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La primera visita de un ministro israelí a Arabia Saudí refleja el veloz acercamiento entre ambos países

Netanyahu y Mohamed Bin Salmán apuntan a la cercanía de un acuerdo histórico. Riad promete a los palestinos que no serán olvidados

Israel Arabia Saudí
El primer ministro de Israel, Bejamin Netanyahu, tras la ceremonia del 50 aniversario de la guerra árabe-israelí en el espacio conmemorativo del Monte Herzl en Jerusalén, el 26 de septiembre.MENAHEM KAHANA (AFP)
Antonio Pita

La posibilidad de que Estados Unidos y Arabia Saudí firmen un acuerdo histórico que implique el reconocimiento de Israel por Riad parece moverse a velocidad de crucero, a tenor de las señales de los últimos días y la primera visita pública al reino del Golfo de un ministro israelí, este martes.

El titular de Turismo, Haim Katz, encabeza la delegación nacional a un evento de la Organización Mundial de Turismo, apenas medio año después de que Riad negase la entrada a una comitiva similar para un acto de la misma agencia de la ONU. “Trabajaré para crear colaboraciones para promover el turismo y las relaciones exteriores de Israel”, señaló al llegar a Riad, consciente de que la visita trasciende a su cartera y se suma a otro hito reciente: hace dos semanas, una delegación israelí acudió públicamente por primera vez al reino del desierto, para la reunión del Comité del Patrimonio Mundial de la UNESCO.

La prensa israelí apunta además a otras dos visitas la próxima semana: otro ministro (Shlomo Karhi, Comunicaciones) y un diputado, David Bitan. Ambos pertenecen al Likud, el partido del primer ministro, Benjamín Netanyahu.

Ningún Estado árabe reconoció a Israel tras su nacimiento, en 1948, y varios de ellos participaron en sucesivas guerras con el Estado judío. El primero fue Egipto, en 1979 ―recuperando a cambio el Sinaí, que perdió en la Guerra de los Seis Días (1967)― y el segundo, Jordania (1994), al calor de los Acuerdos de Oslo.

Desde entonces, el resto del mundo árabe le ponía un precio en bloque, al menos sobre el papel: el fin de la ocupación militar y la creación de un Estado palestino. Esto se rompió en pedazos en 2020, cuando el entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, forjó los Acuerdos de Abraham. Tras años de vínculos bajo cuerda, Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Marruecos y Sudán (que no lo ha ratificado, por su situación interna) rompieron el tabú y reconocieron al Estado judío, cada uno por contrapartidas ajenas a los intereses palestinos.

Ahora, la pieza de caza mayor es Arabia Saudí. Israel ansía establecer relaciones diplomáticas con el mayor número posible de países árabes y musulmanes al menor precio posible, pero Riad es más que uno de ellos. Potencia regional, capitaneó en 2002 una importante iniciativa de paz refrendada por la Liga Árabe y tiene el elemento simbólico añadido de albergar los dos lugares más sagrados del Islam (La Meca y Medina). Además, su sí, quiero previsiblemente despejaría otros en el mundo árabe y musulmán. Los de “seis o siete” países de África y Asia que calculó el pasado viernes su ministro de Exteriores, Eli Cohen, sin especificar cuáles.

Acelerón

El acuerdo lleva años sobre la mesa, pero las negociaciones han dado un acelerón en las últimas semanas. Las tres partes implicadas hablan abiertamente de su existencia y con optimismo, pero el mayor indicador son las declaraciones a Fox News del príncipe heredero saudí, Mohamed Bin Salman. “Cada día estamos más cerca”, dijo en su primera entrevista a un medio estadounidense desde 2019, difundida el pasado miércoles.

Lo hizo el mismo día en que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y Netanyahu abordaban el tema en su encuentro en Nueva York. Dos días después, el jefe de Gobierno israelí aseguró ante la Asamblea General de la ONU que ambos países están “en la antesala” del pacto e ilustró cual sería su resultado con un mapa de la región que incluía a los territorios palestinos como parte de Israel. “Todo Oriente Próximo cambia. Derribamos los muros de la enemistad. Traemos la posibilidad de la paz a toda la región”, aventuró.

Benjamín Netanyahu, el pasado día 22 en la Asamblea General de la ONU, en Nueva York.
Benjamín Netanyahu, el pasado día 22 en la Asamblea General de la ONU, en Nueva York.BRENDAN MCDERMID (REUTERS)

El pacto tendría cuatro elementos principales: un acuerdo especial de defensa entre Washington y Riad, el reconocimiento de Israel, la luz verde a un programa nuclear civil saudí y una serie de concesiones a los palestinos.

El liderazgo palestino —al que los acuerdos de 2020 pillaron con el pie cambiado― presiona ahora a Riad para recibir algo de enjundia, más aún cuando Netanyahu sugiere que serán básicamente medidas económicas para salvar la cara. En este contexto, se miraron con lupa las palabras de Nayef al Sudairi al presentar este martes al presidente Mahmud Abás sus credenciales como primer embajador de Arabia Saudí en Palestina (como no residente, desde Jordania). Señaló que su país “trabaja para el establecimiento de un Estado palestino con Jerusalén Este como capital”, que la iniciativa de 2002 es “un pilar fundamental de cualquier acuerdo venidero” y que siguen dando “gran importancia” a la causa palestina.

El presidente palestino, Mahmud Abás (tercero por la izquierda) durante la entrega de credenciales del embajador saudí, Nayef Al-Sudairi (izquierda), en Ramala.
El presidente palestino, Mahmud Abás (tercero por la izquierda) durante la entrega de credenciales del embajador saudí, Nayef Al-Sudairi (izquierda), en Ramala. THAER GHANAIM (AFP)

En Israel, el coste del acuerdo también preocupa. La normalización con los países árabes es asunto de Estado, pero el líder de la oposición ―el anterior primer ministro, Yair Lapid― acusa a Netanyahu de poner en riesgo la superioridad estratégica nacional en la región con tal de entrar en los libros de la historia. “Un acuerdo de normalización con Arabia Saudí es deseable, pero no al precio de que desarrolle armas nucleares. No al precio de una carrera nuclear en Oriente Próximo […] Son los fundamentos de nuestra estrategia nuclear. Las democracias fuertes no sacrifican sus intereses de seguridad por la política”, señaló en un comunicado.

Sin nombrarlo, Lapid aludía a que Israel es el único país de Oriente Próximo con arsenal atómico. Un secreto a voces y no amparado por el Acuerdo de No Proliferación Nuclear que las autoridades ni confirman ni desmienten. La política nacional de defensa se guía desde hace más de medio siglo por mantener esa posición exclusiva, como muestran sus bombardeos de proyectos nucleares en Irak (1981) y Siria (2007) y la guerra soterrada que mantiene con Irán, con asesinatos de científicos nucleares y ciberataques.

Lapid teme dar a Riad las herramientas que le permitan pasar algún día del uso nuclear civil al armamentístico. Algo a lo que contribuido una frase de Mohamed Bin Salmán en su entrevista: “Si ellos [Irán] consiguen una [arma nuclear], nosotros tendremos que conseguir una”.

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Sobre la firma

Antonio Pita
Corresponsal para Oriente Próximo, tras cubrir la información de los Balcanes en la sección de Internacional en Madrid. De vuelta a Jerusalén, donde ya trabajó durante siete años (2007-2013) para la Agencia Efe. Licenciado en Periodismo y Máster de Relaciones Internacionales y Comunicación por la Universidad Complutense de Madrid.

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