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Los regímenes militares del Sahel trasladan a África la pugna entre Rusia y Occidente

Malí, Níger y Burkina Faso se retiran de la Cedeao, el bloque económico occidental, tras expulsar a los soldados franceses de sus territorios y estrechar sus relaciones con Moscú

Manifestantes con banderas de Rusia y de Burkina Faso durante una protesta contra la Cedeao en Uagadugú el 4 de octubre de 2022.
Manifestantes con banderas de Rusia y de Burkina Faso durante una protesta contra la Cedeao en Uagadugú el 4 de octubre de 2022.ISSOUF SANOGO (AFP)
José Naranjo

Malí, Níger y Burkina Faso, tres países del Sahel gobernados por regímenes militares tras los golpes de Estado de los últimos años, han anunciado este domingo su decisión conjunta de retirarse, con efecto inmediato, de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (Cedeao), organismo regional formado por 15 naciones y creado en 1975. Los tres países habían sido suspendidos provisionalmente de la Cedeao y Malí y Níger fueron castigadas con sanciones económicas, lo que había provocado un deterioro de las relaciones con este organismo, al que acusan de estar instrumentalizado por Occidente. Al mismo tiempo, tras expulsar a los soldados franceses de su territorio, estos regímenes se han aproximado a Rusia como su nuevo gran aliado militar.

La decisión se hizo pública este domingo al mediodía mediante un comunicado conjunto firmado en las tres capitales, Uagadugú, Bamako y Niamey, por los portavoces de los tres gobiernos en nombre de sus respectivos jefes de Estado, el capitán Ibrahim Traoré (Burkina Faso), el coronel Assimi Goïta (Malí) y el general Abdourahamane Tiani (Níger). “La Cedeao, bajo la influencia de potencias extranjeras y traicionando sus principios fundacionales”, asegura el comunicado, “se ha convertido en una amenaza para sus estados miembros y sus poblaciones, cuya felicidad se supone debe garantizar”.

La nota oficial acusa a la Cedeao de falta de sostén en la lucha antiterrorista en el Sahel, uno de los principales desafíos a los que se enfrentan, y de imponer sanciones durísimas tras los golpes de Estado: “Esta organización no brindó asistencia a nuestros Estados en el marco de nuestra lucha existencial contra el terrorismo y la inseguridad; peor aún, cuando nuestros Estados decidieron tomar su destino en sus propias manos, [la Cedeao] adoptó una postura irracional e inaceptable imponiendo sanciones ilegales, ilegítimas, inhumanas e irresponsables en violación de sus propias normas, lo cual ha fragilizado a poblaciones ya golpeadas por años de violencia impuesta por hordas terroristas instrumentalizadas y teledirigidas”.

Dos bloques muy divididos

La histórica decisión tiene repercusiones que van desde la política monetaria, pues usan una moneda común con países vecinos, hasta límites a los movimientos de población intrarregionales. Pero, sobre todo, configura un escenario geopolítico radicalmente diferente al actual. A partir de ahora África occidental cuenta con dos bloques profundamente divididos: por un lado, una Cedeao capitaneada en este momento por el presidente de Nigeria, Bola Tinubu, integrada por otros pesos pesados como Senegal, Costa de Marfil o Ghana y con excelentes relaciones con Occidente; por el otro, los tres países gobernados por regímenes militares que en septiembre pasado crearon un organismo de defensa mutua, la Alianza del Estado del Sahel, hicieron saltar por los aires el G5 del Sahel y que han estrechado sus vínculos con Rusia en los últimos tres años, sobre todo en el terreno de la seguridad.

El artículo 91 de la Cedeao contempla la posibilidad de la retirada voluntaria de alguno de sus Estados miembros, pero establece un plazo de un año para que dicha decisión se haga efectiva a partir del momento de su notificación oficial. De facto, los tres países del Sahel estaban temporalmente suspendidos tras los golpes de Estado, pero sus diplomáticos seguían acudiendo a las reuniones y mantenían encuentros paralelos con sus homólogos, sobre todo destinados a hacer presión para la reducción o eliminación de las sanciones aprobadas por el organismo regional. Hasta ahora, la Cedeao, que insistía sobre la celebración de elecciones para devolver el poder a los civiles, tan solo había aliviado una parte del castigo que pesaba sobre Malí.

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Malí, que vivió el ascenso al poder de los militares en 2020, tendría que celebrar comicios en el presente año 2024, según el propio plan de transición trazado por los golpistas. Sin embargo, la cita con las urnas fue aplazada sine die por las autoridades. En Burkina Faso, cuando el capitán Ibrahim Traoré se hizo con el poder en 2022 declaró que iba a respetar el compromiso de su predecesor, el general Damiba, de organizar elecciones este año. Pero posteriormente aseguró que su prioridad era acabar con el terrorismo y restablecer la integridad territorial, aplazando también los comicios. Por su parte, el general Tiani en Níger, líder del golpe de julio de 2023, anunció una transición de unos tres años, pero manifestó que la duración exacta de la misma debía ser fijada mediante un proceso de diálogo nacional que ni siquiera ha comenzado.

Uno de los momentos de mayor tensión entre la Cedeao y los tres países se vivió el verano pasado tras el golpe de Estado en Níger. El organismo regional planeó y preparó una intervención militar liderada por Nigeria y con el apoyo explícito de Senegal, Benín y Costa de Marfil, entre otros, para desalojar a los golpistas y devolver al presidente Mohamed Bazoum a la Presidencia del país. La Cedeao llegó a pedir apoyo económico a la Unión Europea para dicha intervención. Sin embargo, las nuevas autoridades nigerinas obtuvieron el apoyo inmediato de las juntas militares de Burkina Faso y Malí y el temor a un conflicto regional enfrió dicha posibilidad.

El anuncio de la retirada de los tres paises de la Cedeao llega en un momento de especial intensidad de la contraofensiva de los tres ejércitos contra el yihadismo de las ramas locales de Al Qaeda y Estado Islámico, sobre todo en Burkina Faso y Malí, donde se libran combates y se sufren ataques prácticamente a diario. Al mismo tiempo, el ejército de Malí se enfrenta también, con el apoyo de los mercenarios rusos de Wagner, a los grupos separatistas tuaregs en el norte del país. El pasado 25 de enero, la junta militar maliense dio definitivamente por enterrado el acuerdo de paz de Argel que había puesto fin al conflicto de 2012-2013. Los independentistas consideran dicha ruptura como una declaración de guerra de facto.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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