Von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea en crisis permanente
La política alemana que aspira a repetir como jefa del Ejecutivo comunitario ha navegado retos como la pandemia y la invasión rusa de Ucrania y se ha enfrentado a duras críticas en la última parte de su mandato
Ursula von der Leyen ha vivido su presidencia de la Comisión Europea en medio de una sucesión de crisis permanentes de tal calibre que hay que remontarse décadas para dar con precedentes de esta magnitud. Casi al mismo tiempo que tomaba posesión de su cargo, el 1 de diciembre de 2019, empezaron a detectarse los primeros casos de covid-19 en Wuhan (China). A las pocas semanas ya tuvo que lidiar con los efectos de la peor pandemia en 100 años. Apenas se salía de ella, en febrero de 2022, Rusia comenzó en Ucrania la primera invasión a gran escala de un país europeo a otro desde 1945. Con este conflicto ha estallado la arquitectura de seguridad mundial, provocando una crisis energética y disparando la inflación a niveles inéditos en décadas. Europa ha respondido a todas estas crisis con avances en la integración que, en otras circunstancias, habrían requerido años. En su haber, Von der Leyen se anota la exitosa campaña de vacunación contra la covid-19 o un paso de gigante en la eliminación de la dependencia del gas ruso.
El mandato de la alemana, que fue ministra de Familia, Trabajo y Defensa con la canciller Angela Merkel, se acerca a su fin. Von der Leyen, de 65 años, quiere repetir por otros cinco años. Para este quinquenio se marca el reto de impulsar la competitividad europea y dar un salto hacia una política de defensa común. Si repite, con que solo lograra la segunda parte de su propósito, cambiaría el club comunitario para siempre.
La democristiana alemana, que este lunes recibió en Berlín el apoyo de su partido y recibirá en marzo el sostén de su familia política, el Partido Popular Europeo (PPE), es la persona mejor situada para volver a presidir la Comisión. Pero no lo tiene todo hecho y su camino no será fácil: primero tendrá que negociar con los Estados miembros las carteras de su equipo, y después deberá recibir la confirmación del nuevo Parlamento Europeo que saldrá tras las elecciones europeas de junio, en el que nada garantiza la gran coalición de conservadores y socialdemócratas y todo apunta a que los partidos ultras tendrán más peso.
Alberto Alemanno, profesor Jean Monnet de Derecho de la UE en la escuela de negocios HEC París, considera que el “modo de emergencia constante juega a favor de Von der Leyen” para ser reelegida. Alemanno añade otro elemento que podría jugar en su favor: “Es percibida como alguien bastante fuerte desde el exterior y débil internamente”. Esta última parte tiene que ver con que los gobiernos nacionales no suelen querer alguien muy independiente y fuerte en los principales puestos de la UE para que les sea más fácil imponer su voluntad o ceder lo menos posible.
A cuatro meses de las elecciones a la Eurocámara, toca hacer balance de la Comisión Von der Leyen. La democristiana, madre de siete hijos y jinete consumada a la que le gusta presentarse como hija de Europa —nació en Bruselas, donde su padre fue alto funcionario— ha emprendido grandes reformas en el sector energético (como la reforma del mercado eléctrico), económico (el fondo de recuperación, con 750.000 millones de euros, para ayudar a los Estados miembros a salir de la crisis de la pandemia, propuesto por España y apoyado por Francia y Alemania.) y sanitario (como la compra conjunta de vacunas, que al inicio también tuvo polémica, o un certificado europeo de vacunación). Además, el Ejecutivo comunitario que ha liderado ha dado pasos inéditos en seguridad y defensa para apoyar a Ucrania, a la que ha acompañado en su camino para ser país candidato.
Final de mandato complicado
Su final de mandato, no obstante, se ha complicado. En primavera reclamó a los Estados miembros más dinero para las nuevas prioridades (y un paquete de 50.000 millones de euros para Ucrania) y los socios solo aceptaron poner un tercio de lo reclamado. El salvavidas financiero para Kiev casi descabalgó por la oposición de Hungría. Además, Von der Leyen ha tenido que aparcar alguna de las reformas medioambientales estrella de su pacto verde —central en sus planes— por las protestas de los agricultores, las presiones de la industria y la falta de apoyo de su propia familia política conservadora, que reclama una “agenda verde realista” y que está girando cada vez más hacia la derecha.
Von der Leyen se propuso elevar el peso geopolítico de la UE. Con el sostén a Ucrania, ha cumplido parte de ese gran objetivo. En los últimos meses, sin embargo, la lentitud de la ayuda militar hacia el frente está lastrándolo. Otro bache, el de su viaje a Israel poco después de los ataques de Hamás del 7 de octubre y el día que el ejército israelí lanzaba el asedio a Gaza, suscitó enormes críticas. La visita de Von der Leyen —que se sumó a un viaje de la presidenta de la Eurocámara, Roberta Metsola, ya planificado— en la que se reunió con el primer ministro Benjamín Netanyahu y mostró cierta tibieza hacia la masacre de civiles palestinos, lo que escamó a varios Estados miembros y provocó nuevas fisuras con el sur global, que han acusado a la UE de mantener un doble rasero.
Su estilo de trabajo muy personalista y presidencialista ha recibido críticas. En la burbuja de Bruselas, e incluso dentro de la propia Comisión, se resalta también que opaca el trabajo de sus comisarios. Y tiene un “gran afán de protagonismo”, opina una fuente comunitaria. Como cuando en febrero de 2023 ella misma se desplazó a Londres para suscribir el acuerdo de Windsor con el que se cerraba el contencioso de Irlanda del Norte entre el Reino Unido y la UE a cuenta del Brexit y no hubo ni un hueco para Maros Sefcovic, el comisario que había estado negociando la solución con varios ministros y primeros ministros británicos durante muchos meses.
El posible segundo mandato de Von der Leyen, de llegar a materializarse, tiene una gran incógnita. ¿Tendrá que deshacer parte del camino en las políticas de lucha contra el cambio climático? Su propio partido ya ha dado muestras explícitas en el último año de creer que Europa ha ido muy lejos. Y este mismo lunes, la propia Von der Leyen ha dejado claro a dónde apuntarían sus políticas en un segundo mandato: “Una de las principales prioridades [de la UE] debe ser la competitividad y la otra es la seguridad en un sentido amplio”.
Ambas venían emergiendo en los últimos meses. La propia presidenta de la Comisión encargó en otoño pasado un informe sobre cómo mejorar la competitividad en Europa al expresidente del Banco Central Europeo Mario Draghi, un personaje poco contestado en Europa en la arena económica. Y ella misma dejó claro este sábado en Múnich que la seguridad, incluyendo en ella la política de defensa y la producción de municiones y armamento, está en su cabeza cuando avanzó que si ella renovara el cargo nombraría un comisario del ramo, cargo de nueva creación.
La incógnita es cómo lograr el equilibrio entre estas dos nuevas prioridades y la que ha marcado el periodo 2019-2024, las políticas contra el cambio climático. Para desarrollarlo en Parlamento Europeo, se ha apoyado en la coalición histórica que ha regido por décadas la UE (conservadores, socialistas y liberales más verdes). Pero las encuestas apuntan a que ahora su partido, los populares europeos, podrían tener la opción de formar una coalición mirando más a su derecha junto con los liberales y el grupo Conservadores y Reformistas Europeos, donde está el partido de la primera ministra italiana, la ultraconservadora Giorgia Meloni, a la que Von der Leyen ha cortejado, o el jefe de Gobierno checo, Petr Fiala. Dar ese paso sería, en efecto, un movimiento histórico en la UE, donde su brazo ejecutivo siempre se ha guiado por esa coalición de centro amplio que desprovee, a priori, de ideología su acción.
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