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Un puente nuevo causa furor en Los Ángeles entre los corredores de coches e influencers

El recién inaugurado viaducto de la Calle Seis se convierte en la nueva gran atracción de la ciudad y en la pesadilla de la policía, que lo ha cerrado cinco veces esta semana para evitar desmanes

New 6th Street Viaduct Bridge Opens In Los Angeles
Una persona posa para una fotografía sobre el viaducto elevado de Los Ángeles, abierto al tránsito el 11 de julio.Mario Tama (Getty Images)
Luis Pablo Beauregard

El 10 de julio, miles de personas acudieron a la inauguración del viaducto de la Calle Seis, un puente que conecta el centro de Los Ángeles con el histórico barrio de Boyle Heights, al este. Aquel domingo acudieron cientos de vecinos a pie, bicicleta, patines y patinetas, quienes se tomaron fotos y caminaron maravillados sobre el kilómetro de pavimento. La nueva obra tardó seis años en construirse y costó 588 millones de dólares. Tras dos años de retraso obligados por la pandemia, finalmente se abrió. Primero para el disfrute de los peatones entre las once de la mañana y las cuatro de la tarde. Horas después, el puente iba a ser reclamado por los conductores, los verdaderos beneficiados en un condado que tiene más de ocho millones de automóviles. El estreno marcó el futuro inmediato del viaducto, que ha causado furor. En las últimas semanas, ha atraído raudales de influencers, corredores de coches a lo Rápido y Furioso y temerarios que se han propuesto escalar los arcos de concreto de la obra diseñada por el arquitecto Michael Maltzan.

El caos ha provocado numerosos dolores de cabeza para la policía de Los Ángeles, que ha cerrado el puente al tránsito varias veces desde su inauguración. Desde el jueves pasado suman cinco cierres en esta vialidad. El más reciente fue el martes, a las nueve de la noche. “El puente de la Calle Seis estará cerrado hasta nuevo aviso debido a actividades ilegales y ante la preocupación por la seguridad pública”, avisó la policía en las redes sociales. La reapertura se comunicó con otro mensaje, que llegó apenas unas horas después. La clausura se mantuvo durante la noche, el horario preferido para los corredores de autos, quienes han elegido el viaducto como escenario de acrobacias al volante y competencias de aceleración. Los vecinos de Boyle Heights describen cómo el chillido de la quema de neumáticos se ha convertido en un sonido habitual en las madrugadas. Las marcas de las llantas sobre el pavimento permanecen como seña del bautismo.

El fin de semana se entregaron 57 multas de tránsito en el puente y se incautaron seis vehículos de infractores. No solo los coches han hecho suya esta nueva atracción. El viaducto también ha dejado imágenes surrealistas, como la de un hombre sentado en una silla de barbería recibiendo un corte de pelo en medio de la calle. El lunes, un joven de 16 años fue arrestado por subir uno de los arcos que sostienen la estructura. No es la única persona que los ha escalado, como demuestran decenas de publicaciones en Instagram.

Las cámaras no son extrañas en este punto de Los Ángeles, uno de los diez puentes sobre un río seco. El canal que cruza por debajo le será familiar a casi todos. Allí se han filmado algunas de las escenas más icónicas de Hollywood. Fue el sitio donde John Travolta corre su auto en el clímax de Grease (1978). Terminator montó ahí su Harley-Davidson para que James Cameron lograra una de las persecuciones más reverenciadas del cine. Arnold Schwarzenegger volvió a la escena un par de años después para El último gran héroe, de 1993. Los gamers podrán reconocerlo del popular Grand Theft Auto.

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“Estamos pidiendo algunas barreras plásticas o ligeras que puedan evitar que la gente cruce los carriles”, ha dicho esta semana el jefe de la policía, Michael Moore. La ciudad ya ha anunciado que instalará topes en la vialidad para desalentar a los conductores adictos a la adrenalina. Las autoridades han solicitado también la instalación de cámaras de vigilancia y sensores para reducir el número de incidentes. Estas medidas funcionaron para otra de las grandes atracciones de la región, el emblemático letrero de Hollywood, que también había sufrido de la creatividad de los grafiteros y los fanáticos de los retos de las redes sociales.

Los Angeles Times ha propuesto en un editorial que todo lo ocurrido en las últimas semanas es una oportunidad para repensar la infraestructura de la ciudad y el espacio público. “Podrían hacerse permanentes los cierres temporales, convirtiendo el viaducto en una zona compartida para caminar, andar en bici o solo reunirse en los fines de semana o por las tardes”, asegura el rotativo, que incluso sugiere ideas de uso, como recinto para conciertos públicos o un mercadillo con productos locales.

El alcalde de la ciudad, Eric Garcetti, dijo durante la inauguración que el nuevo puente era “una carta de amor a la ciudad”. El afecto ha sido correspondido con locura. En parte porque en el sitio quedaron las cenizas de una larga relación. En febrero de 2016 comenzó la demolición del puente antiguo que conectaba el centro con el este de Los Ángeles, una zona que tiene 94% de población latina.

El último día de aquel viejo puente, que estuvo en pie desde 1932, también estuvo marcado por el desorden. Hubo un ambiente pacífico de fiesta, pero que las autoridades juzgaron podía convertirse en desmanes. Por la noche, el escuadrón antidisturbios de la policía fue desplegado para disolver a la multitud, reunida para decir hasta luego. Muchos acudieron entonces en coches antiguos y en los famosos low riders, autos de colección tuneados para sorprender y hacerse respetar en los barrios. Con el retorno del viaducto, hubo un guiño a ese pasado. Una caravana de estos vehículos desfiló por la construcción en su primer día. Los fines de semana sigue siendo un popular punto de reunión para los aficionados de estos automóviles.

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Sobre la firma

Luis Pablo Beauregard
Es uno de los corresponsales de EL PAÍS en EE UU, donde cubre migración, cambio climático, cultura y política. Antes se desempeñó como redactor jefe del diario en la redacción de Ciudad de México, de donde es originario. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana y el Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Los Ángeles, California.

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