ahora y una guerra total. ¿Qué habría pasado si no hubiéramos estado aquí?

P. ¿Qué habría pasado si no estuvieran?

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R. Es un poco como la pregunta de ‘¿qué es la oscuridad?’ La ausencia de luz. A lo mejor el caos era la ausencia de Unifil, que es muy criticada, pero aquí estamos, 24 horas al día, siete días a la semana. Hemos pasado horas en los bunkers, pero en el sector se hacen entre 235 y 250 actividades operativas todos los días. La media normal mensual es de un 6,5% de actividades que no podemos hacer. También hacemos un poco de evaluación de daños en las poblaciones, con mucho cuidado para no herir sensibilidades. El foco después del 8 de octubre era mantener a toda costa la Línea Azul y las patrullas para tratar de evitar lanzamientos de cohetes.

P. ¿A qué se refiere con mantener a toda costa la Línea Azul?

R. Es el alma de la [resolución] 1701. La línea donde se retiraron las fuerzas israelíes en 2000. Y hay una serie de áreas donde el Estado libanés tiene reservas, pero es fundamental mantenerla. El alma de la resolución es evitar que vuelva a producirse ese choque directo, que entre uno a un lado o al otro.

No tenemos capacidad para proteger a todo el pueblo del sur del Líbano. Es también una responsabilidad del Estado libanés. Pero sí tenemos la obligación, ante una amenaza inminente contra su seguridad física, de darles protección. Y lo hemos hecho alguna vez. Otro pilar, sin duda, es el apoyo a las Fuerzas Armadas Libanesas. Lo que hagamos aquí tiene que ser con, por y a través de ellas. No somos actores principales. Es una cosa que hay que tener bien clara. Es un Estado soberano y, además, haríamos un flaco favor al ejército y al Estado libanés y al cumplimiento de la resolución si traspasáramos la raya de nuestras obligaciones y de lo que nos permite el derecho internacional. No se trata de suplantar al Estado libanés haciendo cosas que le corresponden como legítimo dueño del monopolio de la fuerza. Debería ser así. Otra cosa es lo que sea.

Esto está alcanzando unos ciclos de intensidad y de escalada que en un momento dado se puede ir de las manos. Se pueden cometer errores de cálculo y llegar a una situación que nadie desea. Nadie tiene la bola de cristal, pero siempre queda eso.

P. Nadie tiene la bola de cristal, pero el número de proyectiles un día como hoy es notablemente mayor que el que se lanzaba en noviembre…

R. Ha habido de todo. Hemos tenido picos muy significativos en noviembre, antes del cese el fuego. Esa semana fue una locura. También cuando terminó. O en febrero.

“Tendemos a normalizar situaciones que no son normales, como que un día con 20 incidentes sea un día flojo”

P. ¿Y dónde estamos ahora?

R. Un poco en la casilla de salida otra vez. Desde el ataque [israelí] al consulado iraní en Damasco [1 de abril] se ha ido enrareciendo bastante el ambiente. Hubo muchísima preocupación con si iba a ampliarse el conflicto a nivel regional. Al final se ha ido diluyendo y ha habido una intensidad diplomática tremenda. Todo parece indicar que la comunidad internacional no quiere de ninguna manera que aquí haya un conflicto abierto. Ni la UE, ni EE UU, ni las mismas potencias regionales, porque sería de unas consecuencias incalculables.

Ahora mismo no sabemos los efectos que Rafah pueda tener, si es una ofensiva en toda regla o limitada. Depende del grado de conexión entre lo que suceda en Gaza y lo que suceda en Líbano. Desde el lado del eje de la resistencia se ve todo como conectado, como un frente de apoyo a Gaza. Pero hay que contar con la percepción israelí, de si son problemas conectados o inconexos. Y luego están los actores de segundo orden, las dinámicas internas del Estado libanés, el israelí… Es muy difícil hacer una lectura de qué puede pasar. Siempre oigo a los más veteranos decir que quien te diga que sabe lo que va a pasar en Líbano es que no conoce Líbano.

El general Pablo Gómez Lera.
El general Pablo Gómez Lera.Diego Ibarra

P. Decía que las líneas rojas se han ido moviendo. Usted no cree que estemos más cerca de una guerra abierta, pero los ataques han aumentado, cuantitativa y cualitativamente.

R. Se han prolongado en el tiempo y en profundidad. Hay picos de mucha intensidad, seguidos de otros de sol y moscas, como diríamos en España. Tendemos a normalizar situaciones que no son normales, como que un día con 20 incidentes sea un día flojo... Son explosiones, ataques aéreos, cohetes… No deja de ser una cosa muy grave. En un mes son cinco o seis picos, pero muy intensos.

P. Cosas que hace ocho meses habrían generado una guerra abierta...

R. Nunca sabe uno aquí. Es verdad que se han ido moviendo esas líneas rojas, pero la Línea Azul ahí sigue. Afortunadamente todavía ninguno ha pasado al otro lado. La 1701 sigue siendo válida y los principios que la rigen. Ahora depende del grado de acuerdo que haya para su implementación completa, para empezar a hablar también de esas áreas reservadas, de los desacuerdos en los límites entre la Línea Azul y la línea del armisticio [de 1949]. Y una pieza clave ahí, sin duda, serán las Fuerzas Armadas Libanesas.

P. ¿Qué capacidad tiene Unifil de lograr la implementación completa de la resolución?

R. Recae en el Estado libanés. Ahí es donde habrá que empeñarse. Tiene que haber una voluntad, porque si no puede ser papel mojado. En ambos lados, porque también hay violaciones del espacio aéreo de parte de Israel. La cuestión es la decisión que haya entre todos de comprometerse a la implementación. Si todo el mundo pusiera el mismo interés en cumplirla que pone en denostarla, a lo mejor se avanzaría un poquito más.

“No tratamos de suplantar al Estado libanés. Hay que tener bien claro que no somos actores principales”

P. En Israel, la sensación es que casi 20 años después de la guerra y de la resolución 1701, aún hay hoy grupos armados al sur del Litani y con más arsenal que entonces. Y que Unifil comunica las vulneraciones a las Fuerzas Armadas Libanesas, pero estas no hacen nada porque no quieren enfrentarse a Hezbolá

R. Es una papeleta. Muchas veces las Fuerzas Armadas Libanesas se ven entre la espada y la pared. Entre su falta de medios y, sobre todo, la voluntad y el difícil encaje de bolillos que supone siempre el Estado libanés. Siguen sin presidente, con un primer ministro en funciones, estaban en plena covid y vino la explosión del puerto [de Beirut].

P. Decía que la 1701 es todavía relevante en los principios, pero no está garantizando a Israel que no haya grupos armados al sur del Litani, ni a los libaneses que su espacio aéreo no sea vulnerado a diario por Israel…

R. Y siguen las áreas reservadas, y reivindicaciones sobre determinadas zonas... Una resolución anterior, la 1559 de 2004, ya hablaba de desarbolar las milicias, de las cuales Hezbolá es una, pero existen otras. Un caleidoscopio que conforma el ‘eje de la resistencia’. Eso está ahí, sí.

P. ¿Qué pueden aportar ustedes en una situación tan tensa?

R. Aportamos a la población esa confianza y esa sensibilidad. Esa delgada Línea Azul que ellos perciben como que todavía les puede separar del caos total. Ojalá pudiéramos hacer más cosas, pero es lo que podemos hacer. Ni en una situación de paz podríamos suplantar al Estado libanés en ningún momento. Tiene que ser él el que actúe. Cuando, por ejemplo, se detecta una lanzadera, son ellos los que van. Es su país, su Estado. No podría ser de otra manera. Con este mandato, por supuesto.

P. ¿Le gustaría que el mandato fuese distinto?

R. Si intentamos nosotros hacerlo todo, al final acabamos aplicando nuestras propias perspectivas. Y tienen que ser ellos [quienes decidan] cómo quieren el país. La experiencia nos dice que nuestro mejor papel es ayudar a la gente a que se ayude. Creo que ese es el papel que deben adoptar las Naciones Unidas. Si estuviéramos hablando de un capítulo siete [las misiones que autorizan el uso de la fuerza] sería otra cosa. De hecho son poquísimas las veces que Naciones Unidas ha recurrido al capítulo siete. Por alguna razón será.

Creo que lo más sabio y conveniente es ayudar a la gente a que se ayude, aquí o en cualquier otro sitio, porque tiene que mediar una voluntad por parte del Estado o de las comunidades que estás intentando ayudar para que salgan adelante. Por voluntad propia, no impuesta. No siempre es bueno aplicar los ojos de uno a la resolución de un problema de otro, porque cada uno percibe el problema con sus propios ojos, alma y circunstancias. Si yo intento aplicar mis soluciones a sus problemas, a lo mejor los estoy liando más.

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Sobre la firma

Antonio Pita
Corresponsal para Oriente Próximo, tras cubrir la información de los Balcanes en la sección de Internacional en Madrid. De vuelta a Jerusalén, donde ya trabajó durante siete años (2007-2013) para la Agencia Efe. Licenciado en Periodismo y Máster de Relaciones Internacionales y Comunicación por la Universidad Complutense de Madrid.
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