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El taxista soldado que recupera tanques rusos en el frente de Jersón

Yaroslav, de 28 años, que se alistó como voluntario en el ejército ucranio, está ahora en primera línea de batalla, aunque espera regresar a casa antes de que nazca su primer hijo

Guerra en Ucrania
Yaroslav, taxista de 28 años que se alistó en el ejército ucranio como voluntario, en Jersón, donde está desplegado. En la imagen, cedida por él, posa delante de uno de los iconos de la región: sus sandías
Luis de Vega

Ilia va a nacer dentro de tres meses y su padre no quiere que la llegada al mundo de su primer hijo le pille en la línea de combate. Con el vuelco que ha dado la guerra en las últimas horas, el viento del destino sopla a su favor. Yaroslav, de 28 años, está desplegado desde hace un mes en la región de Jersón, donde las tropas rusas han ordenado un repliegue y en cuya capital volvió este viernes a ondear la bandera ucrania. “Sentimos que tienen miedo. Así que estamos felices. Podemos verlo claramente, por eso están huyendo tan rápido. Se mean en los pantalones”, asegura esbozando una sonrisa durante una videollamada con EL PAÍS en la noche del jueves.

El joven desempeña su trabajo como camionero en un escuadrón encargado de recuperar material, tanques y otros vehículos abandonados por el enemigo para que puedan ser reutilizados por el ejército ucranio. Es un trabajo que ha ido ganando importancia a lo largo de un conflicto en el que Rusia, con todo lo que deja atrás, ha acabado convirtiéndose en el principal suministrador de armamento de Ucrania.

Yaroslav es uno de las decenas de miles de ucranios que, nada más comenzar la invasión rusa el pasado 24 de febrero, se alistó en el ejército de su país. En apenas unas semanas, dejó de ser taxista en las calles de Járkov y se convirtió en un militar desplegado en el principal frente de Ucrania en la actualidad. “Quería unirme rápido al proceso de la victoria, así la guerra terminará antes y podremos vivir en paz”, afirma. No está autorizado a desvelar el lugar desde el que mantiene la conversación, pero asegura que no está lejos de la ciudad de Jersón, en la que, pocas horas después, a lo largo del viernes, lograron entrar los primeros militares ucranios.

“Conduzco mi camión para evacuar equipamiento y vehículos rusos que dejaron atrás rotos o dañados en las posiciones en primera línea, lo que llamamos la zona cero”, señala. “Los llevo a un estacionamiento y allí se arreglan. Luego, todo ese material lo empleamos nuevamente contra los rusos. Mientras mis compañeros trabajan en la reparación de vehículos y tanques, yo sigo trayendo más y más”, prosigue. Yaroslav explica que aprovechan todo, que tienen orden de recoger hasta material que en principio no es de utilidad porque alguna pieza siempre puede venir bien.

Algunos de esos preciados restos, detalla Yaroslav, han sido empleados en las últimas horas para lograr el avance hacia Jersón y recuperar del invasor localidades como Snihurivka, un punto logístico de importancia de los rusos. El militar explica que, en contados casos, ha participado en la evacuación de civiles que entregan a los servicios médicos más próximos. También, que ni él ni sus compañeros han formado nunca parte de una operación en la que se haya detenido a militares rusos como prisioneros de guerra.

Así, con todo el material que abandona, el ejército ruso se ha convertido de manera involuntaria en el primer suministrador de armas de las tropas ucranias. El armamento del Kremlin incorporado hasta hace un mes al arsenal ucranio consistía en: 421 tanques, 445 vehículos blindados de infantería, 192 vehículos blindados de combate y 44 lanzamisiles múltiples. El Estado Mayor de Ucrania declinó confirmar a EL PAÍS si estos datos, publicados en primer lugar por el diario estadounidense The Washington Post, concuerdan con la realidad. Yaroslav se queja, sin embargo, de la falta de organización que reina a veces en las operaciones de retirada de ese armamento; en una ocasión tuvo que transportarlo a 250 kilómetros de distancia. Salvo en casos como ese, cuando tuvo que dormir en el camión, suele pasar las noches a cubierto y con calefacción, nunca en la trinchera.

Yaroslav con armamento ruso que ha recuperado para el ejército ucranio.
Yaroslav con armamento ruso que ha recuperado para el ejército ucranio.

Como soldado de primera, desplazado en zona de combate, el salario de Yaroslav es de 115.000 grivnas al mes (unos 3.010 euros). Eso supone más del doble que las 45.000 grivnas (unos 1.175 euros) que recibe alguien de su rango lejos del frente. Al ser preguntado por la reacción de su familia y, en concreto, de su mujer, Anastasia, embarazada de seis meses, el militar se echa a reír. “Me dijeron que no debería haberlo hecho. No querían que me uniera al ejército. Preferían que hubiera seguido en casa con mis labores de voluntario o alguna otra cosa”, señala.

“Mi mujer es una de las que más ha intentado que cambie de opinión”, afirma. Él, de momento, se centra en el avance en Jersón, aunque tiene en mente pedir el traslado a Járkov para poder estar cerca antes de que nazca Ilia, el primer hijo del matrimonio. “Siento que tengo que estar más cerca de mi mujer; me siento responsable y ella necesita mi apoyo”. Por eso, incluso en plena ofensiva, intenta hablar todos los días con Anastasia: “En cuanto tengo oportunidad”. Yaroslav tuvo guardia en la noche del miércoles al jueves, cuando Rusia acababa de anunciar que se retiraba de Jersón, la única capital regional que logró invadir desde su ofensiva de este año. Moscú disfrazó su decisión, como en ocasiones anteriores, bajo una retirada táctica. Pero sobre el terreno supone otro fracaso más en su intento de ocupar el país vecino.

El ejército de Ucrania ha dado un progresivo vuelco desde que, en 2014, Moscú, apoyada sobre milicianos independentistas, declarase la guerra a Kiev en las regiones orientales de Donetsk y Lugansk. Hace ocho años, Rusia ocupó ilegalmente la península ucrania de Crimea con cierta facilidad. Ahora, el atacante no lo ha tenido tan fácil, pues Ucrania ha estado arropada por instructores, armas y fondos llegados desde el extranjero; es decir, que el refuerzo militar ha sido importante. La invasión rusa iniciada el pasado febrero supuso, sin embargo, un pisotón en el acelerador bélico del Kremlin que obligó a Ucrania a reaccionar sobre la marcha. Entonces, bosques y parques se convirtieron en campos de entrenamiento y se distribuyeron armas entre la población. Además, la ley marcial impide, salvo algunas excepciones, que los hombres de entre 18 y 65 años salgan del país; deben estar pendientes de una posible llamada a filas.

Sin embargo, decenas de miles de personas, mujeres y hombres, no esperaron a ser llamados. Es el caso de Yaroslav, que, sin tener ninguna experiencia militar, acudió motu proprio. Inicialmente, se unió como voluntario a un grupo de amigos y conocidos en Járkov, la segunda ciudad del país y ubicada a una treintena de kilómetros de la frontera con Rusia. Pero quería más. Por eso dio el salto al ejército. Sus primeros meses de adiestramiento transcurrieron en la región de Yitómir, en el centro del país. Luego fue enviado a la zona de Krivi Rig, en el sureste, la ciudad de la que es originario el presidente Volodímir Zelenski. Y allí le ofrecieron la posibilidad de acudir a una preparación más específica, de cinco semanas de duración, en el Reino Unido. Pese a que es un recién llegado, apoyado en la sucesión de victorias que les acompañan, Yaroslav saca pecho: “Somos mejores en el terreno y muchos de nosotros tenemos entrenamientos especiales de colegas canadienses y británicos”.

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Sobre la firma

Luis de Vega
Ha trabajado como periodista y fotógrafo en más de 30 países durante 25 años. Llegó a la sección de Internacional de EL PAÍS tras reportear en la sección de Madrid. Antes trabajó en el diario Abc, donde entre otras cosas fue corresponsal en el norte de África. En 2024 ganó el Premio Cirilo Rodríguez para corresponsales y enviados especiales.

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