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¿Cómo gobernará Meloni? Análisis del pacto de coalición de las derechas frente a una trayectoria ideológica mucho más radical

Los planteamientos escritos de los aliados han intentado enviar mensajes tranquilizadores. Queda por ver si por pragmatismo propio o presión ajena la nueva líder realmente optará por la contención o seguirá sus ideales

Seguidores de Meloni celebraban su victoria en la madrugada del lunes en Roma.
Seguidores de Meloni celebraban su victoria en la madrugada del lunes en Roma.Gianluca Battista
Andrea Rizzi

Las elecciones legislativas italianas han otorgado una rotunda mayoría parlamentaria a la coalición de las derechas, con la formación ultra Hermanos de Italia (HdI), de Giorgia Meloni, en indiscutida posición de liderazgo. Se tratará del primer Ejecutivo dirigido por la extrema derecha en Europa occidental en la historia reciente. Su éxito provoca el entusiasmo de representantes de la familia ideológica nacionalista y ultraconservadora europea, así como la honda inquietud de progresistas, liberales y tantos conservadores moderados. ¿Qué harán con el poder en Roma?

El Acuerdo marco para un programa de Gobierno de centroderecha —documento suscrito antes de la campaña electoral por las cuatro formaciones que componen la coalición (HdI, Liga, Forza Italia y Nosotros moderados)— es la principal referencia formal para interpretar el camino. El texto, articulado en 15 capítulos, constituye más una declaración de intenciones y principios que un catálogo de medidas. Es una colección de aspiraciones sin articulación, apenas aparecen cifras. Conquistado el poder, ahora los aliados tendrán que darle sustancia.

En esa senda, la aplicación del acuerdo marco tendrá que hacer las cuentas no solo con una realidad cambiante que obliga a improvisaciones, sino también con un resultado que otorga a Meloni mucha más fuerza relativa con respecto a sus socios de la que se preveía, concediéndole por tanto margen para hacer pesar más sus ideas en el mínimo común denominador.

Por supuesto, la vida real puede superar o sepultar esas promesas escritas, cuya falta de precisión resta de entrada fuerza vinculante. Muchos, en la oposición, consideran que tanto el documento de coalición como el programa específico de HdI han sido redactados con una deliberada intención de transmitir una imagen de moderación que no se corresponde con los valores de los protagonistas. El historial político de Meloni está repleto de posiciones extremas. Ella dice que se ha ido moderando; ellos, que es mero maquillaje.

Con esas cautelas, el acuerdo marco y su yuxtaposición con el programa de HdI representan compromisos públicos y una referencia central para entender por dónde irá el nuevo Gobierno de la tercera economía de la UE. A continuación, un análisis de algunos de sus pasajes más significativos.

Giorgia Meloni durante su intervención en el cuartel general de Hermanos de Italia, septiembre de 2022. Foto: AP | Vídeo: EPV

Política internacional

El acuerdo marco se abre con un capítulo dedicado a la política internacional, que acoge algunas importantes declaraciones de rasgo continuista.

En él, se promete “respeto a los compromisos asumidos en la OTAN, también en materia de gasto para la defensa, apoyo a Ucrania frente a la invasión de la Federación Rusa y respaldo a toda iniciativa diplomática dirigida a la solución del conflicto”.

Significativamente, no se menciona nada con respecto a la perspectiva de las sanciones contra Rusia, elemento de discordia entre los socios, con una Liga reacia a proceder en esa senda. Pero HdI, profundamente atlantista, es mucho más abierto a ello, y su mayor fuerza induce a pensar que su posición prevalecerá.

En cuanto a la UE, el documento afirma una “plena adhesión al proceso de integración europea, con la perspectiva de una Unión más política y menos burocrática”.

La declaración de “plena adhesión” es contundente y ciertamente sorprendente a la vista del historial de euroescepticismo furibundo de Meloni y también de Matteo Salvini, líder de la Liga.

Pero todo el planteamiento del texto es suave, y no va más allá de reivindicaciones como la de una “revisión de las normas del Pacto de Estabilidad para consentir políticas que aseguren un crecimiento estable y duradero”. Es este un objetivo compartido por varios países mediterráneos y, en general, por la familia socialdemócrata.

El programa específico de HdI tiene una aproximación diferente, que hace entrever más su ideología tradicional, con la referencia al objetivo de “relanzar el sistema de integración europea, por una Europa de las Patrias, fundamentada en el interés de los pueblos y capaz de afrontar los retos de nuestro tiempo”. Se plantea aquí el mantra habitual de las formaciones nacionalistas europeas.

Meloni ha abanderado en el pasado un euroescepticismo feroz. Durante la crisis de 2012 abogaba abiertamente por la salida de Italia de la zona euro. En 2016, con ocasión del Brexit, sostenía lo siguiente: “Esta UE ha fracasado. No es posible reformarla desde dentro porque está podrida hasta en los cimientos. Esta experiencia debe ser cerrada y hay que abrir enseguida una nueva que ponga en el centro a los pueblos europeos”.

Puede observarse que este es el planteamiento que Marine Le Pen presentó en su programa para competir para la presidencia francesa, donde se afirmaba la voluntad de impulsar una Alianza Europea de Naciones con “vocación de sustituir progresivamente a la Unión Europea”. Meloni y HdI, sin embargo, optan por el concepto de “relanzar” el proceso de integración de la UE —lo que apunta como mínimo a mantener abierta la puerta de los intentos de reforma interna—. En cualquier caso, el acuerdo marco de la coalición promete “plena adhesión” a la integración europea.

Llama la atención la inclusión en el capítulo de asuntos internacionales de la voluntad de “defensa y promoción de las raíces e identidades históricas y culturales clásicas y judeocristianas de Europa”. El concepto, en sí, no es sorprendente, al ser un mantra clásico de las formaciones ultraconservadoras, pero su introducción en el capítulo inicial parece significativa.

Giorgia Meloni, en la noche electoral, este domingo en Roma.
Giorgia Meloni, en la noche electoral, este domingo en Roma.Gianluca Battista

Fondos europeos

La coalición ganadora pretende buscar un “acuerdo con la Comisión Europea, tal y como está previsto por el derecho europeo, para la revisión del Plan Nacional de Recuperación y Resiliencia en función de las cambiadas condiciones, necesidades y prioridades”. El pacto también reclama un “uso más eficiente de los fondos europeos con referencia al aumento de los costes de la energía y de las materias primas” sin especificar más.

En ese sentido, el programa propio de HdI aclara que su “objetivo es destinar mayores recursos [de los fondos] al aprovisionamiento y a la seguridad energética”.

Es todo este un sector de posible conflicto entre el nuevo Gobierno de Roma y Bruselas, y tiene calado. Entraña no solo el cómo gastar los fondos europeos, sino, posiblemente, también las reformas necesarias para obtener su desbloqueo. Todo, además, entronca con la compleja cuestión de forma y ritmo de la transición ecológica.

Naturalmente, la Comisión tiene en toda esta materia la sartén por el mango y por ello también el tono de la coalición es de entrada conciliador. Como el programa común de la coalición, también el específico de HdI promete seguir los cauces legales para obtener los cambios.

La dinámica real podría discurrir por cauces de confrontación pero, de entrada, los documentos formales están alejados de planteamientos como el del izquierdista francés Jean-Luc Mélenchon que, en su candidatura a las presidenciales de antes del verano, anunciaba “desobediencia a todas las reglas que impedirán la aplicación del programa” sobre cuya base podría resultar elegido.

Reformas institucionales

En el tercer capítulo se menciona de forma escueta la voluntad de establecer la “elección directa del presidente de la República”. No hay nada más, y el programa específico de HdI tampoco da más pistas de qué tipo de arquitectura institucional se pretende construir, limitándose a señalar la elección por sufragio universal del presidente como una herramienta contra la inestabilidad política que afecta crónicamente a Italia.

Pese a la falta de detalles, es notorio el deseo de HdI de implantar un sistema de modelo presidencialista. En la legislatura pasada, el partido señaló una preferencia por un presidencialismo a la francesa, contemplando un primer ministro, pero esta es una cuestión de enorme calado en la que la niebla es espesa.

El cambio requiere una reforma de la Constitución, que es posible con un procedimiento parlamentario que prevé dos rondas de votaciones distintas en ambas Cámaras con una distancia de al menos tres meses. Es necesaria mayoría absoluta, y posterior confirmación en referéndum, salvo que la mayoría parlamentaria de respaldo supere los dos tercios.

Las fuerzas progresistas temen que bajo el cartel de la reforma presidencialista las derechas intenten modificar la Constitución también en otras áreas, cambiando radicalmente los cimientos de la República surgida del antifascismo.

Impuestos

“Reducción de la presión fiscal para familias, empresas y autónomos”, reza el documento marco, que apunta algunas líneas de trabajo sin entrar en grandes detalles. Entre ellos, se menciona la voluntad de reducir el IVA en productos de primera necesidad y energéticos o aliviar la presión fiscal vinculada al trabajo. El programa de HdI contiene referencias a una reforma del IRPF, con trato más favorable a las familias, o la progresiva eliminación del Impuesto Regional a las Actividades Productivas.

Según datos recopilados por Eurostat, Italia tiene una recaudación de impuestos relativa al PIB superior a la media de la UE, de un 43% frente al 41% en 2020 (y unos cinco puntos más alta que España). Sin embargo, la fuerte deuda pública acumulada —por un valor de un 150% del PIB— hace especialmente arriesgada cualquier maniobra en ese sector, y Bruselas la seguirá muy de cerca.

En contra de algunos estereotipos asentados en el norte de Europa, Italia mantiene desde hace tiempo una política fiscal muy prudente, con déficits primarios —antes de pagos de intereses— muy constantes. El Gobierno del Movimiento Cinco Estrellas y la Liga luchó en la anterior legislatura con Bruselas para tener un mayor margen de maniobra. Hubo momentos de tensión, pero la sangre no llegó al río. El tiempo dirá hasta qué punto querrá llevar el pulso Meloni en esta legislatura.

Inmigración

Es esta una de las materias con mayor potencial conflictivo entre el futuro Gobierno italiano y Bruselas. El programa marco de la coalición promete “lucha contra la inmigración irregular”, “bloqueo de los desembarcos” e impulsar la “creación de centros de tratamiento de solicitudes de asilo en territorios extraeuropeos gestionados por la UE”.

Al contrario del programa común de coalición, el de HdI habla además de la inmigración irregular como de una “amenaza para la seguridad de los ciudadanos” y expresa la voluntad de obstaculizar “la actividad de ONG que favorecen la inmigración clandestina”.

En esta materia el nivel de convergencia entre HdI y Liga —segundo partido de la coalición— es muy elevado. Sobre la base de su peso en la agrupación, y de los antecedentes protagonizados por el líder de la Liga, Matteo Salvini, en la legislatura pasada, es razonable esperar importantes fricciones con Bruselas, que además trata con mucha dificultad de sacar adelante una gran reforma en la materia.

Derechos

El programa común no hace ninguna mención a objetivos de reforma o abolición del derecho de aborto establecido con la ley 194 de 1978. El de HdI se limita a abogar por una “plena aplicación” de la ley, empezando por la “prevención”. Ante la fuerte inquietud en amplios sectores de la sociedad italiana y a la vista de los graves retrocesos ocurridos recientemente en EE UU a mano de ideologías ultraconservadoras similares a la de Meloni, la líder consideró oportuno recalcar durante la campaña que no pretende alterar la ley.

Pero en este sector, como en tantos otros, la preocupación reside en lo que la política puede hacer en las amplias zonas grises que la vida ofrece. Como informaba este diario en un reportaje realizado en la región de las Marcas, gobernada por HdI, el derecho al aborto se está viendo afectado por múltiples vías de erosión, desde las objeciones de conciencia del personal médico hasta fricciones administrativo-sanitarias. Esto no es un fenómeno exclusivo de las regiones gobernadas por la derecha, pero el caso de las Marcas provee un ejemplo de agudización de esa senda en la que la política puede influir sin llegar a extremos rupturistas.

Las inquietudes en materia de derechos civiles debido al ultraconservadurismo de HdI afectan a otras áreas, sobre todo al colectivo LGTBI. Los programas no plantean ningún ataque frontal, pero las declaraciones de Meloni han desatado muchas alertas.

En un mitin de Vox durante la reciente campaña electoral andaluza, en un crescendo exaltado con aroma a otro siglo, advirtió, con escasos matices: “No hay mediaciones posibles. O se dice sí, o se dice no. Sí a la familia natural, no a los lobbies LGTB; sí a la identidad sexual, no a la ideología de género; sí a la cultura de la vida, no al abismo de la muerte; sí a la universalidad de la cruz, no a la violencia islamista; sí a fronteras seguras, no a la inmigración masiva; sí al trabajo a nuestros ciudadanos, no a las grandes finanzas internacionales; sí a la soberanía de los pueblos, no a los burócratas de Bruselas; sí a nuestra civilización y no a quien quieren destruirla”.

La distancia entre los planteamientos del acuerdo marco de coalición y las declaraciones del mitin es muy amplia. Poca duda cabe de que sus ideas son las segundas. Queda por ver hasta qué punto querrá implementarlas o si, por pragmatismo propio o presión ajena, las contendrá en una actuación política más ortodoxa.

Vídeo: EPV

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Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

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