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El ingreso de Finlandia en la OTAN duplica las fronteras de la Alianza con Rusia

Mientras Suecia aguarda la adhesión por el bloqueo de Turquía y Hungría, la organización construye una nueva relación con Ucrania, que debe abordar reformas

El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, durante la conferencia de prensa de este lunes en Bruselas. Foto: JOHANNA GERON (REUTERS) | Vídeo: Reuters
María R. Sahuquillo

En diciembre de 2021, cuando Rusia ya había amasado decenas de miles de soldados junto a las fronteras de Ucrania y la amenaza de invasión resonaba pese a la incredulidad de medio mundo, Moscú exigió el compromiso de la OTAN y de Estados Unidos de que la Alianza Atlántica no se expandiera hacia sus fronteras y cesase toda actividad en Europa del Este, Asia Central y el Cáucaso. La demanda —que diplomáticos y analistas describieron como pensada para no poder cumplirse— implicaba la retirada de la invitación a entrar en la organización militar de Ucrania y Georgia y, por encima de todo, la reescritura de la arquitectura de seguridad post Guerra Fría. Menos de un año y medio después, Finlandia pasa a ser este martes el miembro número 31 de la Alianza Atlántica, que espera sumar en los próximos meses a Suecia, si Turquía y Hungría abandonan el bloqueo de su ratificación.

A los dos meses de enviar aquella carta, el presidente ruso, Vladímir Putin, lanzó la invasión a gran escala de Ucrania, que aunque había recibido la invitación para sumarse a la Alianza en 2008, no había visto avanzar la perspectiva de ingreso un palmo desde entonces. El Kremlin habló mucho entonces de que la expansión de la OTAN amenazaba su seguridad. Tiene cierta ironía que haya sido la guerra abierta en Europa y las amenazas nucleares rusas lo que ha alimentado la expansión de la OTAN.

La retórica belicista de Moscú ha derribado el estatus de militarmente no alineado de Finlandia y ha alumbrado un mayúsculo cambio geopolítico. Hasta ahora, cinco países de la OTAN —los tres bálticos, Noruega y Polonia— sumaban unos 1.200 kilómetros de frontera con Rusia. La adhesión de Finlandia y sus más de 1.300 kilómetros de linde con este vecino doblan la frontera de la Alianza con Rusia.

“Izaremos la bandera finlandesa por primera vez en la sede de la OTAN”, ha dicho este lunes en Bruselas el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg. “Será un buen día para la seguridad de Finlandia, para la seguridad nórdica y para la OTAN en su conjunto. Suecia también será más segura como resultado”, ha añadido en una rueda de prensa el noruego, que ha reclamado a los aliados que aceleren la financiación de la organización militar para que el 2% del PIB acordado sea el suelo al que se comprometen los socios, y no el techo. Aunque la Alianza Atlántica mantiene la política de no intervenir en la guerra de Rusia en Ucrania y se esfuerza por remarcar que está fuera del conflicto, sus aliados apoyan a Kiev y ese sostén político y de envíos de material militar han sido cruciales.

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Tras la invasión de Ucrania, la OTAN está muy lejos de esa “muerte cerebral” con que la describió el presidente francés, Emmanuel Macron. “La Alianza tiene un renovado sentido de propósito y de alguna manera está de regreso a su misión original”, afirma la embajadora de EE UU ante la OTAN, Julianne Smith, que destaca la “unidad profunda en el apoyo a Ucrania”. “Putin pensó que miraríamos hacia otro lado y no lo hacemos”, afirma en una conversación con EL PAÍS en la sede de la organización militar en Bruselas. Sin embargo, no todos los aliados quieren ir a la misma velocidad en ese apoyo a Kiev; algunos quieren echar el freno en su apoyo ante una guerra que se prevé larga.

Antes de la invasión, solo un tercio de la ciudadanía finlandesa apoyaba la adhesión a la Alianza, según las encuestas. Ahora, el apoyo suma una mayoría abrumadora en un país que había mantenido durante años una estudiada y pragmática relación de contención con Moscú. Pese a que Putin plasmó su apetito imperialista y su opinión sobre Ucrania, que considera un país ficticio, en un artículo esclarecedor de su intención de poner de nuevo a Kiev bajo el paraguas del Kremlin, muchos líderes, como el francés Emmanuel Macron, hablaron de la “finlandización” de Ucrania como uno de los modelos para contener a Rusia.

En 1948, en el pico de tensión entre la Unión Soviética y Occidente, Helsinki y Moscú firmaron un tratado por el que la URSS se comprometía a no invadir Finlandia a cambio de que esta permaneciera fuera de la OTAN. Con el derrumbe de la Unión Soviética, Helsinki fue abandonando ese estatus de neutralidad con su inclinación hacia Occidente y el acceso a la UE, caminando hacia un modelo de país no alineado militarmente que este martes cambiará definitivamente.

Rusia habla de “histeria rusófoba”

Rusia, que mantiene que es la “histeria rusófoba” lo que impulsa las intenciones de adhesión a la OTAN de Finlandia y Suecia, ha remarcado este lunes que fortalecerá su capacidad militar en sus regiones del noroeste y el oeste en respuesta al ingreso de Helsinki en la organización militar, que este martes cumple 74 años. “En caso de que las fuerzas y recursos de otros miembros de la OTAN se desplieguen en Finlandia, tomaremos medidas adicionales para garantizar la seguridad militar de Rusia”, ha dicho el viceministro de Exteriores, Alexander Grushko, según cita la agencia rusa Ria.

Finlandia aún no ha determinado si acogerá o reclamará tropas extranjeras en su territorio. En los países bálticos y Polonia no hay bases de la Alianza, pero sí despliegues de batallones plurinacionales en rotaciones.

Helsinki y Estocolmo solicitaron su adhesión a la OTAN de la mano tras la invasión rusa de Ucrania, pero la última tendrá que esperar. Todos los aliados deben ratificar los nuevos accesos y Turquía y Hungría bloquean a Suecia, aunque por distintas razones. Ankara ondea preocupaciones de terrorismo y presiona a Estocolmo —que ha llegado a cambiar su ley antiterrorista— para lograr concesiones en la extradición de ciudadanos turcos refugiados que el Gobierno de Recep Tayyip Erdogan considera terroristas por la supuesta vinculación al grupo armado kurdo PKK, a la sociedad político-religiosa del clérigo islamista Fethullah Gülen o a organizaciones de extrema izquierda.

Hungría, mientras, está utilizando la ratificación del ingreso de Suecia en la OTAN como una política de chantaje respecto a otra organización de la que ambos países son miembros: la UE, que mantiene fondos europeos para Budapest bloqueados mientras no cumpla ciertos requisitos anticorrupción y de independencia judicial, reconocen fuentes diplomáticas. Budapest ya usó a final del año pasado el bloqueo de una nueva partida de ayuda financiera para Ucrania y del suelo mínimo para el impuesto de sociedades como presión hacia la UE, con idea de que diera luz verde a su plan de recuperación de la salida de la pandemia de covid. La adhesión de Suecia sigue siendo “una prioridad” para la Alianza, ha señalado su secretario general, pero puede que hasta dentro de unos meses no se materialice.

Ucrania mantiene su intención de ingreso, pero no está ni mucho menos cerca. El foco ahora, ha remarcado Stoltenberg, está en que el país invadido “prevalezca como una nación soberana”. Mientras, la OTAN está optando por construir con Kiev una nueva relación estratégica de asociación a más largo plazo que tiene una perspectiva euroatlántica (Ucrania también aspira a ser miembro de la UE) y para la que el país del Este necesitará hacer reformas para modernizar sus instituciones de defensa y seguridad —incluida la lucha contra la corrupción— y acomodar sus equipos y estándares y doctrinas a los de la OTAN.

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Sobre la firma

María R. Sahuquillo
Es jefa de la delegación de Bruselas. Antes, en Moscú, desde donde se ocupó de Rusia, Ucrania, Bielorrusia y el resto del espacio post-soviético. Sigue pendiente de la guerra en Ucrania, que ha cubierto desde el inicio. Ha desarrollado casi toda su carrera en EL PAÍS. Además de temas internacionales está especializada en igualdad y sanidad.

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