Un sistema que favorece a la derecha frente a una izquierda fragmentada en Italia
La intención de voto de ambos polos políticos es similar pero el procedimiento para asignar los escaños beneficia a los partidos de Meloni, Salvini y Berlusconi
Meloni, Salvini y Berlusconi ganarán las próximas elecciones en Italia. Este es el resultado más probable de la votación que tendrá lugar el 25 de septiembre. Lo dicen los sondeos y las profundas divisiones en el campo de centroizquierda. Estas son las razones por las que Salvini y, sorprendentemente, Berlusconi han decidido acabar con el Gobierno de Draghi. La dimisión del primer ministro les ha puesto en bandeja de plata la oportunidad de votar en un momento muy favorable para ellos. O, al menos, eso es lo que piensan y, como sabemos, las expectativas, en política igual que en economía, dictan el comportamiento.
La previsión de una probable victoria de la derecha (después de la elección oportunista de Berlusconi ya no se puede hablar de centroderecha) depende no solo de los votos que los sondeos atribuyen a los partidos que la componen, sino también del funcionamiento del sistema electoral vigente. Es un sistema mixto que se aplica tanto a la Cámara [de Diputados] como al Senado. Dos tercios de los escaños se asignan de manera proporcional, mientras que un tercio se elige en circunscripciones uninominales con la regla de la mayoría relativa. Se prevé un complicado sistema de barreras electorales, principalmente la del 3%, aplicada en el ámbito nacional tanto en la Cámara como en el Senado.
Ahora mismo este sistema favorece a la derecha. Según el promedio de los sondeos de la semana pasada, La Liga, Forza Italia y Hermanos de Italia pueden contar con alrededor del 45% de la intención de voto. Sobre el papel, todos los partidos y partidillos de centroizquierda obtienen más o menos el mismo porcentaje, pero es una coalición muy fragmentada y muy heterogénea. En concreto, tras la posición adoptada por el Movimiento 5 Estrellas contra Draghi, el Partido Democrático ya ha declarado que no está dispuesto a aliarse con el Movimiento de Grillo, y tampoco está claro cuáles serán los aliados del Partido Democrático. La posible alianza incluirá probablemente a los partidos de Speranza, Calenda, Renzi y Di Maio. Pero todas estas listas, más el Partido Democrático, suman actualmente alrededor del 35% de los votos. Esto significa que no hay jugada entre los dos polos. Con esta ventaja, la derecha tiene la oportunidad de ganar incluso en el 90% de las circunscripciones uninominales, y por tanto, la mayoría absoluta de escaños tanto en la Cámara como en el Senado.
Esta es la situación actual. ¿Puede cambiar de aquí al 25 de septiembre? Es posible. El cambio depende de una serie de factores difíciles de valorar en este momento. Por ejemplo, no se sabe hasta qué punto pesará la crisis del Gobierno en la opinión de los votantes. Este factor podría perjudicar a La Liga y sobre todo a Forza Italia. También podría pesar el factor Draghi. El primer ministro sigue siendo una figura muy popular y el Partido Democrático es percibido como el partido que más fielmente apoyó a su Gobierno. La abstención también tendrá su papel. Por lo general, la baja participación tiende a favorecer al centroizquierda. Por no hablar de un empeoramiento de la crisis económica y social y de la pandemia a principios de otoño.
En resumen, hay en juego muchos factores que pueden cambiar las expectativas. La política italiana vive desde hace años una fase de gran fluidez. Un desplazamiento de cuatro o cinco puntos porcentuales entre los dos polos no es un espejismo y, si se produce, podría cambiar las cosas. Pero para que esto suceda, el centroizquierda tendrá que hacer una campaña electoral perfecta. Tendrá que adivinar tonos, temas, alianzas y candidatos. Es una carrera cuesta arriba, pero no está perdida de antemano. Ya hemos visto campañas electorales en las que una formación tenía al principio una clara ventaja y ha terminado en la foto de llegada. Esta podría ser una de ellas. Pero es una apuesta arriesgada.
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