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La escalada en el mar Rojo, un balón de oxígeno para los hutíes e Israel

La guerra en Gaza cumple 100 días marcada por la expansión del conflicto con los bombardeos de Estados Unidos en Yemen ante los ataques a barcos mercantes. Ni Washington ni Teherán parecen buscar el enfrentamiento directo

Lanzamiento de un proyectil durante un ejercicio militar del grupo rebelde yemení Huthi, distribuidor de la imagen, cerca de la frontera entre Yemen y Arabia Saudí, este viernes.
Lanzamiento de un proyectil durante un ejercicio militar del grupo rebelde yemení Huthi, distribuidor de la imagen, cerca de la frontera entre Yemen y Arabia Saudí, este viernes.EFE

Este domingo, cuando se cumplen 100 días del ataque masivo de Hamás y los consiguientes bombardeos israelíes en Gaza, donde la mayoría de la población está hoy desplazada y cientos de miles luchan por comer una vez al día, la atención del mundo estará a más de casi 2.400 kilómetros de la Franja: Yemen. Allí, las Fuerzas Armadas de Estados Unidos y del Reino Unido mataron el viernes al menos a cinco personas al lanzar 73 bombardeos contra posiciones vinculadas a la milicia rebelde Huthi. Era la respuesta al más intenso de los 27 ataques que esta había lanzado desde noviembre contra embarcaciones que atraviesan el estrecho de Bab el Mandeb, en el mar Rojo, en represalia por la invasión israelí de Gaza. Un día más tarde, en la madrugada de este sábado, el ejército estadounidense ha efectuado otro, de menor entidad y sin causar heridos, cerca del aeropuerto de Saná, utilizado por los rebeldes para lanzar proyectiles contra los navíos mercantes.

Los dos ataques han aumentado tanto el espacio geográfico como el número de actores en conflicto y, por tanto, su potencial explosivo. La dinámica conviene a los hutíes, al alimentar su discurso de reto a Occidente y auténticos defensores en el mundo árabe de la causa palestina, gracias a su estratégica capacidad para alterar una ruta clave del comercio marítimo global, obligando a los barcos a circunnavegar toda África. También beneficia a Israel: su principal aliado, EE UU, se involucra directamente contra un grupo apoyado con dinero y armas por el enemigo común, Teherán, y el foco de atención se aleja de la Franja, donde los bombardeos han bajado de intensidad, pero aún matan cada día a un centenar de personas (135, este sábado) como mínimo.

El portavoz de la milicia Huthi, Nasruldeen Amer, ha asegurado a la cadena de televisión Al Jazeera que el último ataque “recibirá una respuesta firme, fuerte y efectiva”. Hans Grundberg, enviado especial de la ONU para Yemen, un país en el que el 80% de la población necesita ayuda humanitaria, ha mostrado su “grave preocupación” por el “crecientemente precario contexto regional” y pedido “evitar aquellas acciones que empeoren la situación del país, aumenten la amenaza a las rutas comerciales marítimas o aviven aún más las tensiones regionales en este momento crítico”.

La decisión de atacar objetivos hutíes en Yemen no se tomó en Washington a la ligera. Si hay algo que no desea la Administración de Joe Biden es verse arrastrada a un conflicto en Oriente Próximo de consecuencias imprevisibles a meses de unas elecciones donde se juega un nuevo mandato. La luz verde estuvo precedida de semanas de deliberaciones del presidente con su equipo, incluido durante los días de vacaciones que pasó con su familia. Este sábado, Biden ha indicado que su país mandó un mensaje a Irán sobre los actos de su milicia rebelde aliada: “Lo enviamos de modo privado y tenemos confianza en que estamos preparados”.

Washington insiste en que no desea un enfrentamiento abierto con los hutíes, ni mucho menos con Irán. Tampoco Teherán, explica Kirsten Fontenrose, del laboratorio de ideas Scowcroft Middle East Security Initiative. “No tiene motivos para acentuar sus vínculos con este conflicto o con los hutíes en estos momentos”, considera la experta. Ya está logrando, además, sus metas estratégicas sin necesidad de una intervención directa: la popularidad de Estados Unidos en el mundo está en decadencia y se ha desvanecido el impulso para normalizar las relaciones entre Israel y nuevos países árabes, argumenta.

El presidente del Comité Revolucionario Huthi de Yemen, Mohammad Ali Al Huthi, asiste a una protesta por los ataques aéreos lanzados por EE UU y el Reino Unido este viernes en Saná, la capital.
El presidente del Comité Revolucionario Huthi de Yemen, Mohammad Ali Al Huthi, asiste a una protesta por los ataques aéreos lanzados por EE UU y el Reino Unido este viernes en Saná, la capital.Mohammed Hamoud (Getty Images)

Es Israel quien ha arrastrado a su aliado a implicarse, tras semanas “intentando abrir un nuevo frente” con sus ataques contra posiciones de la Guardia Revolucionaria iraní, en Siria, y de Hamás y Hezbolá, en Líbano, a juicio de Ignacio Álvarez-Ossorio, especialista en Oriente Próximo y profesor de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Complutense de Madrid. El experto considera que la expansión del conflicto “beneficia” al Estado judío porque mete a Washington en liza con uno de los satélites de Irán y “desplaza la atención de la comunidad internacional”, lo que “le da un balón de oxígeno para proseguir sus planes en Gaza”. “De alguna manera, muchos países están entrando en una trampa, porque esto no va en beneficio de los intereses occidentales, sino de los intereses israelíes”, asegura el experto por videoconferencia.

La ampliación del campo de batalla refuerza además el relato del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, del conflicto en Gaza como una lucha más amplia entre “las fuerzas de la luz y las de la oscuridad”, en las que Israel sería la punta de lanza de las primeras (representadas por Occidente) e Irán lideraría las segundas. Cada vez más comentaristas israelíes temen que Netanyahu ―hundido en las encuestas y al que esperan muchas preguntas sobre su política hacia Gaza en los años previos al ataque― busque alargar la contienda por intereses personales más que nacionales. Según una encuesta publicada este viernes por el diario Maariv, un 63% de la población quiere elecciones anticipadas. No ganaría Netanyahu, sino Benny Gantz, que estaba en la oposición hasta que entró en octubre en el Gobierno de concentración formado ex profeso para la guerra.

Los ataques hutíes comenzaron en noviembre. En teoría, contra buques mercantes de propiedad o bandera israelí o que tuvieran el país como punto de destino u origen. Además de los que han incluido erróneamente en esas categorías, han acabado acosando otras embarcaciones, así que las principales compañías de transporte marítimo evitan el paso. En los dos últimos meses de 2023, el número de contenedores que cada día recorre la ruta cayó un 66%, de 500.000 a 200.000, por los asaltos en un mar que recoge un 30% del tráfico mundial de contenedores. Ahora, los barcos circunnavegan África por el cabo de Nueva Esperanza, lo que ha encarecido los fletes un 170%.

Tras semanas de aumento de la tensión, el martes marcó un punto de inflexión. El movimiento yemení lanzó su mayor ataque. El Consejo de Seguridad de la ONU aprobó un día más tarde una resolución que ordena a los hutíes cesar de inmediato su hostigamiento. Las exigencias de la Casa Blanca al grupo rebelde para que detuviera su actos hostiles habían caído en saco roto. De no tomar medidas contundentes, sentía que se arriesgaba a perder credibilidad y poder de disuasión en la zona. En la madrugada del viernes, las fuerzas estadounidenses y británicas atacaron sistemas de vigilancia antiaérea, radares y arsenales de drones, misiles de crucero y balísticos en distintos puntos de Yemen bajo control de los rebeldes hutíes. El precio del barril de crudo Brent escaló más de dos dólares, aunque luego bajó a la mitad al disiparse los miedos a un corte de los suministros.

Es, a juicio de Ibrahim Jalal, experto en el Golfo, lo que esperaban los hutíes “para ganar aún más apoyo popular, instrumentalizar los innegables sentimientos propalestinos y anti-intervención extranjera para sus fines políticos”.

Coincide Gerald M. Feierstein, exdiplomático estadounidense y experto en Oriente Próximo del centro de análisis sobre la región Middle East Institute. Ve en “el esfuerzo de los hutíes por introducirse en el conflicto de Gaza” una ambición de “reforzar su base de apoyo en el país y cimentar su movimiento más firmemente en el denominado ‘eje de la resistencia”, al que también pertenecen Hezbolá y Hamás. Gana puntos incluso entre sus detractores. Más aún cuando su enemigo, el Gobierno internacionalmente reconocido de Yemen, ha hablado más de los ataques a la navegación en el mar Rojo que de los muertos en Gaza. El viernes, cientos de miles de personas se manifestaron en Saná, la capital, en manos de los hutíes, en protesta por los bombardeos de Washington y Londres.

El pasado miércoles, el Centro Árabe de Investigación y Estudios Políticos, con sede en Qatar, publicó un análisis de la opinión pública en 16 países árabes respecto a la guerra en Gaza. Los resultados muestran un 69% de solidaridad con los palestinos y apoyo a Hamás. Otro 23% solo apoya a sus hermanos gazatíes, pero rechaza al movimiento islamista que lanzó el ataque de octubre, que dejó unos 1.200 muertos. Por el contrario, un 94% critica la posición de Estados Unidos (que veta un alto el fuego y financia y arma a Israel) en la crisis. Un 82%, de hecho, la define como muy mala. Irán, pese a las rivalidades regionales y las diferencias entre los ejes suní y chií, no sale mal parado, con un 37% de aprobación y un 48% de condena.

La intervención militar estadounidense ha generado la alarma en otros países de Oriente Próximo a los que podría extenderse y que albergan milicias proiraníes hostiles a Israel. “Denunciamos enérgicamente los intentos de ampliar la guerra, y afirmamos que las aventuras de fuego, en este caso, nos pueden quemar a todos”, dijo el presidente de Irak, Abdellatif Rashid. El Ministerio de Exteriores de Líbano ―en cuyo sur la milicia de Hezbolá mantiene enfrentamientos diarios con el ejército israelí que en otras circunstancias habrían desembocado en guerra abierta― manifestó en un comunicado su “extrema preocupación por la última escalada, las operaciones militares en el mar Rojo y los bombardeos aéreos contra territorio yemení”, así como su temor a que “se extienda a todo Oriente Próximo”.

También en Estados Unidos ha surgido preocupación a que escale el conflicto. La parlamentaria demócrata Elisa Slotkin, antigua miembro de los servicios de inteligencia de su país, apuntaba en la red social X, la antigua Twitter, su temor a que Irán quiera arrastrar a la Casa Blanca a implicarse más profundamente en la crisis. “Deberíamos estar preocupados por una escalada regional”, apuntaba la legisladora, que ha respaldado la acción militar del jueves. “Irán utiliza a grupos como los hutíes para pelear sus batallas, poder negar que tenga cartas en el asunto y evitar un enfrentamiento directo con Estados Unidos u otros... Esto tiene que acabar, y espero que [Teherán] haya entendido el mensaje”.

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