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Proteger un ‘goya’ en un búnker de Ucrania

Desde la Galería Nacional de Arte de Lviv se coordina un plan para poner a salvo el patrimonio pictórico y cultural de los 18 museos de esta región. Medio millar de obras han sido escondidas

Anna, trabajadora del Lviv Art Gallery en Ucrania, muestra la pared donde estaban los cuadros de Goya y Ribera.Foto: JAIME VILLANUEVA | Vídeo: Cristian Segura / EPV
Cristian Segura

Hay una maja de Goya refugiada en un búnker secreto en la Ucrania occidental. Está acompañada por un San Jerónimo de José de Ribera y otro medio millar de obras de arte de los 18 museos de la provincia de Lviv. Son una pequeña parte, la más preciada, de las 65.000 piezas artísticas que se exhiben en centros culturales de esta región fronteriza con Polonia.

El 24 de febrero, el mismo día en el que Rusia iniciaba la invasión de Ucrania, se ponía en marcha un plan preparado al milímetro para poner a buen recaudo el patrimonio pictórico y escultórico de la capital cultural del país. No se trata solo de salvar el arte de las bombas, explica Taras Voznyak, director general del patronato que gestiona estos 18 museos, también se trata de evitar posibles saqueos si hubiera un cambio de régimen.

Voznyak es un hombre expeditivo que desde su despacho en el Palacio Potocki dirige a su plantilla como un pequeño ejército. Del cuello le cuelga un pequeño walkie-talkie que utiliza al mismo tiempo que sigue de reojo la actualidad en una pantalla. Sobre su cabeza cuelga un retrato familiar de la emperatriz María Teresa de Austria, soberana de Galitzia, la región de la que fue capital Lviv. El palacio en el que está su oficina es la sede de la Galería Nacional de Arte. Es una mansión de estilo francés que construyó en 1880 como residencia el conde Alfred Józef Potocki, noble polaco que llegó a ser primer ministro del imperio austrohúngaro. Las estancias del palacio albergan una nutrida colección de pintura europea, pero no en todas las paredes hay colgadas obras: muchas están vacías después de que las pinturas fueran trasladadas a un refugio a prueba de bombas. En cada cartela de los cuadros que faltan hay una etiqueta rosa que el equipo de Hanna Legeza, subdirectora del museo, colocó para marcar las que los técnicos debían cargar en los camiones.

Las tres fases del plan de contingencia

Todos los museos del mundo tienen planes de contingencia en caso de catástrofe, asegura el director general, sea un incendio o una guerra. La diferencia es que en Ucrania ya tienen experiencia en la materia. En 2014, cuando estalló la guerra en el Donbás, en Lviv ejecutaron la primera fase del programa de salvación de su arte, y el traslado de las obras fundamentales a su refugio. La segunda fase se activa en caso de “ataque directo” a los museos y consiste en salvar lo que se pueda de entre las obras que continúen en su lugar. Hasta ahora no hay indicios de que el invasor ruso haya bombardeado monumentos o museos, lo que no quiere decir que no pueda suceder.

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La tercera fase del plan es la más confidencial porque es la que implica la evacuación del patrimonio estatal al exterior, apunta Voznyak, no solo el de Lviv, sino el procedente de otros puntos de Ucrania. Las obras serán almacenadas en museos europeos con los que ya se ha acordado una cesión temporal. Su traslado al extranjero tiene como finalidad evitar su sustracción. “Recuerde lo que sucedió en Siria o en Irak”, dice Voznyak: “A veces, más que las bombas, el mayor peligro son los saqueadores que aprovechan la transición entre un poder y otro”. Todo está contemplado, también el interregno que provocaría la caída del Gobierno de Ucrania y la toma de control del país por parte de los rusos.

Hay un patrimonio que no se puede mover, sobre todo el urbano. En los últimos días, las estatuas colindantes a la sede del Ayuntamiento y del Gobierno provincial han sido cubiertas para evitar en la medida de lo posible su destrucción en caso de bombardeos. También las cristaleras de edificios históricos, como el Museo Etnográfico, de 1890, o las vidrieras de la iglesia greco-católica de la Asunción —de rito bizantino, mayoritario en el Oeste de Ucrania—, han sido protegidas con planchas de acero o de madera. “No cuesta nada colocar estas protecciones, pero la verdad es que poco pueden hacer contra un misil”, admite Voznyak. “Más bien dependerá de lo que decida Dios”.

Trabajadores envuleven en Lviv las estatuas de la ciudad para tratar de protegerlas ante posibles bombardeos y ataques.
Trabajadores envuleven en Lviv las estatuas de la ciudad para tratar de protegerlas ante posibles bombardeos y ataques. Pavlo Palamarchuk (AP)

El casco histórico de Lviv está reconocido por la UNESCO como patrimonio de la Humanidad. Serían incalculables las pérdidas para el arte y la arquitectura que causaría un bombardeo ruso como el que ha sufrido el centro de Járkov, al noreste de Ucrania. Voznyak cree que un gran dilema en conflictos bélicos, una cuestión no resuelta de índole moral, es si una persona debe dar su vida para salvar una obra de arte: “Nadie sabe cómo reaccionaría ante esta situación. ¿Morirías por salvar un cuadro?”.

El mayor pabellón de exposiciones del palacio Potocki, de creación moderna, ya ha sido despojado de su uso cultural y se ha habilitado como el principal centro de distribución de material humanitario y médico de la ciudad. Uno de sus coordinadores, Yuri Popovich, trabajaba antes del conflicto como programador informático. Ahora lucha para salvar vidas. Hombre cultivado y políglota, con un buen nivel de inglés e italiano, recuerda que había estado antes en este pabellón, pero como visitante. “Aquí en Lviv no nos podíamos imaginar que llegara un día la guerra, pensábamos que el Donbás quedaba muy lejos, a 1.200 kilómetros. Nos equivocamos”, afirma Popovich. Bajo una talla de piedra de Lucas Evangelista apoyado en la figura del toro, Popovich se desgañita dando instrucciones sobre un envío de colchones. Subraya que es lo que más necesitan es material médico, sobre todo para el frente. Como una admonición añade: “En la Unión Europea quizá creen que están lejos de esto como nosotros creíamos que lo estaba el Donbás, pero su futuro se está jugando aquí”.

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Sobre la firma

Cristian Segura
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario Avui en Berlín y posteriormente en Pekín. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.

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