Dolor, incertidumbre y esperanza entre las familias de los rehenes de Gaza: “Conozco a muchos que no volverán”
Nir Oz, una de las comunidades más golpeadas por Hamás, celebra de manera simbólica la Pascua judía en honor a los ausentes y para exigir su regreso a las autoridades israelíes
Han pasado cuatro meses y medio desde que Hamás anunciara la muerte en Gaza bajo bombas israelíes de los rehenes Shirin Bibas, de 32 años; su hija, Ariel, de cuatro, y su hijo Kfir, que cumplió uno en cautiverio. No hay confirmación oficial israelí de esas muertes ni se han recuperado los cuerpos de la madre y los dos únicos niños del total de 133 secuestrados que permanecen todavía en Gaza tras el ataque del pasado 7 de octubre. Ese mismo día se llevaron también, aunque de manera separada, al padre de familia, Yarden, de 34 años. “No tenemos ninguna señal de vida de ellos, excepto lo que dijo Hamás el último día del acuerdo (de alto el fuego de noviembre), que habían sido asesinados. Todavía no sabemos si es cierto”, explica Ofri Bibas, de 37 años, hermana de Yarden.
En las últimas horas han salido a la luz imágenes muy violentas del secuestro y maltrato de Yarden Bibas el 7 de octubre a manos de decenas de palestinos, algunos armados, otros grabando vídeos, mientras era trasladado en una moto hacia Gaza. “Este angustioso vídeo sirve de llamada de atención para tomar medidas rápidas que pongan fin a esta crisis humanitaria y traer de vuelta a nuestros seres queridos sanos y salvos”, pide en un comunicado el foro que agrupa a las familias de rehenes. “Debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance para garantizar la liberación inmediata de todos los rehenes, tanto vivos como fallecidos”, añade el texto.
Como el resto de los testimonios, las palabras de la hermana de Yarden navegan entre el dolor, la incertidumbre y la esperanza. Ofri es una de las que ha participado en un encuentro de familiares de rehenes en el golpeado kibutz Nir Oz, a dos kilómetros de la Franja. Esta fue una de las comunidades agrícolas donde más se cebaron los atacantes de Hamás. Casi una cuarta parte de sus 400 vecinos fueron asesinados (51) o secuestrados (36).
El grupo celebra de manera simbólica la fiesta de la Pascua judía, que comienza el 22 de abril y conmemora el regreso de este pueblo desde el desierto egipcio. Lo hacen en el salón-comedor del kibutz con las largas mesas listas, pero huérfanas de comensales. Los daños por el ataque no se han reparado todavía y hasta la amplia estancia llega el olor a podrido de la cocina, en parte calcinada. El acto sirve, además, para reclamar la vuelta de todos los ausentes, representados en fotos en cada silla delante de los platos.
“Los rehenes han de ser liberados no porque estén sufriendo en cautividad, sino porque se trata de una obligación moral del Estado”, exige en tono firme Liat Atzili Beinin, una vecina de 49 años que fue secuestrada y a la que soltaron durante la semana de alto el fuego de noviembre. Ciudadana de doble nacionalidad israelí y estadounidense, estuvo apresada durante 54 días en un apartamento de la localidad de Jan Yunis. Durante el acto en el kibutz, muestran en una pantalla un vídeo con imágenes de pascuas pasadas, con los habitantes de Nir Oz celebrando la fiesta en ese mismo salón.
Son conscientes de que algunos de los que aparecen nunca más retornarán. Es el caso de Aviv, de 49 años y marido de Liat. Su cuerpo es de los que permanece aún en Gaza, como el de Maya Goren, empleada de la guardería del kibutz de 56 años, a la que los atacantes se llevaron gravemente herida en una moto. Se sabe ya que una parte importante de los 133 no regresará con vida. La mujer, en todo caso, realiza un llamamiento para que les ayuden a traerlos de vuelta sin condiciones “si es que queda una pizca de decencia humana”.
Un acuerdo que se aleja
Estos días se mantienen las vías negociadoras para un cese de las hostilidades que abra la puerta a un intercambio de rehenes por presos palestinos de cárceles israelíes, aunque, atendiendo a los mensajes y señales que trascienden de las partes enfrentadas y los países mediadores, no parece que el acuerdo vaya a alcanzarse en breve. El principal foco de atención se centra por parte de la comunidad internacional en tratar de frenar la escalada entre Irán e Israel, cuyas tropas mantienen sus ataques en Gaza con decenas de muertos cada día.
Los cuatro miembros de la familia Bibas fueron secuestrados en Nir Oz durante la matanza en la que los fundamentalistas palestinos asesinaron en territorio israelí a unas 1.200 personas y capturaron a unas 250, de las que el pequeño Kfir era el de menor edad. Con su respuesta, Israel ha matado ya a casi 34.000 palestinos en la Franja. Tras anunciarle la muerte de su mujer e hijos, Hamás obligó a Yarden a grabar un vídeo, que el grupo palestino hizo público. En la grabación, el progenitor culpa al primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, de haber asesinado a Shiri, Ariel y Kfir.
En unas imágenes obtenidas por Israel de una cámara de vigilancia de una calle de Jan Yunis y mostradas el 19 de febrero, las autoridades aseguran que identificaron a los tres. Pero eso solo confirma que no murieron en el ataque del 7 de octubre y que llegaron con vida a Gaza. Hamás anunció su muerte al terminar la tregua de una semana, la última de noviembre, en la que fueron liberados 105 de los rehenes. Desde entonces, no quedan otros menores de edad secuestrados en el enclave palestino.
Ofri, la tía de los niños, embarazada estos días de ocho meses, asegura que vive en una montaña rusa emocional. Por eso, con respecto a las negociaciones de un nuevo alto el fuego y un acuerdo para liberar a los rehenes, trata de no ser demasiado optimista. “Ya hemos pasado por muchos altibajos y las negociaciones fallaron”, señala.
“No hay precio para la vida de mi familia, no lo hay para la vida de los rehenes” porque “esto no es un acuerdo de compraventa de un coche, aunque sabemos lo que Israel ha de hacer”, explica, sin dejar de recordar que es Hamás quien se los llevó y es sobre ese grupo sobre el que hay que presionar también. Se trata, añade Ofri, de “tener una perspectiva más amplia, no solo militar” de la guerra en Gaza, aunque, entiende ella, es complicado encontrar ese equilibrio entre lo militar y lo diplomático.
80º cumpleaños, en Gaza
“Mi padre puede morir por la guerra, de hambre, por un bajo nivel de oxígeno o puede morir por cualquier otra cosa”, advierte Noam Peri, de 41 años, refiriéndose a Chaim Peri, un artista y defensor de la convivencia con los palestinos de Nir Oz que el sábado cumplió 80 años en cautividad. No saben nada de él desde que apareció en un vídeo publicado por Hamás el 18 de diciembre, añade la hija. “Conozco a muchos que no van a volver”, lamenta Noam, reconociendo que las informaciones que llegan de los cautivos en la Franja no ayudan al optimismo. De ahí que ella no quiera esperanzarse en exceso para no decepcionarse después.
“Yo no celebraría la Pascua de ninguna manera”, afirma Ofri Bibas, pero entiende que lo ha de hacer por su hija, de la misma edad que su prima Ariel. La niña, que tiene otro hermano más pequeño, está “emocionada” con su traje nuevo, añade la madre mientras pide “justicia y humanidad” para acabar la “pesadilla” que están viviendo.
“Como en días normales, se supone que estos días deberíamos celebrar juntos la fiesta de la libertad, de la agricultura y de la independencia”, pero “estos no son días normales”, deplora Ornat Peri, mujer de Chaim, recordando pascuas pasadas. La galería de arte en los campos de Nir Oz en la que Chaim Peri realizaba sus esculturas en metal sigue cerrada. Le aguarda el libro de cuentos para niños que iba a publicar por su 80º cumpleaños. “Está listo y estamos esperando a que regrese”, anhela su hija Noam.
Sigue toda la información internacional en Facebook y X, o en nuestra newsletter semanal.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.