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La catástrofe de la presa de Nova Kajovka pone en apuros la contraofensiva ucrania

La inundación de las llanuras en torno al río Dniéper dificulta las operaciones de ataque y beneficia a las defensas rusas

Calles inundadas en la ciudad ucrania de Jersón, este miércoles 7 de junio de 2023, tras el derrumbe de la presa de Nova Kajovka. Foto: Libkos (AP / Lapresse) | Vídeo: EPV
Cristian Segura

La guerra total es aquella en la que “todo es un objetivo y todo puede servir como arma, lo humano y lo no humano”. Esta descripción, escrita por Emmanuel Kreike, profesor de Historia de la Universidad de Princeton, casa a la perfección con lo sucedido este martes en Ucrania con la destrucción de la presa de Nova Kajovka. Una infraestructura civil en manos de un ejército, el ruso, que termina por causar una catástrofe que no solo tendrá graves consecuencias humanitarias y medioambientales, también militares. Porque si algo provocará que el caudal del río Dniéper se llegue a triplicar en sus 60 kilómetros finales, además de dejar inhabitables decenas de pueblos, es obstaculizar la contraofensiva ucrania.

Todavía están por aclarar las responsabilidades directas del derrumbe de la presa, pero Rusia es militarmente la más beneficiada. Serhii Nayev, teniente general de las Fuerzas Armadas de Ucrania, aseguró el martes en un encuentro con la prensa que el Estado Mayor había previsto la posibilidad de que las fuerzas rusas dinamitaran la presa, por lo que los planes de la contraofensiva siguen en marcha. Pero Nayev también admitió que la prioridad es la asistencia civil en la zona: “La orden ahora es tomar medidas para proteger a la población civil”. Se prevé que el nivel del agua pueda aumentar hasta cinco metros este miércoles y que a partir del jueves empiece a retroceder, según publicó Ukrinform, la agencia estatal de noticias.

“En la situación actual de socorro civil, quizá durante semanas no podrán llevarse a cabo operaciones militares en la zona”, explica a EL PAÍS Jérôme Pellistrandi, general retirado del ejército francés. Pellistrandi es menos optimista que Nayev y califica la destrucción de la presa de “contratiempo brutal para los intereses militares ucranios”.

El río Dniéper es, a su paso por las provincias de Dnipropetrovsk y Jersón, la línea que separa a los dos ejércitos. Desde principios de primavera se estaban llevando a cabo constantes incursiones de fuerzas especiales y navales ucranias en la orilla oriental, en territorio de la provincia de Jersón ocupado por Rusia. En algunos asentamientos cercanos al delta y en islas del río se habían establecido posiciones ucranias. Todas estas avanzadillas tuvieron que abandonar este martes un territorio que había quedado inundado.

Tres unidades de fuerzas especiales diferentes habían explicado en mayo a EL PAÍS que llevaban meses en zona ocupada por Rusia para forzar que el enemigo tuviera que mantener tropas en la región y para identificar posiciones defensivas para ser destruidas cuando diera comienzo un asalto al río en la contraofensiva. “Por lo menos se podía intentar un ataque de confusión hacia Crimea, pero esto ahora será muy difícil, requerirá semanas replantear esta misma opción”, afirma Pellistrandi.

Este general francés subraya que si antes había que idear un asalto en puntos del río con una anchura de entre 500 metros y un kilómetro, ahora pasará a tener de dos a tres kilómetros. “Para los rusos es una enorme ventaja táctica, para su artillería sería muy fácil golpear el traslado de blindados en pontones”. Pellistrandi añade otro beneficio para el lado ruso, y es que podrán destinar tropas ahora estacionadas en el sur al frente este, donde el Ejército de Tierra ucranio está atacando con fuerza.

Residentes en el interior de un bote durante las labores de evacuación en la ciudad de Jersón, este miércoles.
Residentes en el interior de un bote durante las labores de evacuación en la ciudad de Jersón, este miércoles. ALEKSEY FILIPPOV (AFP)

Las tropas ucranias están avanzando en Bajmut y en el frente de Zaporiyia en los primeros compases de la contraofensiva. En Bajmut, la ciudad de Donetsk arrasada y que Rusia conquistó el pasado mayo, un oficial ucranio de infantería consultado por este diario, además de otros militares entrevistados por medios ucranios, aseguran que se ha recuperado en tres días lo que se había perdido en toda la primavera. “Hace un mes le decía a mi familia que estábamos perdidos, que nos iban a aplastar; ahora somos nosotros los que vamos a aplastarles”, dice un comandante de batallón de infantería en conversación telefónica con EL PAÍS. En el frente de Zaporiyia los avances también han sido confirmados por el enemigo. Este eje es el más estratégico de la guerra porque permitiría a las Fuerzas Armadas de Ucrania avanzar hacia los territorios ocupados al este del Dniéper sin tener que probar un asalto fluvial.

La destrucción de la presa de Nova Kajovka hará todavía más titánico un desembarco en el Dniéper. Charles Rei, militar retirado de Estados Unidos y destacado comentarista de la invasión rusa en las redes sociales, da ahora por imposible un intento de asalto anfibio ucranio: “Cruzar el río a través del embalse y curso abajo ya era extremadamente difícil; ahora es técnicamente imposible”. La carretera de la presa, además, ya no existe.

Mark Hertling, teniente general retirado de Estados Unidos, coincidía el martes con Rei en que la situación perjudica a ambos bandos, aunque más al ucranio porque, si bien las líneas defensivas rusas a pie de río han quedado inundadas, las opciones de establecer una cadena de suministros en un intento de asalto a través del río quedan seriamente afectadas.

Pellistrandi subrayó que lo más dramático es la catástrofe ecológica. Toneladas de materiales contaminantes en el embalse de la presa llegarán a las llanuras del Dniéper, además del cambio en el ecosistema. Los efectos para el sector agrario también serán dramáticos, según ha incidido el Gobierno ucranio. Otro francés, François Heisbourg, analista de referencia del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, afirmaba en la cadena LCI que el mundo estaba frente a “un acto que puede considerarse como el primer ecocidio en una guerra moderna”.

Kreike, uno de los referentes académicos en el estudio del uso de la naturaleza como arma de guerra, recuerda en su libro Scorched earth que el ecocidio no está reconocido como un crimen internacional. Un ecocidio es la destrucción de un ecosistema en detrimento de la vida. Kreike analiza en su obra casos de destrucción expresa de ecosistemas con fines militares y para la destrucción de colectivos sociales y su territorio. Esto, el profesor de Princeton lo define como “ambienticidio”. Los ejemplos históricos que pone en Scorched earth coincidirían con lo que habría realizado Rusia si se confirmara que ha detonado la presa de Nova Kajovka. El primer ejemplo que utiliza Kreike en el libro es del siglo XVI, las revueltas en los Países Bajos contra Felipe II. La nobleza local que se levantó contra el emperador destruyó diques que inundaron extensos territorios, ciudades, provocando migraciones masivas, pero que permitieron los asaltos de sus buques de guerra.

Hay tres tesis sobre lo que puede haber sucedido en Nova Kajovka. Kiev defiende a capa y espada que ha sido Rusia la que ha destruido la presa con detonaciones. Aunque la Casa Blanca ha dicho que todavía no puede sacar conclusiones en este sentido, fuentes del Gobierno estadounidense afirmaron a la cadena NBC que tenían información de que la autoría de la catástrofe era rusa. El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, y altos representantes de la Unión Europea han mostrado públicamente su convicción de que las tropas rusas son las responsables.

La versión del Kremlin es que saboteadores ucranios explosionaron la presa. Una consecuencia de ello es que la península de Crimea, anexionada unilateralmente por Rusia en 2014, dejará de recibir agua a través del canal procedente del río Dniéper. La tercera versión, que de alguna manera sustentaron las autoridades rusas en la ocupada Nova Kajovka, es que la presa se derrumbó porque estaba en mal estado. La infraestructura había sufrido múltiples explosiones en el último año, tanto de la artillería ucrania como de las tropas rusas cuando se retiraron de la orilla occidental el pasado noviembre. Múltiples testimonios de ambos bandos recogidos en medios y en canales de Telegram mostraron a unidades de los dos Ejércitos apostadas en el río que fueron sorprendidas ante la crecida del agua y huyendo en el último minuto.

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Sobre la firma

Cristian Segura
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario 'Avui' en Berlín y en Pekín. Desde 2022 cubre la guerra en Ucrania como enviado especial. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.

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