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Borrell viaja a Cuba para estrechar lazos en plena estrategia de acercamiento a América Latina

El jefe de la diplomacia europea inicia una visita a La Habana que miran con recelo quienes reclaman mayor presión de Bruselas por las violaciones de los derechos humanos en la isla

El alto representante de Política Exterior de la UE, Josep Borrell, con el ministro de Asuntos Exteriores José Manuel Albares esta semana en BruselasFoto: OLIVIER HOSLET (EFE) | Vídeo: EPV
Silvia Ayuso

Oficialmente, el viaje que Josep Borrell inicia en Cuba este jueves responde a una cita bilateral rutinaria. Pero como cualquier visita de un político a La Habana, la que el alto representante para Política Exterior de la UE comienza en la isla caribeña tiene poco de ordinario y mucho de simbólico. Sobre todo en momentos en que Europa quiere aprovechar la inminente presidencia de turno española para relanzar la relación con América Latina. Y Cuba, un país de poco peso económico, pero de gran carga política, además de una relación histórica con Rusia, puede todavía abrir puertas. O cerrarlas.

“No puedes tener una relación con América Latina, mucho más con la comunidad iberoamericana, sin que esté Cuba”, subrayan fuentes diplomáticas españolas. Sobre todo en momentos en que al menos dos de los países clave para Bruselas en la región, Brasil y México, cuentan con gobiernos muy sensibles al trato que se dé a la isla caribeña. Por ello, el Gobierno de Pedro Sánchez ve con muy buenos ojos esta visita, que precede a la cumbre UE-Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) que se celebrará en Bruselas en julio, como pistoletazo de salida de un impulso a los vínculos de Europa con una región clave, no solo en materia de alianzas políticas, sino también económicas y de materias primas ahora que las relaciones con Rusia y China se han complicado exponencialmente.

Pero tanto Madrid como Bruselas son conscientes de que, cuando se trata de Cuba, se camina por una senda muy fina y que muchos ojos suspicaces —sobre todo en materia de derechos humanos, en los que el Gobierno de la isla tiene un largo historial negro— seguirán cada paso de Borrell en La Habana. Los avisos no han parado de llegar desde que se anunció el viaje del alto responsable comunitario hace una semana.

Borrell llega a su primer viaje oficial a Cuba como jefe de la diplomacia europea —ya estuvo como ministro de Exteriores español anteriormente, la última en 2019— para participar en el tercer Consejo Conjunto UE-Cuba, en el que tendrá enfrente en la mesa al canciller cubano, Bruno Rodríguez, uno de los hombres fuertes del presidente, Miguel Díaz Canel. La cita se enmarca en el Acuerdo de Diálogo Político y Cooperación con el que las dos partes pusieron fin en 2016 a 20 años de distanciamiento por la llamada posición común europea que impulsó en su momento el Gobierno de José María Aznar. Fueron unos años en los que hoy dos potencias de las que recela Occidente más que nunca —Rusia y luego China— aprovecharon para reforzar su presencia en Cuba como una puerta hacia la codiciada región latinoamericana.

Moscú fue, desde su época soviética, un aliado clave del entonces Gobierno de Fidel Castro y lo ha seguido siendo hasta hoy: ha sido Rusia, recuerda el politólogo Arturo López-Levy, la que “ha salido al rescate” de Cuba en la enésima profunda crisis económica que vive el país desde que la pandemia de covid arrasó con el turismo y que ha obligado a la isla incluso a cancelar este año su simbólico desfile del Primero de Mayo. Pero ello no significa que La Habana solo escuche al Kremlin, apostilla el especialista en Cuba, que actualmente ejerce como profesor invitado en el Centro de Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Madrid.

“Una cosa que ha faltado en Europa es entender la diferencia entre lo que supone un apoyo incondicional a Rusia y lo que en realidad ha promovido la diplomacia multilateral cubana, una especie de neutralidad prorrusa”, señala López-Levy. En ese contexto, son significativas las abstenciones de Cuba en las votaciones en Naciones Unidas condenando a Rusia por la invasión de Ucrania, diferentes del apoyo reiterado de Nicaragua a Moscú.

Por ello, “si Borrell toca las teclas adecuadas del piano”, considera, Cuba puede convertirse en un socio interesante para Europa, sobre todo en estos momentos en que “la UE apuesta por el multilateralismo” y La Habana ejerce la presidencia de turno del grupo de 134 países en desarrollo que forman el G-77+China.

“Cuba puede cooperar con la agenda de Borrell para que América Latina sea un socio de una Europa estratégicamente más autónoma”, como busca Bruselas, sobre todo desde que la guerra de Ucrania pusiera de relieve sus peligrosas dependencias exteriores, agrega el politólogo. Por su parte, Cuba necesita a Europa en cuanto que puede ser una palanca para avanzar en dos de sus demandas recurrentes ante Estados Unidos: la condena de las sanciones que Joe Biden no ha acabado de revertir tras la era de Donald Trump, que deshizo buena parte de la política de deshielo emprendida antes por Barack Obama, y salir, también, de la lista de Washington de países patrocinadores del terrorismo, a la que la isla volvió por decisión del presidente republicano en 2021. La UE es, además, el principal socio comercial, inversor y de cooperación en la isla, recuerda Bruselas.

Una agenda más clara de derechos humanos

Durante su estancia, hasta el 27 de mayo, Borrell tiene previsto reunirse, además de con las autoridades cubanas, con empresarios de la isla y “un espectro de voces de la sociedad cubana para conocer sus perspectivas sobre los desafíos y oportunidades”. Ese programa no ha sido bien acogido por el Partido Popular. Para el eurodiputado de esta formación Antonio López-Istúriz, en la agenda falta “una clara mención a la falta de derechos humanos y de libertades en el país”.

“Animo al alto representante a que se reúna con representantes de la oposición, familiares de presos políticos y organizaciones de la sociedad civil libre, y no solamente con aquellas orquestadas por el régimen”, ha dicho en un comunicado.

“La visita de Borrell a Cuba será importante para la sociedad cubana si la UE puede presionar al Gobierno de ese país para que ponga los derechos humanos en el centro de la discusión”, coincide Erik Jennische, director para América Latina de Civil Rights Defenders. En vísperas del viaje del jefe de la diplomacia europea a La Habana, esta ONG sueca firmó con otras siete organizaciones, entre ellas Amnistía Internacional y Human Rights Watch, un comunicado reclamando que, en sus encuentros con el Gobierno de la isla, Borrell “inste a las autoridades cubanas a liberar inmediata e incondicionalmente a todas las personas detenidas únicamente por ejercer sus derechos humanos”.

“El acuerdo que Cuba ha firmado con la UE dice que las partes van a respetar los derechos humanos y la democracia y, evidentemente, ese país no lo está haciendo”, sostiene Jennische, y advierte: “Cuba no va a avanzar hacia la democracia y el respeto por los derechos humanos si las voces de esa sociedad civil no son escuchadas y si no hay una presión internacional real para que el Gobierno detenga sus prácticas de violación de los derechos humanos”.

Sin revelar más detalles de su agenda —algo habitual, por otra parte, en países donde la oposición sufre un acoso oficial habitual—, Borrell se ha limitado a defender estos días lo que viene diciendo desde antes de que se convirtiera en la voz de la política exterior europea: con países con los que se mantienen relaciones complejas, hay que dialogar, siempre. “Con Cuba hay que hablar, hay que hablar con todo el mundo”, defiende como mantra que llevará también a La Habana.

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Sobre la firma

Silvia Ayuso
Corresponsal en Bruselas, después de contar Francia durante un lustro desde París. Se incorporó al equipo de EL PAÍS en Washington en 2014. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, comenzó su carrera en la agencia Efe y continuó en la alemana Dpa, para la que fue corresponsal en Santiago de Chile, La Habana y Washington.

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