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El G-7 alumbra en Hiroshima un consenso de inspiración europea

Las conclusiones sobre China, Rusia y el estilo de acercamiento al sur global encajan con las posiciones de partida de la UE

Los líderes del G-7 y de la UE, el viernes en la cumbre de Hiroshima. Foto: MINISTRY OF FOREIGN AFFAIRS OF J (VIA REUTERS) | Vídeo: Reuters
Andrea Rizzi (Enviado especial)

La cumbre del G-7 celebrada en Hiroshima (Japón) este fin de semana ha sido una cita de alta relevancia política. El grupo de las grandes democracias avanzadas ha emitido sus mensajes, sobre todo dirigidos a China, Rusia y al sur global. En los elementos más relevantes, el posicionamiento de consenso se sitúa mucho más cerca de los planteamientos de la UE que de los que tenían fuerza en Washington hasta hace poco.

En cuanto a China, las conclusiones han enviado un mensaje contundente a Pekín, mucho más duro que en otras cumbres, pero firmemente anclado en el territorio conceptual de reducir riesgos, idea apadrinada por la UE, y lejos de la del desacople que estaba en boga en Estados Unidos hasta hace poco.

Respecto a Rusia, el comunicado final apunta a una nueva vuelta de tuerca en la restricción de las exportaciones hacia el país liderado por Vladímir Putin, pero nada parecido a la prohibición generalizada con algunas excepciones que promovía Washington en abril, según informó la agencia Bloomberg. Los socios europeos —y también Japón—, se opusieron, y el acuerdo ha quedado en una expansión de las restricciones, pero ni mucho menos un corte en seco con excepciones sectoriales. Por otra parte, el viraje de Washington acerca de los cazas F-16 para Ucrania también responde a presiones desde países europeos.

Biden saludaba a Zelenski en la cumbre del G-7 en Hiroshima.
Biden saludaba a Zelenski en la cumbre del G-7 en Hiroshima.susan walsh (Associated Press/LaPresse)

En cuanto al sur global, fuentes europeas señalaban que se ha asentado un consenso alrededor de la idea de que, en la relación con este conjunto heterogéneo de países, es mejor optar por buscar una sintonía en el marco del respeto de los principios de la ONU, como la soberanía y la integridad territorial, en vez de pisar el acelerador en la retórica del frente democrático contrapuesto a los regímenes territoriales, también bastante utilizado al otro lado del Atlántico.

Estos elementos no impiden que Washington vaya a seguir presionando para reequilibrar distintos capítulos en direcciones de su preferencia, ni que permanezcan áreas de seria fricción entre Estados Unidos y la UE, como las motivadas por el proteccionismo industrial en el sector verde de la Casa Blanca.

Por otra parte, dentro de la propia UE hay distintas sensibilidades, y algunos países, sobre todo en el flanco este, comulgan más con muchas de las posiciones de Washington que con los planteamientos mayoritarios en la Unión.

Pero la cumbre de Hiroshima ha evidenciado una clara voluntad de los Siete de mostrarse cohesionados ante el mundo, y ese consenso ha aterrizado en un lugar muy próximo a las líneas maestras de la UE en los principales asuntos.

“Coerción económica” de China

El caso de China es quizá el más evidente. Las conclusiones han criticado con firmeza a Pekín por sus prácticas de “coerción económica” a través de las cuales, según los socios, busca interferir en la soberanía de otros, o por la militarización de aguas disputadas. El grupo ha activado mecanismos para contrarrestar esas prácticas de coerción o para controlar mejor las exportaciones e inversiones a ese país. Hay suficiente como para que China reaccionara airada a los pasos dados por el G-7.

Pero el documento ha cristalizado la idea, muy europea, de que, si bien ya no caben ingenuidades ante Pekín, este tiene que ser un proceso quirúrgico. Una acción pragmática y estudiada para reducir los riesgos, tantos los vinculados a la excesiva dependencia manufacturera china, que puede exponer a chantajes, como a los conectados con la posibilidad de que China use tecnologías occidentales para avances hostiles u amenazantes. Pero no una maniobra de desacople, palabra que hasta hace poco iba camino de convertirse en un mantra en un Congreso estadounidense en el que la firmeza ante China parece haberse convertido en el único consenso bipartidista.

En cuanto a la guerra de Rusia en Ucrania, la apertura de la vía para entregar los F-16 a Kiev responde a un largo periodo de presión de varios países europeos, entre ellos algunos de la UE que disponen de esos aparatos y parecen dispuestos a entregarlos —como Países Bajos, Dinamarca y Bélgica—, otros que no los tienen, como Francia, y otros de fuera de la UE, como el Reino Unido.

El G-7 fue, durante un periodo, un organismo desdibujado. La pérdida de peso relativo debido al auge de pujantes potencias emergentes fue encogiendo su relevancia. La crisis de 2008 dio paso a la creciente importancia del G-20.

Ahora, el desafío al orden internacional encarnado por la invasión de Ucrania y la creciente tensión entre democracias avanzadas y China ha vuelto a otorgarle una clara razón de ser. Este año, las conclusiones de los socios han alumbrado un consenso muy próximo a las posiciones de partida europeas. El tiempo dirá si se mantendrá esta hoja de ruta y será exitosa, sobre esa base, la tentativa de conexión con países emergentes que se viene intentando.

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Sobre la firma

Andrea Rizzi (Enviado especial)
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

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