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El cordón sanitario a la ultraderecha se rompe en Francia

El partido de Marine Le Pen consigue una presencia histórica en la Asamblea Nacional tras la debilidad de las consignas de las formaciones rivales para frenar el ascenso de la extrema derecha

Marine Le Pen Francia
La líder de la extrema derecha francesa, Marine Le Pen, se ha beneficiado de la debilidad del cordón sanitario en las legislativas del domingo.DENIS CHARLET (AFP)
Silvia Ayuso

La líder de la extrema derecha francesa, Marine Le Pen, ha comenzado a desplegar ya la lista de exigencias de su formación, Reagrupamiento Nacional (RN), tras su inesperado éxito en las elecciones legislativas del domingo. Casi al mismo tiempo, los demás partidos se reprochan el fracaso del cordón sanitario, lo que ha permitido que en la próxima Asamblea Nacional se sienten 89 diputados ultras, la cifra más alta de su historia.

La elevada abstención —más de la mitad de los franceses con derecho a voto no acudieron a las urnas el domingo— ha tenido un papel clave en la complicada composición del hemiciclo francés y el peso de la extrema derecha en el Parlamento. Pero este nuevo escenario también es consecuencia de un debilitamiento progresivo, aunque acelerado desde las elecciones presidenciales de abril, del frente republicano. Así se llama en Francia al cordón sanitario que, en las últimas dos décadas, había logrado impedir que la extrema derecha se hiciera con poder institucional pese a aumentar, elección tras elección, su fuerza en las urnas.

Más que las consignas de no votar al RN, las elecciones presidenciales, pero sobre todo las legislativas, han estado marcadas mediáticamente por un duelo entre el presidente, Emmanuel Macron, y el líder de la izquierda populista, Jean-Luc Mélenchon, artífice de la alianza NUPES (la Nueva Unión Popular Ecológica y Social con los socialistas, comunistas y ecologistas) para las parlamentarias. En este contexto, más que el ya de por sí tibio “ni un voto al RN” lanzado por todos los campos, el mensaje que parece haber calado más es el “todo salvo Macron” entre buena parte de los votantes de la NUPES y, también, un “todo salvo Mélenchon” en el campo del macronismo. Una situación de la que, finalmente, se ha beneficiado el partido de Le Pen, que pasa de 8 a 89 diputados, cuando las encuestas le daban un máximo de 50 en el mejor de los casos.

Mélenchon acusó este lunes a Macron de ser el “principal responsable” del éxito de la ultraderecha. Pero las encuestas muestran que el cordón sanitario del resto de partidos contra Le Pen se rompió de forma similar entre los votantes de izquierdas como dentro del macronismo.

Fracaso del frente republicano

Según un sondeo del instituto Harris Interactive para las cadenas M6 y RTL, en las 107 circunscripciones donde la segunda vuelta se jugó entre un candidato de la formación macronista Ensemble y uno del RN, el 45% de los que en la primera ronda votaron por la NUPES se abstuvieron en la segunda. Solo el 31% votó por Ensemble y activó así el cordón sanitario, mientras que un 24% prefirió a la extrema derecha.

Mientras, en las 66 circunscripciones donde el duelo era entre la NUPES y la extrema derecha, el 48% de los votantes macronistas se abstuvieron, un 18% votó al RN y el 34% aplicó el cordón sanitario al votar por el candidato de izquierdas. La derecha de Los Republicanos se dividió, entretanto, en tres bloques similares: un 37% se abstuvo, el 36% votó por el candidato de izquierdas y el 27% por la extrema derecha.

Las conclusiones sobre el fracaso del frente republicano son similares en otros institutos demográficos. “No sé si el frente republicano está muerto, pero en cualquier caso, [el domingo] no funcionó”, concluyó este lunes el director del departamento de política-opinión del instituto Ipsos, Stéphane Zumsteeg, en la emisora Franceinfo.

El cordón sanitario francés sufrió su primera sacudida en 2017, cuando Mélenchon, tras su eliminación en la primera vuelta de las presidenciales, se negó a pedir abiertamente un voto a favor de Macron, limitándose a decir que no se debía dar “ni un voto” al Frente Nacional, como entonces se llamaba aún el partido de Le Pen. Cinco años más tarde, el golpe final —y está por verse si definitivo— a la alianza interpartidista contra la extrema derecha se produjo tras la primera vuelta de las legislativas y llegó no solo del melenchonismo, sino del campo de Macron, que envió mensajes, cuanto menos, confusos.

La primera ministra, Élisabeth Borne, llegó a equiparar a la extrema derecha y a la izquierda radical cuando declaró: “Ante los extremos, no cederemos en nada. Ni a un lado ni a otro”. Después, el macronismo primero dijo que se decidiría “caso por caso”, para acabar lanzando el mismo “ni un voto para Le Pen” que había reprochado en su momento a Mélenchon, y en el que cabía tanto una consigna de voto al rival de la extrema derecha como a la abstención.

Mientras llueven reproches —y pocos mea culpa—, el RN comienza ya a reclamar las cuotas de poder que le da el haber multiplicado por diez su fuerza parlamentaria. “Somos el primer grupo de oposición”, reivindicó este lunes Le Pen. “Demandaremos la presidencia de la Comisión de Finanzas [estratégica, porque supervisa la preparación del presupuesto y tradicionalmente está dirigida por el primer partido de oposición] y una vicepresidencia de la Asamblea. ¡No vamos a transigir en nada!”, prometió.

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Sobre la firma

Silvia Ayuso
Corresponsal en Bruselas, después de contar Francia durante un lustro desde París. Se incorporó al equipo de EL PAÍS en Washington en 2014. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, comenzó su carrera en la agencia Efe y continuó en la alemana Dpa, para la que fue corresponsal en Santiago de Chile, La Habana y Washington.

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