Croacia pasa página de su turbulenta historia con el estreno del euro y la zona Schengen
El Gobierno conservador consigue la integración total en la UE en solo diez años desde su entrada, pero la población anhela mejoras que tardan en llegar
La nieve cae sobre la casa donde nació el mariscal Tito, en el pequeño pueblo croata de Kumrovec (1.600 habitantes), junto a la frontera con Eslovenia. Es martes y hace menos de un mes que Croacia entró en la zona euro y en el espacio Schengen, el pasado 1 de enero. La estatua del hombre que gobernó Yugoslavia durante 35 años, desde el final de la II Guerra Mundial hasta su muerte, dirige su mirada al suelo en la entrada de su casa-museo. El resto de Croacia, con sus cuatro millones de habitantes, parece mirar hacia adelante. No hay sitio para la nostalgia, ni siquiera en este pueblo adonde acuden más de 100.000 turistas al año para visitar la cuna de Josip Broz, Tito.
A menos de un minuto en coche de la casa de Tito se accede a un paso fronterizo con Eslovenia. Los camioneros solían aguardar entre dos y tres horas antes de cruzar al otro país. Ahora no hay ningún policía, ni siquiera un vigilante que cuide las instalaciones. Eso mismo ha ocurrido en 58 puestos fronterizos con Eslovenia y 15 con Hungría, según el Ministerio del Interior croata. Las puertas están abiertas hacia el resto de la UE y la mayoría de las autoridades croatas estiman que la plena integración en la UE solo aporta ventajas. Y no solo desde el 1 de enero. Boris Vujcic, el gobernador del Banco Central de Croacia, indica que gracias a que su país estaba en pleno proceso de incorporación al espacio Schengen y al euro fue posible superar mejor la crisis de covid en 2020 y los problemas de la invasión de Ucrania el año pasado. “Hemos podido afrontar mejor las presiones en el mercado de divisas y en el de deuda pública”, subraya.
Otros responsables constatan que el previsible aumento del turismo no solo beneficiará a las ciudades de la famosa costa adriática del país. La responsable de la oficina de turismo de Zagreb, Martina Bienenfeld, asegura que ya en la primera quincena de enero la capital ha registrado el mayor número de visitas de toda su historia en ese periodo, superando en un 3% las de 2019, que fue el mejor año hasta ahora tanto en Zagreb como en el resto del país. Bienenfeld recuerda que el gran desarrollo de Zagreb como destino turístico comenzó en 2013, con la entrada en la UE. “Hasta entonces éramos una de las ciudades más aburridas de Europa en cuanto a vida nocturna. La gente de aquí viajaba a Belgrado a divertirse. Ahora también vienen los de Belgrado, porque somos verdes, seguros y europeos”.
Con la integración completa del país en la UE, de la que es miembro desde 2013, el alcalde de Kumrovec, Robert Splajt, de 45 años, presiente también un futuro con más turistas, más inversores eslovenos, con más fondos europeos para emplearlos, por ejemplo, en el viejo proyecto de un tren que una Croacia y Eslovenia. Pero, al mismo tiempo, y pasada la celebración por la caída de las barreras fronterizas y el uso de la moneda compartida por 20 socios, el alcalde Splajt se queja de la lentitud de las reformas que necesita el país. Dice que los sueldos son muy bajos y los precios de la alimentación muy altos. Explica que del pueblo han emigrado 200 personas. Y que hay muchos vecinos que cruzan la frontera a diario para trabajar en Eslovenia. “En el país vecino una enfermera puede ganar 1.800 euros, mientras aquí no pasa de 1.000″, aclara.
Croacia ha perdido un 10% de su población desde que ingresó en la UE. Splajt comenta que muchos jóvenes croatas se fueron a Irlanda, a Alemania y a otros países comunitarios. “Después llegaron emigrantes de otros países de los Balcanes. Pero ellos también terminaron marchándose en busca de mejores sueldos. Y desde hace dos años tenemos trabajadores asiáticos. De Nepal y Bangladés, por ejemplo”.
Exportaciones y turismo
Kresimir Sever, presidente del Sindicato Independiente de Croacia, segundo del país por afiliados, indica en su oficina de Zagreb que el salario medio es de 870 euros y el sueldo mínimo de 557 euros. “A los sindicatos se nos ha atacado porque dicen que estamos en contra de los trabajadores extranjeros. Pero solo nos oponemos a los salarios bajos y a los contratos temporales”. A Sever le cuesta recordar el porcentaje de parados, que fue del 6,7% en noviembre. “Porque el desempleo en Croacia no es un problema”, razona. “El problema es cómo encontrar trabajadores”.
El dirigente sindical cree que la entrada en el euro y en el espacio Schengen (de libre circulación de personas) impulsará las exportaciones y el turismo, que abarca el 20% de los ingresos del PIB —frente al 12% de España, por citar uno de los países con mayor peso de esta industria—. Pero Sever critica que el Gobierno no haya combatido con antelación el hecho de que muchas empresas suben los precios de sus productos aprovechando el paso de la kuna, la antigua divisa nacional, al euro. “Aconsejamos al Gobierno en su día que hiciera listas negras con quienes ponen precios abusivos. Pero no hizo nada. Ahora amenaza con implantarlas. Pero ya es tarde”. El sindicalista concluye: “Nos perjudica el hecho de que no haya una oposición política fuerte y la falta de grandes empresas que impulsen a la sociedad”.
De vuelta a la cuna del mariscal Tito, hay quienes se muestran muy críticos con el Gobierno. Dragutin Ulama, de 52 años, es el antecesor de su amigo Splajt en la alcaldía y es también propietario de una empresa de nueve empleados. Ulama cree que la entrada en Schengen y en el euro no cambiará gran cosa en Croacia. “Habrá más dinero que antes proveniente de Europa. Y, por tanto, más corrupción. En este país hay un techo de cristal en el sector público para los jóvenes por culpa de los enchufes. Los mejores electricistas, carpinteros, fontaneros, albañiles… se nos han ido. Los políticos no pueden a menudo terminar sus proyectos porque no hay gente cualificada en Croacia”.
Zvonimir Frka-Petesic, de 54 años, jefe de gabinete en la oficina del primer ministro, el conservador Andrej Plenkovic, explica que para combatir la corrupción se precisa reformar al menos los sistemas de justicia, sanidad y educación. Y añade que Croacia emprendió tarde ese camino a causa de la guerra en los noventa que deshizo Yugoslavia y le dio la independencia. “Nuestra preocupación entonces era liberar el país, crear un ejército. Pero no podemos reprochar a la gente que constate un problema. Aunque la gente a veces no ve el bosque detrás del árbol”.
Ese bosque, según Frka-Petesic, permitiría apreciar lo que ha hecho el Gobierno de Plenkovic, en el poder desde 2016, por garantizar la independencia del sistema judicial. “El sistema no ha tenido miedo cuando ha sido necesario juzgar a miembros del Ejecutivo. Esto era casi imposible antes de este Gobierno”.
El Ejecutivo croata está sufriendo también muchas críticas porque la reconstrucción de las viviendas destruidas tras dos seísmos en 2020 (en Petrinja y Zagreb) va muy lenta y se corre el riesgo de perder fondos europeos si no se acometen ciertas obras antes de junio. Este mes, Plenkovic ha nombrado a un nuevo ministro de Construcción, Branko Bacic, el tercero en dos años.
El gran desafío
El gran desafío de Croacia respecto al espacio Schengen es que un país de solo cuatro millones de habitantes tendrá que controlar una frontera comunitaria de 1.357 kilómetros, de los cuales más de 1.000 lindan con Bosnia-Herzegovina. Una frontera ahora abierta también para los emigrantes irregulares que consiguen entrar en Croacia a través de Serbia o de Bosnia-Herzegovina. ”Los amigos eslovenos”, explica el regidor de Kumrovec, “nos dicen que desde el 1 de enero están llegando a su país entre 500 y 600 emigrantes irregulares desde Croacia”.
Varias ONG internacionales han denunciado abusos y torturas policiales a emigrantes. Sara Kekus, miembro de la ONG Centro por los Estudios de la Paz, explica que en 2021 su organización aportó prueba de policías encapuchados que golpeaban a los emigrantes. “Desde entonces, ya no hay casos de torturas, pero se sigue usando la violencia y el trato degradante contra los migrantes”, añade. El viceprimer ministro y responsable de Interior, Davor Bozinovic, explica que su país ya invirtió “mucho” en reforzar la frontera. “Pero es un proceso interminable. Tendremos que seguir aumentando nuestras capacidades técnicas para detectar a los grupos de inmigrantes antes de que se acerquen a la frontera”, añade.
Según Bozinovic, un factor clave para el control será la armonización del régimen de visados de Serbia y Bosnia-Herzegovina con el de la Unión Europea. El ministro explica que ciudadanos de distintas nacionalidades pueden llegar sin problema a Belgrado o a Sarajevo y entrar después ilegalmente en Croacia. Y añade: “Un fenómeno del que nunca nos habíamos percatado hasta el año pasado es la llegada de cubanos; y no solo cubanos, sino también burundeses, indios y de muchos otros países africanos, como Congo, Sierra Leona…”. Otro fenómeno detectado en 2022, según el ministro, es la llegada de rusos que solicitan asilo. “Hemos tenido hasta 2.000 demandantes de asilo rusos en un año”, afirma.
El mariscal Tito, quién lo hubiese dicho, también contribuirá a acompañar este nuevo período histórico, con los otros vecinos de Kumrovec, la mayoría esperanzados ante los cambios que se abren ahora, al igual que ha hecho la cercana frontera.
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