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Ucrania se siente cada vez más europea, aunque la sociedad admite que aún queda mucho por cambiar

Una gran mayoría de ucranios quieren formar parte de la hermandad europea, pero pocos creen que el país esté todavía preparado para ello

Mercado de Zaporiyia, en el sureste de Ucrania, este sábado 16 de diciembre.Foto: Cristian Segura | Vídeo: EPV
Cristian Segura

La primera pregunta, la más básica, es si se sienten europeos. La lanza el periodista a los clientes y empleados de la tienda de productos de belleza de Natalia Timoshenko, en el Mercado Angolenko de Zaporiyia, en el sureste de Ucrania. La propietaria no lo duda: por supuesto que se siente europea. Una de sus dependientas replica que ella no se siente europea. “Yo he vivido en Polonia y en Alemania, y nosotros somos diferentes, Ucrania no es Europa, es Ucrania”, añade la clienta Valeria Averina, de 27 años. El Consejo Europeo anunció el jueves que Ucrania entraba oficialmente en el proceso de negociaciones para formar parte de la Unión Europea. A ninguna de ellas les parece posible que se consiga el acceso en la UE en los dos años que ha estimado necesarios para lograrlo el Gobierno de Volodímir Zelenski.

“Es una pregunta absurda en Ucrania, si nos sentimos europeos, porque la mayoría te dirá que no, hemos estado muchos años aislados”, afirma Eduard Molochna, de 27 años. Molochna prosigue su relato: “Hay tantas cosas por cambiar para que esto sea Europa, en nuestro país no hay reglas, y si las hay, nadie las respeta. Y la Unión Europea es justo lo contrario”, comenta este joven que estudió la carrera de Ciencias Económicas en la República Checa.

Un puesto de ropa interior femenina en el mercado Anholenko de Zaporiyia, este sábado.
Un puesto de ropa interior femenina en el mercado Anholenko de Zaporiyia, este sábado. Cristian Segura

Molochna no anda del todo desencaminado, según uno de los estudios demoscópicos más completos publicados en 2023 sobre los vínculos entre los ucranios y la UE. El informe, publicado en agosto por el Centro Razumkov de análisis políticos y de defensa, concluía que un 51% de los ucranios se sienten europeos, frente al 41% de 2021 —un año antes de la guerra— y al 36% de 2005. En el oeste, las provincias más próximas a la UE, el porcentaje de sentimiento europeo es del 68%, y en el centro del país, del 49%; en el este y sur, donde se encuentra Zaporiyia, el porcentaje es de entre el 29% y el 42%.

Diferencia sustancial entre el oeste y el este

El apoyo a formar parte de la UE es mucho mayor. El 77% los ucranios creen que es importante formar parte del club europeo, y un 51% opina que es “crucial”, según un sondeo publicado el pasado octubre por el Instituto Internacional de Sociología de Kiev (KIIS). Pero la diferencia es sustancial entre el oeste y el este: si en las provincias occidentales, un 86% entiende que es importante entrar en la UE, en las orientales, el porcentaje baja al 62%; y entre los que lo consideran crucial, la cifra pasa del 61% en el oeste al 24% en el este.

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La pregunta sobre el sentimiento europeo que plantean centros como Razumkov tiene una lógica: Ucrania ha formado parte del imperio ruso durante siglos —y posteriormente, de la Unión Soviética—. Aunque europea geográficamente, su trayectoria histórica había recorrido un camino opuesto al de las democracias liberales occidentales. Pero Petro Burkovskyi, director de la Fundación de Iniciativas Democráticas (DIF), cree que la pregunta es equivocada: “Es erróneo plantear a alguien a quien bombardean a diario su ciudad si se siente europeo porque no es como si fuera un español, que está en la paz de la UE y protegido por la OTAN”. Burkovskyi entiende que lo correcto sería preguntar si consideran a Ucrania un país europeo y si comparten los mismos valores que la UE: “En este caso, responderían que sí, porque los ucranios defienden la libertad de expresión, la democracia, como en la UE”.

Bandera de la Unión Europea colgada en Jersón el día que fue liberada de la ocupación rusa, en noviembre de 2022.
Bandera de la Unión Europea colgada en Jersón el día que fue liberada de la ocupación rusa, en noviembre de 2022.Cristian Segura

“Lo bueno de la decisión en Bruselas es que nuestros hermanos europeos le han dicho a Rusia quiénes somos y a qué pertenecemos”, valoraba el pasado viernes en el mercado Angolenko Dmitro Valavuja, un empresario de la construcción de 40 años. Acompañado de sus dos hijas, Valavuja estaba seguro de que lo más importante que aportará la UE a Ucrania es la lucha contra la corrupción. “Nuestra manera de ser también tendrá que cambiar, porque somos poco civilizados”, argumentaba Valavuja: “Mi familia vive al lado de un riachuelo que desemboca en el Dnipró. Solo hay que ver la porquería que la gente tira al río, sin que a nadie parezca importarle. Estar en la UE es también corregir esto”.

Zaporiyia es capital de una provincia que está partida en dos: una mitad en la Ucrania libre y la otra, ocupada por Rusia desde 2022. La ciudad se encuentra a 26 kilómetros de las tropas invasoras. Las alarmas que avisan de un posible bombardeo suenan en el mercado pero todos hacen caso omiso del aviso. Se han acostumbrado al peligro, y eso que el pasado octubre, un edificio de viviendas vecino al mercado recibió el impacto de dos misiles. “De entrada estamos muy lejos de Europa porque esta guerra va a durar mucho”, afirma Ruslan Zinkush, propietario de una tienda de reparación de móviles. “También estamos lejos de Europa por la corrupción, pero estamos en la senda para mejorar, queremos mejorar porque no somos rusos”, añade este hombre de 46 años.

“Poca gente sabe exactamente lo que es la UE, saben que es bueno, pero no acaban de creerse que el país cambie”, dice Timoshenko mientras cuelga adornos navideños en su establecimiento. Averina, por ejemplo, duda de que “los ucranios puedan llegar a tener tanta seguridad en sí misma como en Alemania o Polonia”: “La gente allí dice lo que piensa con mucha libertad, sin pensar en consecuencias, sin miedo”. Timoshenko rebate a su clienta: “Esto es algo de la generación de nuestros abuelos, incluso de nuestros padres, que crecieron en la Unión Soviética. A estos no los cambiarás”.

Varias puestos exponen sus mercancías este sábado en el mercado Anholenko en Zaporiyia.
Varias puestos exponen sus mercancías este sábado en el mercado Anholenko en Zaporiyia.Cristian Segura

Desde uno de los pasillos del mercado, entre las paradas de pescado y de carne, Molochna reflexiona sobre lo que tiene que llegar: “Esta gente, ni paga impuestos por lo que vende, ni sigue protocolos de seguridad alimentaria ni de nada. Cuando introduzcamos las normas de la UE, la mitad tendrán que cerrar, ¿y a quién culparán? A Europa”. En unas jornadas del pasado octubre en Kiev sobre la integración de Ucrania en la UE, Aliona Getmanchuk, directora del centro de análisis Nueva Europea, advertía en este sentido: “Las reformas que se apliquen, por muy impopulares que sean, no se deben justificar como una imposición de Bruselas sino porque es Ucrania la que quiere entrar en la UE”.

Cuanto más jóvenes, más próximos al ideal europeo

Burkovskyi admite que la mayoría de la población todavía no es consciente de los cambios que se avecinan, de lo que significa formar parte de la UE, pero sus estudios confirman que cuanto más jóvenes, más próximos son los ucranios al ideal europeo. A diferencia de Molochna, el director de la DIF sí está convencido de que las tres décadas de independencia de Ucrania han sido suficiente para que la ciudadanía tenga una idea de lo más esencial que es para ellos la UE: “Millones de ucranios han trabajado en la UE desde los años 90 y entienden que Europa es sinónimo de un alto nivel de vida”, dice este sociólogo.

“Un ejemplo personal es mi madre”, prosigue Burkovskyi, “ella trabajó en Polonia y en Chequia. En Polonia estuvo antes de formar parte de la UE y posteriormente, y ha visto su progreso”. El director del DIF no tiene dudas sobre los rápidos progresos que conseguirá Ucrania para adaptarse a la UE porque es un reto más fácil comparado con librar una guerra en la que está en juego su existencia.

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Sobre la firma

Cristian Segura
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario Avui en Berlín y posteriormente en Pekín. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.
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