La UE financiará con 1.000 millones de euros la compra conjunta de obuses para Ucrania
Los combates se intensifican en Bajmut, casi cercada por Rusia, mientras la falta de acceso a la ciudad y los ataques constantes complican las evacuaciones
Bruselas insta a los Estados miembros a enviar “inmediatamente” munición a Ucrania “de sus arsenales o de pedidos pendientes”, especialmente artillería de largo alcance (obuses) de 155 milímetros. Además, para fomentar y agilizar las entregas a Kiev, que afronta la batalla de artillería con una gran desventaja de proyectiles, la Comisión Europea planea dedicar 1.000 millones de euros a reembolsar esas donaciones y a la compra conjunta de munición a través de un paquete de apoyo extraordinario, según un borrador del plan al que ha tenido acceso EL PAÍS. Mientras, cuando la guerra de Rusia en Ucrania se concentra en la región de Donbás, la situación en Bajmut es cada vez más extrema, con ataques constantes de las fuerzas del Kremlin, que tienen ya el control de tres de los cuatro flancos de la urbe de la provincia de Donetsk a la que ahora es aún más difícil acceder. Los convoyes de evacuación llevan desde principios de la semana pasada sin poder entrar para sacar a los civiles que, cuando arrecian los combates, se han replanteado la decisión de quedarse.
Rusia lleva siete meses tratando de apoderarse a toda costa de Bajmut. Su asalto, sostenido fundamentalmente por los mercenarios de la oscura compañía Wagner —algunos profesionales y otros exreclusos empleados como carne de cañón—, es el de mayor duración en la guerra del Kremlin contra Ucrania, que ha entrado en su segundo año. El asedio ha dejado la ciudad devastada. Las calles se ven cuajadas de cicatrices de los ataques, las calzadas aparecen llenas de cascotes y pedazos de proyectiles, y son tantos los edificios reventados, que es más fácil contar los que no tienen boquetes.
A finales de diciembre, cuando la situación ya era muy difícil, algunas personas aún se aventuraban a salir de sus refugios para cocinar con hogueras en los patios o acudir a los puntos de reabastecimiento a cargar los móviles, hacer alguna llamada o templar el cuerpo. A mediados de la semana pasada, cuando este diario entró en la ciudad acompañando a una unidad ucrania de vigilancia con drones, esta estaba desierta y las explosiones percutían.
El viernes, el ejército ucranio voló dos pequeños puentes que unían la única carretera de acceso a Bajmut en control ucranio —y ya extremadamente peligrosa, bajo ataque constante—. Los ha sustituido por un puente de pontones por el que el sábado varios civiles trataban de salir a pie, según testimonios de voluntarios de organizaciones de evacuación. Algunos de los refuerzos ordenados por Kiev han llegado en pequeñas oleadas a la ciudad asediada. Andrei, miembro de una de las brigadas de refresco, lo logró solo al segundo intento después de que el vehículo del equipo quedara inutilizado. La situación en la localidad, en la que antes de la invasión a gran escala estaban censadas unas 70.000 personas, es “difícil”, dice en un mensaje de texto desde Bajmut. La conexión es escasa y preciosa. Ha tardado varios días en responder.
Como a muchos de quienes salen de Bajmut, a Daniel se le ha borrado la expresión de la cara. Entró para cuatro días y ha estado 28. El joven militar lleva un rosario azul enganchado en el chaleco antibalas y cuatro cruces de metal al cuello. “Las necesito todas”, decía el jueves mientras apuraba un cigarrillo en Chasiv Yar, la ciudad más cercana a Bajmut (a unos 10 kilómetros) y donde las fuerzas de Kiev han apostado trincheras frescas y nuevas posiciones. Encogiéndose de hombros y con un amago de sonrisa sin vida, explicaba que regresaba a la urbe asediada.
Durante el día, los ataques de artillería son salvajes en Bajmut. Por las noches, los combates entre las fuerzas ucranias y los mercenarios de Wagner son cuerpo a cuerpo y casa a casa. Rusia controla ya varias áreas grandes de la ciudad, pero ninguna parte es segura. Los edificios bombardeados y los sótanos actúan como bases ucranias y como refugios para evitar la vigilancia de los drones y sus ataques, pero también sirven como escondite de las tropas del Kremlin, que actúan en brigadas de infantería y grupos de asalto.
Las fuerzas de Kiev aún pueden llegar adecuadamente a Bajmut por senderos fangosos aledaños, pero solo en vehículos adecuados y cuando el barro se asienta. Así, la voladura programada de los puentes ―unida al cambio de tono del Gobierno, que ya ha recalcado que no mantendrá la ciudad a cualquier precio― y la visita de dos militares de alto nivel a la ciudad en los últimos días, podrían indicar que los refuerzos han llegado para ayudar a un repliegue ordenado y táctico a posiciones fuera de la ciudad, en terrenos más elevados y fortificados.
Ucrania ha sufrido enormes pérdidas en Bajmut, donde ha apostado a algunas de sus mejores brigadas. La información de bajas de Kiev —también la de Moscú— no es pública, aunque el Ejecutivo de Zelenski, que ha reconocido que la situación es “difícil” afirma que en la ciudad asediada la proporción es de siete rusos por un ucranio. Manteniendo el foco en Bajmut y con los ataques y las botas rusas centrados fundamentalmente allí, las fuerzas ucranias están desangrando al Ejército del Kremlin y a los mercenarios de Wagner y distrayendo avances por otros lugares. Daniel asegura que las brigadas de Kiev siguen defendiendo la ciudad, aunque con los ojos acuosos y rojos lamenta la falta de material que, sostiene, está costando cientos de vidas entre sus compañeros en los frentes del Donbás. “Tenemos lo mínimo para resistir, para aguantar. Nos falta mucho más para poder ganar la guerra”, dice. Mientras sorbe una bebida energética, uno de sus compañeros se plantea si merece la pena mantener (y por cuánto tiempo) la defensa de una ciudad con escaso valor estratégico y militar para Ucrania, que el Kremlin está tratando de cobrarse tras enormes fiascos.
Crucial lucha de artillería
El ministro de Defensa ucranio, Oleksii Reznikov, ha asegurado a sus homólogos de la UE que la escasez de munición está limitando su progreso en el campo de batalla y ha instado a la UE a transferir más suministros, según una carta fechada este viernes que ha visto ese diario. La lucha de artillería (que Kiev afronta con una desventaja de una pieza frente a 10 de las tropas del Kremlin, según datos europeos) se ha convertido en “crucial”, dice Reznikov en la misiva, en la que pide decenas de miles de unidades de munición.
La Comisión Europea plantea en su propuesta tres puntos: asegurar la entrega de este material a Kiev, estructurar la demanda y adquirir más de forma conjunta con ese paquete de mil millones de euros, y aumentar la capacidad de fabricación de la industria, como adelantó EL PAÍS. Una de las vías del plan es utilizar el Fondo Europeo para la Paz, que desde que el presidente ruso, Vladímir Putin, lanzó la invasión a Ucrania, se ha empleado para pagar a los Estados miembros las municiones y armas enviadas a Ucrania por valor de 3.600 millones de euros.
Además, para hacer más atractiva la transferencia y vencer las resistencias de los países preocupados por sus arsenales mermados, la propuesta encabezada por el alto representante para Política Exterior y Defensa, Josep Borrell, plantea un nuevo esquema por el que se pagará a los países hasta el 90% de la munición que manden a Kiev. Ya cuando el reembolso era menor (dependía también de los plazos), Estados miembros como Polonia han aprovechado ese dinero europeo para modernizar su ejército y sus arsenales.
Con una industria de defensa que trabaja normalmente bajo demanda y que afronta el desafío de agilizar la fabricación, Bruselas prevé también invitar a países no miembros ―pero “con ideas afines”― a unirse al esquema de compras para darle aún más potencial. Así lo especifica el documento que discutirán los titulares de Defensa de los Veintisiete esta semana en una reunión en Estocolmo y que cita específicamente a Noruega. La propuesta pone el foco sobre todo en la artillería de largo alcance del calibre 155 milímetros, pero el siguiente capítulo acuciante será suplir a Kiev con munición de 120 milímetros para los morteros con los que repele la nueva estrategia del Kremlin de lanzar asaltos pequeños.
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