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El mar Báltico, a un paso de convertirse en el ‘lago de la OTAN’

La futura incorporación de Suecia a la Alianza Atlántica es un golpe para Rusia, que se convertirá en el único Estado ribereño ajeno a la organización militar

María R. Sahuquillo
Mar Baltico
El destructor de la Marina estadounidense 'USS Paul Ignatius' navegaba en el mar Báltico, el pasado 16 de junio.picture alliance (dpa/picture alliance via Getty I)

Es un mar poco profundo, con una superficie ribeteada de pequeñas islas, con mucho ajetreo y un fondo cuajado de cables esenciales. El mar Báltico, de 377.000 kilómetros cuadrados y con costas en nueve países europeos, tiene una importancia estratégica. Ahora, con la próxima incorporación de Suecia a la Alianza Atlántica, toda su costa estará compuesta por aliados de la organización militar más poderosa del mundo —Suecia, Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, Alemania y Dinamarca—, excepto por dos pequeños accesos de Rusia. La adhesión de Estocolmo, que se prevé en otoño, después de que Turquía levantase el veto que mantenía en vísperas de la cumbre de la Alianza en Vilnius (Lituania) convertirá al mar Báltico en el gran lago de la OTAN.

Será un golpe para Rusia, que mantiene el acceso alrededor de San Petersburgo y en el militarizado enclave de Kaliningrado. La llegada del aliado 31º da a la OTAN un buen dominio estratégico de la zona y también una mayor protección de la infraestructura de cables submarinos y otras instalaciones esenciales en el Báltico. Estos gasoductos y conductos de telecomunicaciones, que se han ido desplegando como una maraña submarina, son una de las mayores vulnerabilidades de la Alianza. Otra más que ha quedado al descubierto por la guerra de Rusia en Ucrania, y que se ha hecho aún más evidente tras el sabotaje de los gasoductos Nord Stream, que llevaban gas ruso a Alemania bajo el mar Báltico. Un ataque que Alemania, Dinamarca y Suecia aún investigan y que informaciones de los servicios secretos de EE UU han llegado a atribuir a un supuesto grupo proucranio. Una información que Occidente ha acogido con una gran cautela.

En los últimos meses, la Alianza Atlántica ha intensificado las patrullas en la zona y también las maniobras militares en el Báltico y en el mar del Norte. La organización militar, que tiene un valioso despliegue en los Estados bálticos, flanco este de la OTAN, ha advertido de que Rusia está empleando barcos espía para tratar de mapear la infraestructura marítima crucial de Europa. Además, la Alianza ha creado un centro especial para la protección de las infraestructuras submarinas y marinas.

La realidad es que en un mundo global interconectado y enormemente dependiente de las tecnologías, un ataque híbrido en forma de la voladura, por ejemplo, de un cable submarino de telecomunicaciones —o de un gasoducto— podría llegar a paralizar una ciudad, alerta una fuente de inteligencia de uno de los países con aguas en el Báltico, que advierte de que en el espacio de tiempo hasta la entrada real de Suecia en la OTAN, el Kremlin puede lanzar ataques híbridos en el mar. “Es un momento delicado, de ahí el aumento de la vigilancia. Tampoco podemos descartar otro tipo de elementos, como un desastre medioambiental provocado”, asevera.

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El puerto de Riga, el mayor de Letonia y el segundo más importante de los tres países bálticos, profundamente atlantistas tras su pasado de medio siglo de ocupación soviética, es una marea constante de movimiento. En 2022 gestionó más de 23,5 millones de toneladas en mercancías, además de acoger barcos de pasajeros, incluidos los cruceros que llevan a enjambres de turistas a la capital de cuento de hadas letona y los barcos que han transportado a la zona vehículos blindados y equipos de combate a las brigadas estadounidenses de la OTAN desplegadas en Europa.

A Inga, que pasea a pocos kilómetros del puerto con sus dos nietos pequeños, le hace gracia la metáfora del “lago de la OTAN” que tantos analistas emplean estos días para describir el mar Báltico. “¿Quién hubiera dicho que pasaría todo esto hace 20 años? Pero si nos hubieran hecho caso a los bálticos en lugar de llamarnos antirrusos, las cosas habrían sido diferentes”, afirma. Letonia tiene la mayor proporción de población rusa entre los miembros de la UE (alrededor de un 25% de los más de 1,8 millones de habitantes de este pequeño país báltico) y ha padecido algunas tensiones desde hace años por cuestiones lingüísticas y de ciudadanía.

Un acceso muy limitado del Kremlin

La URSS tuvo el control mayoritario del Báltico, que da acceso al mar del Norte, durante la Guerra Fría. Sin embargo, con la entrada en la OTAN de Polonia (en 1999) y después del de las tres repúblicas bálticas (2004), la mayor parte de la costa quedó como territorio aliado. El ingreso en abril de Finlandia en la organización militar, que duplicó las fronteras de la OTAN con Rusia, y la futura incorporación de Suecia —que además es estratégica para la Alianza también en el Ártico— consagrarán la realidad: que el Kremlin tiene ya un acceso extremadamente limitado al Báltico.

Unos soldados y un buque de guerra polacos, durante unas maniobras militares en Krynica Morska, muy cerca de Kaliningrado, el 17 de abril.
Unos soldados y un buque de guerra polacos, durante unas maniobras militares en Krynica Morska, muy cerca de Kaliningrado, el 17 de abril.WOJTEK RADWANSKI (AFP)

Camille Grand, experto del European Council on Foreign Relations (ECFR) y antiguo alto cargo en la OTAN, señala: “La pertenencia de Suecia a la OTAN fortalecerá la seguridad de la Alianza y permitirá una cooperación mucho más estrecha entre el Báltico y el Ártico, algo que es crucial”.

Rusia, en línea con su retórica belicista y la teoría de culpar a la OTAN de cualquier circunstancia, ha advertido de que la adhesión de Suecia en la Alianza será “definitivamente negativa”. “Es esencial darse cuenta de que la infraestructura militar rusa nunca se ha desplazado hacia Europa occidental. Siempre se ha movido en la dirección opuesta”, comentó esta semana el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov. “Es lamentable que los europeos no se den cuenta de este error”, añadió Peskov, obviando, entre otras cosas, que la guerra a gran escala lanzada por el presidente Vladímir Putin en Ucrania no solo ha violado la soberanía de este país, sino que también supone el avance de las tropas del Kremlin hacia Occidente.

Pero no todo va tan rápido. Al terminar la cumbre de Vilnius, que había comenzado con Recep Tayyip Erdogan como protagonista, el presidente turco recordó que aún tiene, en parte, la sartén por el mango al asegurar que la ratificación de la adhesión de Suecia puede no llegar tan pronto como se espera. Turquía ha sido el principal escollo para el avance de Suecia hacia la OTAN. Ankara ha acusado a Estocolmo de presunta ineficacia contra el terrorismo, en especial contra el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), considerado una organización terrorista por Turquía, la UE y EE UU. Un argumento que algunas voces han visto como una maniobra, en parte, para que Estocolmo iniciase extradiciones a Ankara de opositores y críticos.

La víspera de la cumbre, tras vincular el sí a Estocolmo con la resurrección de las conversaciones para la adhesión de Turquía a la UE y una cuidadosa danza diplomática de la organización militar, de la UE y de Suecia, Erdogan dio luz verde. No sin obtener antes unas cuantas concesiones importantes: desde la creación de un nuevo puesto, el de zar antiterrorista, dentro de la Alianza, hasta el desbloqueo de las conversaciones para comprar aviones F-16 y sus componentes a Washington.

Tampoco Hungría ha ratificado el ingreso de Suecia. Aunque el Gobierno del ultraconservador Viktor Orbán, el pionero en llevar su chantaje por asuntos europeos —en su caso la congelación de fondos por sus incumplimientos de normas europeas sobre corrupción y el Estado de derecho, cuando Suecia presidía el Consejo de la UE— ha asegurado que lo hará en cuanto Ankara dé luz verde.

Con la incorporación de Finlandia (5,5 millones de habitantes), la OTAN ganó un ejército potente con grandes capacidades en el aire y en el mar y también buena red de inteligencia en una zona crucial para la Alianza. Suecia tiene un ejército relativamente pequeño, pero posee una fuerza aérea equipada con cazas militares modernos, una interesante industria de la defensa y una valiosa flota de submarinos.

A medida que la región completa su desconexión completa de la energía rusa, los países están ampliando su infraestructura de importación de gas licuado, construyendo parques eólicos marinos e invirtiendo en nuevas líneas de transmisión de energía submarina, señala Sophia Besch, del Fondo Carnegie para la Paz Internacional, en un reciente análisis publicado también en Foreign Policy. Esto creará una red aún más densa que la que puebla las profundidades del mar Báltico, el lago de la OTAN.

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Sobre la firma

María R. Sahuquillo
Es jefa de la delegación de Bruselas. Antes, en Moscú, desde donde se ocupó de Rusia, Ucrania, Bielorrusia y el resto del espacio post-soviético. Sigue pendiente de la guerra en Ucrania, que ha cubierto desde el inicio. Ha desarrollado casi toda su carrera en EL PAÍS. Además de temas internacionales está especializada en igualdad y sanidad.

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