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Ucrania extiende los ataques contra la industria petrolera rusa pese a la oposición de Washington

Las fuerzas de Kiev bombardean una refinería y una fábrica de drones a 1.200 kilómetros de la frontera y causan cinco muertos, según medios locales

Guerra de Rusia en Ucrania
Un edificio dañado tras un ataque con dron de Ucrania en Yelabuga, en Tataristán, este martes.Ostorozhno Novosti (REUTERS)
Cristian Segura

Volodímir Zelenski no se deja amilanar, ni siquiera por Estados Unidos, su mayor aliado junto a la Unión Europea. El presidente ucranio reconoció el viernes en una entrevista en The Washington Post que la Administración estadounidense le ha hecho saber que no quiere que Ucrania prosiga con los ataques contra la industria petrolera rusa. La razón es que temen una escalada global de los precios de los combustibles. Pese a la oposición de Washington, drones bomba de los servicios de inteligencia del Ministerio de Defensa ucranio (el GUR) han golpeado este martes una refinería en Tataristán, a 1.200 kilómetros de las fronteras ucranias.

El bombardeo ha tenido otro objetivo en la misma zona, además de la refinería de Nizhnekamsk: una fábrica de drones bomba rusos. Las autoridades locales han asegurado que los vehículos no tripulados ucranios han destruido los dormitorios de la fábrica. La producción en esta empresa y la actividad en la refinería han podido continuar, según el Gobierno regional de Tataristán. Medios rusos han informado de al menos cinco fallecidos.

Un vídeo difundido en las redes sociales del ataque contra la fábrica de drones muestra al vehículo bomba ucranio golpeando contra un edificio prefabricado. El modelo de dron utilizado, según las imágenes del vídeo, no es el más empleado por Ucrania en sus bombardeos de las últimas semanas, el Liuti. El GUR y los Servicios de Seguridad de Ucrania (SSU) disponen de unidades de drones que han llevado a cabo 15 ataques contra refinerías rusas en lo que va de año. El Ministerio de Defensa del Reino Unido estima que al menos un 10% de la producción de combustible en Rusia ha quedado inutilizada.

El bombardeo contra la refinería en Tataristán llega en el momento más complicado de las relaciones entre Kiev y Washington, sobre todo por el bloqueo republicano en el Congreso desde 2023 de los más de 50.000 millones de euros que el presidente estadounidense, Joe Biden, quiere destinar en ayuda militar a Ucrania. Una mayoría republicana, liderada por Donald Trump, es partidaria de reducir el apoyo a Kiev porque consideran que es una guerra sin final.

La Administración estadounidense lleva dos semanas advirtiendo en público al Gobierno de Zelenski de que debe detener su ofensiva contra la industria petrolera rusa. El primer aviso se produjo el 22 de marzo a través del diario Financial Times. Aquel mismo día, la subsecretaria de Defensa estadounidense, Celeste Wallander, afirmó en unas jornadas en Kiev que su Gobierno es partidario de garantizar la estabilidad de los precios de los combustibles. Tras sus palabras, Oleksii Danilov, que por entonces era secretario del Consejo de Seguridad Nacional de Ucrania, respondió que nadie le dirá a su país qué pueden atacar en territorio ruso. El portavoz del Departamento de Estado estadounidense, Matthew Miller, reiteró el 26 de marzo que Washington no apoya las intervenciones armadas ucranias en suelo ruso.

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Zelenski aseguró a The Washington Post que sus militares dejarán de bombardear refinerías rusas cuando el Kremlin detenga su ofensiva contra el sector energético ucranio. Los bombardeos rusos contra centrales eléctricas del país invadido son diarios y ya han dejado a la segunda ciudad ucrania, Járkov, sin generación eléctrica. “Mi pregunta es: ¿por qué no podemos responder? Su sociedad [la rusa] tiene que aprender a vivir sin petróleo, sin diésel, sin electricidad, es justo”, dijo Zelenski.

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Sobre la firma

Cristian Segura
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario Avui en Berlín y posteriormente en Pekín. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.
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