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EE UU alerta del “continuo afán” del Gobierno húngaro por fomentar sus lazos con Rusia

Nuevas sanciones del Departamento de Estado contra individuos y entidades internacionales alcanzan a la cúpula de un banco controlado por Moscú que tiene su sede en Budapest

María Antonia Sánchez-Vallejo
David Pressman
David Pressman, embajador de EE UU en Hungría, este miércoles durante la conferencia de prensa en Budapest.ATTILA KISBENEDEK (AFP)

La preocupación de Estados Unidos por el “continuo afán” del Gobierno húngaro por fomentar los lazos con Rusia se ha sustanciado este miércoles en el anuncio de sanciones contra tres altos cargos, dos rusos y un húngaro, de un banco controlado por Moscú y con sede en Budapest. El Banco Internacional de Inversiones (IIB, en sus siglas inglesas) figura en el listado de 120 individuos y entidades de más de 20 países contra los que los Departamentos del Tesoro y de Estado norteamericanos han adoptado la enésima tanda de sanciones, “por sus conexiones con la ilegítima e injustificada invasión de Ucrania por la Federación Rusa”, ha explicado Antony Blinken, jefe de la diplomacia estadounidense, mediante un comunicado.

El IIB, que en el pasado tuvo vínculos con el KGB soviético, trasladó en abril de 2019 su sede de Moscú a Budapest, donde a los empleados se les concedió un estatus homologable al de los diplomáticos, exentos de impuestos y de procedimientos legales por sus acciones, informa la agencia Efe. Eslovaquia y República Checa ya han salido del banco, como consecuencia de la invasión rusa de Ucrania, Rumania lo hará en junio y Bulgaria en agosto, por lo que Hungría será el único país de la UE que permanecerá en la institución, de la que forman parte también Cuba, Mongolia y Vietnam.

“La presencia de esta opaca plataforma del Kremlin [el IIB] en el corazón de Hungría amenaza la seguridad y la soberanía del pueblo húngaro, de sus vecinos europeos y de sus aliados de la OTAN”, ha explicado en conferencia de prensa el embajador de EE UU en Budapest, David Pressman. Su comparecencia se producía a la misma hora que desde Belfast, la capital de Irlanda del Norte, donde acompaña al presidente Joe Biden, Blinken anunciaba la nueva ronda de sanciones a sospechosos de evadir el cumplimiento de las impuestas a Moscú. El principal afectado de la lista es “uno de los multimillonarios más ricos de Rusia, Alisher Usmánov, sancionado por EE UU el año pasado”, ha detallado el secretario de Estado, y con él, varios ciudadanos de Chipre, otro país miembro de la UE, aunque no de la OTAN, y tradicional base de operaciones de los oligarcas rusos.

Aunque no es la primera vez que EE UU sanciona a funcionarios húngaros (en 2014 prohibió entrar al país a seis sospechosos de corrupción) y el Gobierno de Budapest ha minimizado la inquietud de Washington, según el embajador Pressman, el anuncio de sanciones se produce un día después de que el ministro de Exteriores húngaro, Peter Szijjarto, firmase en Moscú nuevos acuerdos para garantizar el suministro continuado a su país de energía rusa, señal de que los sólidos lazos diplomáticos y comerciales de Budapest y Moscú continúan pese al frontal rechazo de la UE y la OTAN a la agresión del Kremlin. Hungría, que pertenece a ambas, ha fomentado sus vínculos con la Rusia de Vladímir Putin desde 2010, de la mano del primer ministro nacionalista Viktor Orbán, quien ha evitado criticar personalmente al presidente ruso a pesar de condenar, en teoría, la invasión de Ucrania.

Gas natural

Este martes, en una rueda de prensa en Moscú, Szijjarto anunció que la estatal rusa Gazprom había acordado permitir a Hungría, en caso necesario, importar cantidades de gas natural superiores a las acordadas en un contrato a largo plazo que se modificó el año pasado. El precio del gas, que llegaría a Hungría a través del gasoducto Turkstream, tendría un tope de 150 euros por metro cúbico, explicó el jefe de la diplomacia húngara. El acuerdo contempla también la posibilidad de que Hungría pague las compras de gas a plazos si los precios del mercado superan ese máximo. Con este acuerdo bilateral, Budapest se desmarca de los planes de Bruselas, que en marzo animó a las empresas energéticas a evitar las compras de gas natural licuado ruso una vez expiren los contratos vigentes.

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En la teórica condena de Budapest al Kremlin por la guerra se han abierto en los últimos meses vías de agua. En septiembre, la UE afeó la conducta a su socio por el encuentro de Szijjarto con el representante ruso ante la ONU, Vasili Nebenzia, durante la Asamblea General de ese organismo, rompiendo así el aislamiento impuesto por Occidente al Kremlin. Cinco meses después, también en el marco de la ONU, el titular de Exteriores se desmarcó del discurso occidental contra Rusia: “Esta guerra no tiene vencedores, solo perdedores, y cuantos más perdedores haya, más sufrimiento. Pero con armas y con sanciones [los pilares de la UE hacia Ucrania] no se salvan vidas”, dijo el canciller en una convocatoria extraordinaria del Consejo de Seguridad con motivo del primer aniversario de la guerra. Sobre las sanciones a Moscú, Budapest sostiene que no han conseguido debilitar a Rusia de forma de significativa y que, además de errar en su objetivo, entrañan el riesgo de destruir la economía europea.

El acuerdo energético suscrito con Moscú abunda en el desmarque de Budapest y subraya la posible primera consecuencia del desgaste, también diplomático, de más de un año de guerra: que el hasta ahora sólido frente de rechazo a la invasión de Ucrania se resquebraje si la contienda se prolonga. La incipiente fractura añade más reparos a la confianza hacia Hungría, en el punto de mira de Bruselas por la deriva autocrática de Orbán a imagen y semejanza del hombre fuerte del Kremlin.

Hungría, un país sin salida al mar, depende en gran medida de las importaciones rusas de gas natural y crudo. Pero en el tímido alineamiento de Budapest con Moscú hay razones que van más allá de la conveniencia económica. La negación de los derechos de la comunidad LGTBI, la guerra a la independencia del poder judicial, la represión de los opositores y, en suma, la deriva autocrática de sus respectivos líderes son vulneraciones del Estado de derecho contra las que Bruselas ha recurrido, como hace ahora EE UU, con sucesivas tandas de sanciones.

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