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La carrera por suceder a Sturgeon revela el conflicto interno del Partido Nacional Escocés

El debate sobre la fe religiosa de los candidatos, la verdadera naturaleza ideológica del SNP o el avance hacia un independentismo más agresivo calientan las primarias de la formación

Primarias SNP
Los tres candidatos a liderar el Partido Nacional Escocés. De izquierda a derecha: Ash Regan, Humza Yousaf y Kate Forbes.Jane Barlow/Andrew Milligan (AP)
Rafa de Miguel

La renuncia de Nicola Sturgeon a seguir liderando el Partido Nacional Escocés (SNP, en sus siglas en inglés) ha revelado de un plumazo las divisiones internas de la formación. Y lo que es más grave: ha dejado claro que era sobre todo el carisma de la todavía ministra principal, a cuyo alrededor giraban políticas y estrategias, lo que aglutinaba un movimiento independentista con escasa coherencia interna. Los tres candidatos que han logrado rebasar el umbral necesario de apoyos para competir por el puesto de Sturgeon se han enzarzado desde el primer minuto en un enfrentamiento en torno a la religión, la moralidad o la idea misma de progresismo que ha hecho que conservadores y laboristas se froten las manos.

Kate Forbes, la actual consejera de Finanzas del Gobierno Autónomo; Humza Yousaf, consejero de Sanidad; y Ash Regan, ex viceconsejera de Seguridad Municipal, se disponen a competir entre ellos durante un mes. Las votaciones de las bases tendrán lugar entre el 13 y el 27 de marzo.

El número de afiliados del SNP era apenas de un puñado de miles antes del furor que desató la campaña del referéndum de independencia de 2014. “Después de ese referéndum, un montón de gente se incorporó al partido, porque se convirtió en un vehículo para lograr lo que el mismo eslogan de la formación aseguraba: Una Escocia más fuerte”, explica Ben Walker, fundador del agregador de sondeos BritainElects y analista de la revista New Statesman. “Siempre han intentado arañar apoyos entre todo el espectro del sentimiento independentista escocés. Y engloba mucha diversidad. Uno puede intuir que una parte importante de su base es socialmente conservadora, aunque está claro que la gran mayoría comparte una visión progresista”, asegura Walker.

La gran favorita, durante las primeras horas que sucedieron a la dimisión de Sturgeon el 15 de febrero, era Kate Forbes, de 32 años. Nacida en Dingwall, en las Tierras Altas escocesas. Fluida en gaélico. Independentista de tradición familiar. Educada en las universidades de Edimburgo y Cambridge. Su manejo de las cuentas presupuestarias durante la pandemia le valió el reconocimiento de la ministra principal, los compañeros de Gobierno y los ciudadanos. Forbes estaba de baja de maternidad cuando comenzó la carrera por el liderazgo del SNP, y enseguida volvió a la batalla política. Sin una estrategia de comunicación clara.

Hija de misioneros de la Iglesia Libre de Escocia ―vivió gran parte de su infancia en la India―, una denominación calvinista de tendencia conservadora, la consejera nunca ha ocultado su fe religiosa. Tampoco nunca tuvo que justificarla. Hasta ahora. En una serie de entrevistas a los medios, cuando se decidió a lanzar esta semana su campaña, aseguró que, de haber sido diputada en 2014, habría votado en contra del matrimonio de personas del mismo sexo; defendió que los hijos debían tenerse preferiblemente bajo el paraguas de una unión conyugal; y dejó claro que, si ocupaba el puesto de ministra principal, dejaría languidecer una ley, la Reforma del Reconocimiento de Género, con la que no estaba de acuerdo.

Muchos de los políticos relevantes del SNP ―algunos habían incluso apostado por ella en un principio― le han dado la espalda, empezando por la propia Sturgeon, que prometió mantener una escrupulosa neutralidad durante la carrera por su sucesión. “Escocia es un país progresista de modo mayoritario. Eso es lo que creo. Y las opiniones y creencias sobre todo tipo de asuntos de quien acabe siendo ministro principal son importantes, porque los ciudadanos lo ven como alguien que va a pelear por ellos y por sus derechos”, ha dicho Sturgeon, en una clara toma de distancia respecto a Forbes.

La número dos del grupo parlamentario del SNP en el Parlamento británico, Mhairi Black, que se identifica como lesbiana y apoyó en su momento la ley del matrimonio homosexual, ha sido especialmente dura con Forbes. “Kate no solo ha puesto en riesgo el apoyo de un montón de activistas y afiliados, sino que ha logrado alienar a sectores importantes de la ciudadanía antes siquiera de comenzar a competir”, ha dicho Black, que asegura sentirse “dolida” con las declaraciones de su compañera de partido. “Necesitamos, y deberíamos aspirar, a un mejor juicio, a una mejor comunicación y a otras habilidades de liderazgo, si aspiramos a convencer a otros de las bondades de la independencia”.

La conclusión general, propagada por los medios, era que Forbes había arruinado sus posibilidades. Pero un sondeo inesperado, realizado por la firma Opinion Matters, ha permitido a la candidata recobrar fuerzas. La consulta se celebró entre el lunes y el miércoles, cuando ya se había encendido la polémica en torno a sus declaraciones, y reflejaba que era la favorita de un 28% de los votantes del SNP, muy por delante del 20% que respaldaba a Yousaf (Regan no había presentado aún su candidatura, y no aparece en el sondeo). Las cifras parecían confirmar lo que muchos sociólogos han defendido siempre: a los electores les gustan los candidatos que defienden abiertamente sus creencias. Forbes publicaba un largo comunicado de arrepentimiento en el que prometía defender los derechos de todos ―”particularmente de las minorías”― si resultaba elegida, y ha centrado desde entonces la campaña en sus soluciones económicas frente a la actual crisis del coste de la vida, en un intento de dejar atrás el debate en torno a sus creencias religiosas.

“Si algo puede decirse de mí después de lo sucedido la semana pasada es que estoy dispuesta a ser honesta y abierta, aun a costa de mi apuesta por el liderazgo del partido y de mi carrera política”, escribía Forbes.

El aparato del partido, pero sobre todo el equipo que aún orbita en torno a Sturgeon, ha volcado su apoyo en Humza Yousaf. De 37 años, nacido en Glasgow y de ascendencia paquistaní, el consejero de Sanidad es el primer musulmán miembro del Gobierno escocés. A pesar de haber proclamado abiertamente su respaldo al matrimonio homosexual y a la Ley de Reforma del Reconocimiento de Género, tampoco él se ha librado de las puñaladas. “Yo fui el consejero que impulsó la ley del Matrimonio Homosexual [en 2014], y tres semanas antes de la votación, en la que no había disciplina de voto, a diferencia de la ley de identidad de género, Humza pidió permiso al ministro principal [entonces Alex Salmond] para ausentarse del Parlamento, porque, y cito, ‘tenía mucha presión de la mezquita”, ha contado Alex Neil, exconsejero de Sanidad escocés. Yousaf asegura que su respaldo a la ley fue público en todo momento, pero el hecho de que no se cuestione su fe religiosa y sí la de su rival ha añadido más leña al fuego de la contienda.

Ash Regan, que abandonó el Gobierno Autónomo precisamente por su oposición a la ley de identidad de género, ha sido la única de los tres candidatos dispuesta a tomar la antorcha del independentismo donde la dejó Sturgeon y elevarla varios escalones. Ha prometido abandonar la vía del referéndum o de la negociación con Londres, y declarar unilateralmente la independencia desde el momento en que el SNP obtenga una mayoría de votos o escaños [en territorio escocés] en las próximas elecciones generales o autonómicas. “Quiero que superemos esa sensación constante de que tenemos que pedir permiso para hacer las cosas. Somos una nación orgullosa·”, ha dicho Regan.

La batalla interna por el liderazgo del partido ha revelado que la solidez y unidad demostrada en los últimos años ocultaba un andamiaje interno más frágil de lo esperado.

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Sobre la firma

Rafa de Miguel
Es el corresponsal de EL PAÍS para el Reino Unido e Irlanda. Fue el primer corresponsal de CNN+ en EE UU, donde cubrió el 11-S. Ha dirigido los Servicios Informativos de la SER, fue redactor Jefe de España y Director Adjunto de EL PAÍS. Licenciado en Derecho y Máster en Periodismo por la Escuela de EL PAÍS/UNAM.

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