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El Gobierno etíope y los rebeldes de Tigray firman un alto el fuego tras dos años de guerra y dos millones de desplazados

El acuerdo, bajo los auspicios de la Unión Africana, prevé el desarme de la milicia del norte y el respeto a la integridad territorial de Etiopía

José Naranjo
Los jefes de delegación del Gobierno etíope y el TPLF, Redwan Hussein y Getachew Reda, firman el alto el fuego en Pretoria este miércoles 2 de noviembre
Los jefes de delegación del Gobierno etíope y el TPLF, Redwan Hussein y Getachew Reda, firman el alto el fuego en Pretoria este miércoles 2 de noviembreThemba Hadebe (AP)

El Gobierno etíope y el Frente de Liberación del Pueblo de Tigray (TPLF, por sus siglas en inglés) firmaron este miércoles un alto el fuego en la guerra que los enfrenta desde hace dos años. El acuerdo se alcanzó en Pretoria, capital de Sudáfrica, tras una semana de negociaciones bajo los auspicios de la Unión Africana (UA). “Ambas partes se pusieron formalmente de acuerdo sobre un cese de hostilidades, así como sobre un proceso de desarme metódico, ordenado, fluido y coordinado” de las fuerzas rebeldes, aseguró el alto representante de la UA para el Cuerno de África, el expresidente nigeriano Olusegun Obasanjo.

El alto el fuego prevé el restablecimiento del orden público y los servicios en Tigray, la montañosa región del norte del país prácticamente aislada del resto del mundo por el conflicto, acceso libre a la ayuda humanitaria y la protección de civiles, entre otros aspectos. “No es el fin del proceso de paz, sino su comienzo”, advirtió Obasanjo respecto a un pacto que tan solo unas horas antes parecía lejano. De hecho, los combates entre el Ejército y los rebeldes tigriyanos continuaban este mismo miércoles y el reto ahora es que ambas partes hagan efectivo el compromiso de bajar las armas.

La guerra estalló a principios de noviembre de 2020 después de que el TPLF atacara varias bases militares en Mekele, capital de Tigray. Previamente, los líderes tigrayanos, que gobiernan en su región, habían desafiado al Gobierno federal celebrando elecciones regionales sin autorización. Desde la llegada al poder del primer ministro Abiy Ahmed en 2018 se había producido un incremento de la tensión. El TPLF había dominado la escena política etíope durante tres décadas y vio perder su influencia a consecuencia de las reformas introducidas por Ahmed. En estos dos años, el conflicto ha dejado miles de muertos y dos millones de desplazados, según Naciones Unidas.

El acuerdo, de ocho páginas, preconiza el fin del conflicto y de la propaganda por ambas partes, así como el establecimiento de las bases de una hoja de ruta para futuras conversaciones. Asimismo, contempla “la soberanía e integridad territorial” de Etiopía, el respeto de su Constitución y la unidad del Ejército federal. En el terreno político se habla de “medidas de transición” para un regreso al orden constitucional en Tigray, así como un marco de resolución de conflictos y de justicia transicional.

El documento de alto el fuego fue firmado en Pretoria por Redwan Hussein, asesor de Seguridad Nacional del primer ministro etíope, y por Getachew Reda, portavoz y jefe de delegación de los rebeldes tigriyanos. Hussein se comprometió al “respeto de la letra y el espíritu” del acuerdo, mientras que Reda aseguró: “Solo nuestra determinación colectiva impedirá a los perturbadores, incluidos aquellos en nuestras propias filas, destruir la paz”. En marzo de este año ambas partes habían alcanzado ya una tregua humanitaria que duró cinco meses. Los combates se intensificaron de nuevo a partir de agosto.

En el proceso negociador también participaron Uhuru Kenyatta, expresidente de Kenia; Phumzile Mlambo-Ngcuka, exvicepresidente de Sudáfrica, y representantes de la ONU y Estados Unidos. Precisamente la implicación de actores externos como observadores o garantes fue una de las condiciones del TPLF para sentarse a hablar.

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Tras la firma de la tregua, el primer ministro Ahmed manifestó: “El acuerdo firmado en Sudáfrica es fundamental a la hora de hacer avanzar a Etiopía por el camino de las reformas que hemos emprendido hace cuatro años y medio. Nuestro compromiso con la paz se mantiene firme. Y nuestro compromiso de colaborar para la implementación del acuerdo es igualmente fuerte”. Por su parte, Getachew Reda, portavoz del TPLF, añadió que “hacer la paz ha resultado más difícil y escurridizo que dirigir el asesinato de mujeres y niños y la destrucción de bienes. La guerra de los últimos dos años se ha cobrado la vida de cientos de miles de personas, ha convertido a Etiopía, que una vez estuvo en la cima de un gran progreso económico, en una mala parodia de sí mismo y ha causado un sufrimiento tremendo a la gente de Tigray”.

El mundo ha reaccionado con una mezcla de alegría y cautela ante este anuncio. El secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, lo calificó de “primer paso bienvenido” mientras que su portavoz, Stéphane Dujarric, añadió: “Esperamos que [el acuerdo] podrá aportar un poco de consuelo a los millones de civiles etíopes que han sufrido durante este conflicto”. Por su parte, Estados Unidos habló de “paso importante hacia la paz”, según expresó en rueda de prensa el portavoz del Departamento de Estado, Ned Price.

El presidente de la UA, el senegalés Macky Sall, celebró el alto el fuego, lo calificó de “excelente noticia” y animó a las dos partes en conflicto a “perseverar en el camino de una paz permanente”. La reacción de la Unión Europea fue similar. Bruselas felicitó a los dos bandos y les instó a continuar hablando para llegar “a un alto el fuego definitivo”. El alto representante de la UE para la Política Exterior, Josep Borrell, aseguró mediante un comunicado que “es necesaria una rápida aplicación sobre el terreno del acuerdo. La prioridad es reanudar el acceso humanitario en todas las áreas afectadas y restaurar los servicios básicos, en particular en Tigray”.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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