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Crece la presión sobre el ministro de Economía del Reino Unido por el régimen fiscal de su millonaria esposa

Johnson niega estar detrás de las filtraciones a la prensa, mientras observa la caída de popularidad de Rishi Sunak. Fue el candidato preferido de los conservadores para suceder a un primer ministro en horas bajas

Rishi Sunak
El ministro de Economía del Reino Unido, Rishi Sunak, y su esposa, Akshata Murty, en un evento en Londres el 9 de febrero.POOL (REUTERS)
Rafa de Miguel

Solo unos pocos políticos —y Boris Johnson es, definitivamente, uno de ellos— tienen la habilidad de salir del fango con la camisa impecable. El ministro de Economía británico, Rishi Sunak (Southampton, 41 años), sin embargo, es de los que considera cualquier salpicadura un ataque injusto. La revelación de que su multimillonaria esposa india, Akshata Murty, que comparte con él residencia en el número 11 de Downing Street, puerta con puerta con el primer ministro, lleva años acogida al régimen fiscal de “no residente” en el Reino Unido ha puesto en la picota a quien en algún momento dio ya por hecho que sería el sustituto natural de Johnson sin necesidad de despeinarse. Todo es perfectamente legal. Hija de Narayana Murty, el empresario que fundó la poderosa empresa de servicios de tecnología de la información Infosys, Akshata es propietaria de participaciones de la compañía por valor de unos 600 millones de euros. El año pasado recibió cerca de 14 millones en dividendos. Gracias a unas leyes fiscales muy favorables con la nueva fauna de altos ejecutivos y multimillonarios trotamundos que ha producido la globalización, la esposa del ministro de Economía apenas pagó 36.000 euros en impuestos al Reino Unido. Una bomba de relojería, en un momento en el que Sunak ha recibido durísimas críticas de la oposición laborista y de su propios compañeros de filas del Partido Conservador por la cicatería de sus medidas presupuestarias de primavera. Con la inflación disparada y los ciudadanos sobrepasados por los precios de la gasolina, el gas y la electricidad, el ministro se limitó a reducir en seis céntimos por libra esterlina el impuesto aplicado al combustible, y a realizar un mínimo gesto de rebaja en las cotizaciones sociales.

Con una ingenuidad impropia de la política británica de navajeo, Sunak concedía una entrevista esta semana al tabloide The Sun en la que intentaba defender a su esposa: “No sería razonable exigirle que rompiera los lazos con su país simplemente porque se ha casado conmigo. Ama su país, como yo amo el mío. Nunca se me ocurriría renunciar a mi ciudadanía británica”, argumentaba el ministro. Una explicación que muchos expertos han señalado como ingenua, en el mejor de los casos, o tramposa, en el peor, porque no es necesario que Murty renuncie a su ciudadanía india para pagar impuestos en el país donde, por razones evidentes, tiene intención de seguir residiendo en el futuro. De hecho, este mismo sábado ha anunciado a través de un comunicado que, a partir de ahora, comenzaría a tributar en el Reino Unido.

El it never rains but it pours (nunca llueve, sino diluvia) inglés tiene una traducción más ajustada al español con “a perro flaco, todo son pulgas”. Y Sunak, de una esbeltez envidiable, ha comenzado a rodar cuesta abajo desde hace unas semanas. Pocos son los que dudan que el equipo de Johnson se ha encargado de agitar en los medios afines la historia de los impuestos de su esposa, o el descontento general por la escasa empatía de Sunak con el sufrimiento de la población. El primer ministro no olvida cómo su responsable de Economía se distanció de él durante los momentos más duros del partygate, el escándalo por las fiestas prohibidas en Downing Street durante la pandemia. Cómo llegó incluso a reprocharle en público sus maniobras defensivas contra la oposición (en concreto, acusar al líder laborista, Keir Starmer, de no haber actuado contra el pedófilo y estrella de la BBC Jimmy Savile cuando era fiscal general). Y en medio de la crisis de Ucrania, en la que Johnson ha logrado resituarse como estadista internacional, ha llegado el momento de servir la venganza en un plato frío. “Creo que está haciendo un trabajo fantástico, y que no debemos arrastrar a la familia de los políticos en estas batallas”, respondía el viernes el primer ministro durante su rueda prensa junto al canciller alemán, Olaf Scholz, a la batería de periodistas que le preguntaban por Sunak. Desde el equipo del ministro, sin embargo, no tenían la menor duda de que gran parte del fuego recibido era amigo.

Desde que desveló sus medidas presupuestarias, la popularidad de Sunak se ha desplomado casi 30 puntos en el sondeo continuo que mantiene la empresa YouGov. Las torpezas, perdonables cuando un político está en buena racha, se han vuelto en su caso carnaza para los tabloides. Cuando a finales de marzo se dejó fotografiar en una estación de servicio de Sainsbury´s, la cadena británica de supermercados de gran superficie, repostaba por valor de poco más de 30 libras (unos 36 euros) un KIA Rio de color rojo. Poco tardaron los periodistas en averiguar que el vehículo pertenecía a uno de los empleados del supermercado, que lo había prestado para la foto; que su valor era de poco más de 14.000 euros, y que Sunak, que intentó arreglar la chapuza asegurando que conducía habitualmente un Volkswagen Golf, poseía una flota de cuatro vehículos de alta gama entre los que había un Lexus y un Range Rover; y que, finalmente, con 30 libras tampoco se llenaba el depósito de un KIA.

“El ministro de Economía ha subido los impuestos a la clase trabajadora, y no ha dejado de repetir que no tenía otra alternativa”, ha dicho el laborista Starmer. “Ahora sabemos que su mujer utilizó un régimen de tributación para reducir sus impuestos, y eso es de una hipocresía tremenda. Solo demuestra lo alejado de la realidad que está el ministro”, ha denunciado el líder de la oposición, con una demagogia que resulta extraña a su estilo, pero que responde a la necesidad de atacar de modo fulminante al posible recambio de Johnson.

En las últimas horas se ha sabido además que Sunak, que trabajó durante años en California y fundó una firma de inversión, ha mantenido hasta hace apenas unos meses su green card (tarjeta verde), el permiso de residencia estadounidense que suele obtenerse como paso previo a la ciudadanía, y que supone una declaración de intenciones respecto a permanecer en el país. Sunak utilizó incluso el documento para viajar hasta hace unos pocos meses, cuando recibió el consejo de renunciar a él, por la pobre impresión que causaba por parte de alguien que aspiraba a tomar algún día las riendas del Reino Unido.

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Sobre la firma

Rafa de Miguel
Es el corresponsal de EL PAÍS para el Reino Unido e Irlanda. Fue el primer corresponsal de CNN+ en EE UU, donde cubrió el 11-S. Ha dirigido los Servicios Informativos de la SER, fue redactor Jefe de España y Director Adjunto de EL PAÍS. Licenciado en Derecho y Máster en Periodismo por la Escuela de EL PAÍS/UNAM.

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