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Las tensiones francesas planean sobre los preparativos de los Juegos Olímpicos de París 2024

“Estamos preparados”, asegura la alcaldesa, Anne Hidalgo, a un año de una cita que debe proyectar la imagen de una Francia unida

La alcaldesa de París, Anne Hidalgo, en el desfile de la antorcha olímpica este 25 de julio de 2023, en la capital francesa.
La alcaldesa de París, Anne Hidalgo, en el desfile de la antorcha olímpica este 25 de julio de 2023, en la capital francesa.PASCAL ROSSIGNOL (REUTERS)
Marc Bassets

Un paréntesis, una tregua. Francia cruza los dedos para que, cuando se inauguren los Juegos Olímpicos dentro de un año, reine la tranquilidad. Los disturbios a principios de este verano en los suburbios y un invierno de protestas contra la reforma de las pensiones han sido un toque de atención.

El temor es que una crisis como las que han marcado el país estos meses —o como los chalecos amarillos hace cinco años— se repita durante los Juegos Olímpicos de 2024. Y arruine una cita que debe proyectar la imagen de una Francia poderosa y unida en una época de fracturas sociales y miedo al declive.

“Estamos preparados”. Mediados de junio. Los comensales —varios corresponsales, entre ellos el de EL PAÍS— acaban de sentarse en el Hôtel de Ville, la sede del Ayuntamiento de París, con la alcaldesa, la socialista Anne Hidalgo. Cuando falta poco más de un año para la inauguración el 26 de julio de 2024, Hidalgo se muestra confiada. Lo deja claro de entrada.

“Me acuerdo de que Eduardo Paes, el alcalde de Río, que acogió los Juegos de 2016, me dijo que el año de todos los peligros era el último año antes de celebrarlos”, explica. “La lección que saqué fue que había que estar preparados un año antes”. Y dispara una batería de datos sobre las infraestructuras, la seguridad, los transportes, la excepcional ceremonia inaugural, que no es en un estadio, sino en el Sena. Todo listo, o casi. “No hay ninguna inquietud”.

Pero unos días después de la conversación, un policía dispara a un adolescente en las afueras de París. El adolescente muere. La violencia estalla en las banlieues, los extrarradios empobrecidos y multiculturales. Una sombra planea de repente sobre los Juegos Olímpicos. ¿Y si sale mal?

Los disturbios empezaron el 27 de junio. Fueron intensos. Y breves. Tras el despliegue de 45.000 policías y gendarmes, en menos de una semana volvió la calma. Ya parece lejano.

“Hay dos Francias”, reflexiona el ensayista Dominique Moïsi, autor, de La geopolítica de las emociones. “Se ha visto estos días a una que celebraba el 14 de julio, feliz de su lugar en el mundo. Y del otro, se ha visto a gente en un summum de la rabia y la cólera”. Pero añade confiado: “Mi sensación es que Francia está totalmente preparada para acoger los Juegos: los franceses se apasionarán y estarán orgullosos de tenerlos en París”. Un sondeo del instituto Harris indica que un 72% de franceses apoya la organización de los Juegos. Otro, del instituto Odoxa, sitúa el apoyo en un 59%.

Al contrario que Barcelona en 1992, estos no son unos Juegos Olímpicos que vayan a transformar una ciudad. No quedarán monumentos o símbolos como los que a finales del siglo XX modificaron su perfil, como el Arco de La Défense. Pero sí aceleran cambios que llevan en marcha desde hace años para convertir París en una capital ecológica. Y deben servir para mejorar algunos barrios que han sido escenario de disturbios y escenario, en un año, de parte de las pruebas.

Desde un mirador junto a la Ciudad Olímpica, ya casi a punto, en el departamento de Saint-Denis, se ven los antiguos terrenos industriales en el norte de París ahora en obras. “Estamos recosiendo un poco estos territorios”, resume el guía que presenta las obras a unos visitantes de una empresa constructora. “Aunque se llame Saint-Denis, ¡esto es París!”.

Pero, ¿y si, antes o durante la cita, se repitiesen las imágenes de vehículos ardiendo, de comisarías y ayuntamientos asaltados, de escuelas y bibliotecas destrozadas y centros comerciales saqueados? “No hay que dar por hecho el paréntesis de unión nacional durante los Juegos”, publicó Le Monde en un artículo.

La ministra de Comercio y Turismo, Olivia Grégoire, declaró a este diario en los días posteriores: “No tengo ninguna inquietud”. Grégoire recordó que los disturbios de 2011 en Londres no impidieron el éxito de los Juegos en esta ciudad en 2012. La alcaldesa Hidalgo y sus asesores enviaron un mensaje parecido. “Espero que el ambiente sea más tranquilo dentro de un año, pero nos preparamos para cualquier eventualidad”, dijo en los mismos días Pierre Rabadan, teniente alcalde responsable de los JJ OO. Emmanuel Grégoire, responsable de Urbanismo, afirmó: “Hay una tradición de treguas olímpicas y este paréntesis es fundamental”.

Cuando llegó a la alcaldía en 2014, Hidalgo era reticente a otra candidatura para los Juegos tras el fracaso de la presentada para 2012 y que acabó ganando Londres. El origen de la actual candidatura podría situarse en el 2015, el año de los atentados islamistas contra el semanario Charlie Hebdo en enero y en noviembre en la sala de fiesta Bataclan, las terrazas del este de París y el Stade de France en Saint-Denis (el mismo del fiasco organizativo y de seguridad en la final Champions de 2022 y el estadio olímpico el próximo verano).

Recuerda la alcaldesa: “Lo que me dio miedo en aquel momento fue escuchar a jóvenes, incluso niños, explicando que los héroes eran los terroristas y que Charlie Hebdo era culpable de un exceso de libertad de expresión. ¡Lo oí! Y me dije: ‘Esto no va nada bien. Debemos encontrar algo que dé una perspectiva, un impulso a la juventud, al país, y los Juegos pueden ser este momento federador’. Mi reflexión fue, en este momento: ‘Hay gente, hay niños, que están en Francia, pero no saben dónde viven’. Quizá los Juegos pueden permitir a cada uno entender dónde vivimos”.

¿Podrían ser los Juegos este “momento federador”? “Sí. Mi filosofía es no negar las dificultades. Las desestabilizaciones que conocemos en el país son algo que observamos y no ignoro”, respondió. “No soy ingenua”.

Los Juegos, según Hidalgo, “deben ser un momento en el que las reivindicaciones de los franceses puedan expresarse y en el que la fiesta pueda celebrarse”. “Hay unos valores y una filosofía”, añade. “No es únicamente un momento de festividades y, para algunos, una máquina de hacer dinero. Y esto cambia la naturaleza de los Juegos: para París no podía ser otra cosa”. Y se pone a ella misma de ejemplo, nacida en una familia española de represaliados por el franquismo y de emigrantes. “Que yo sea alcaldesa de París, y con doble nacionalidad, quiere decir algo en un momento en que todos los populistas se arrogan el derecho de decir quién debe estar aquí y quién no”, sostiene. “Somos un pueblo totalmente mezclado, orgulloso de su historia”.

Si todo sale bien, París 2024 puede cerrar una década complicada. Y puede resucitar la fortuna política de Hidalgo, candidata severamente derrotada en las presidenciales de 2022, y de Macron, que podrá encarar el final de su mandato —no puede volver a presentarse en 2027— con un éxito en esta forma de poder blando que son unos Juegos Olímpicos.

“Si se mira históricamente, el retorno de Japón a la escena mundial fueron los Juegos de Tokio en 1964, y los de Pekín fueron muy importantes para China en 2008″, reflexiona el ensayista Moïsi. “Los Juegos Olímpicos tienen tendencia a marcar un nuevo inicio, o a confirmar lo que existe. O, en el caso de Francia, a borrar una imagen enturbiada”.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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