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El Prado diseña un plan para evacuar los tesoros de su colección

El museo atiende a un requerimiento de Cultura de 2011 y pone en marcha un protocolo para poner a salvo las obras en caso de incendio, robo o ataque terrorista

Visitantes en la galería central del Museo del Prado.
Visitantes en la galería central del Museo del Prado.Carlos Rosillo
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El Prado que camina hacia el futuro
In English: Spain’s Prado Museum drafting evacuation plan for its artworks

Cuatro días antes de que ardiera Notre Dame el 15 de abril, el Museo del Prado contrató a la única especialista en prevención de riesgos en patrimonio que se había presentado al concurso público para redactar el Plan de protección de las colecciones. Estrella Sanz Domínguez, profesora de restauración en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid y experta en gestión de riesgos y planes de emergencia, tiene ahora 22 meses por delante para identificar riesgos tales como incendios, ataques terroristas o robos, que podrían amenazar las obras.

En este tiempo redactará un "plan de evacuación masiva” de las piezas, que implicará “el estudio pormenorizado de itinerarios y cálculo de superficies y recursos necesarios para el almacenamiento provisional y la evacuación”. También establecerá el orden y la jerarquía de las obras que primero deben salvarse. Así lo indica en la memoria que justifica la inversión de 55.600 euros para la redacción.

Entre las tareas que la contratista debe asumir se detalla la creación de equipos internos de emergencia (desde vigilantes a restauradores), que deben encargarse de tesoros como Las meninas o El jardín de las delicias en momentos críticos. Para que la evacuación masiva del Prado llegue a buen puerto, el museo le pide la creación de 250 fichas de las obras prioritarias a salvar. En ellas se incluirán los datos esenciales para ejecutar la evacuación, con información sobre la dificultad del traslado y la vulnerabilidad de la obra. Además, se indicará la persona que debe ordenar la evacuación y el destino de la pieza. Hay obras que no pueden ser evacuadas, por lo que se estudiarán medidas de protección in situ.

Se trata del primer paso de una de las operaciones más sensibles y delicadas que afronta la institución. Como indica en la memoria de la licitación Karina Marotta, coordinadora de conservación del Prado, este contrato tiene dos objetivos: “Ejecutar los trabajos pendientes en zonas no estudiadas hasta el momento y avanzar en fases progresivamente más complejas en las zonas ya analizadas”.

El museo ha preferido no aclarar qué trabajos están pendientes, ni cuáles deben profundizar. Marotta y Sanz explicaron a este periódico el pasado jueves que el museo tiene plan de emergencias, pero “es algo en lo que siempre se está trabajando”. Sin embargo, no aclararon si existe un plan de evacuación, a pesar de que en la memoria de la licitación se pide la redacción de uno. 

En 2017, sostiene Marotta, se elaboraron, por primera vez, listados jerarquizados para evacuar las obras. “Los listados son confidenciales”, aseguran. La directriz de confidencialidad es una indicación del Ministerio de Cultura, a través del grupo de trabajo para la implantación de los planes de salvaguarda de bienes en instituciones culturales, constituido el pasado noviembre. “Esa confidencialidad se debe a motivos de seguridad, para evitar que la identificación de ciertos bienes los señale como objetivo prioritario de vandalismo y terrorismo”, justifican desde Cultura. El propio Prado reparte, a la entrada, una guía con las principales joyas de la colección a visitar.

La protección de las colecciones de los museos públicos no fue un asunto de Estado hasta el terremoto de Lorca, en 2011. A partir de ese momento, el Ministerio de Cultura dio la orden a todas las unidades de ponerse al día y desde entonces El Prado ha elaborado un manual básico de intervención en situaciones de emergencia. Sin embargo, solo existía un plan de evacuación detallado para las exposiciones temporales (por demanda de los prestadores), mientras que la colección permanente estaba pendiente de un plan de evacuación masiva propio.

Por eso han contratado los servicios de Estrella Sanz, porque “el museo no dispone de técnicos con la especialización suficiente como para afrontar el trabajo de redacción del plan”, indica Karina Marotta en la “memoria justificativa”. Sanz se coordinará con varios departamentos para “la consecución de un documento”.

Tras la redacción de este plan, tocará adquirir los recursos no disponibles. De hecho, el museo pone énfasis en que Sanz detalle "con especial atención" el material necesario para la protección. Desde el museo también alegan confidencialidad para detallar en qué consiste el nuevo plan de evacuación, que actualizará el abocetado de los últimos años. “Un plan de prevención debe ser un documento vivo y mejorado. Por ejemplo, tendremos que especificar cuál es el protocolo en caso de emergencia con los servicios de emergencias del Ayuntamiento”, apunta Marotta.  

De los sacos terreros a una aplicación informática

En agosto de 1936, Francisco Javier Sánchez Cantón, entonces subdirector del Prado, cerró el museo y dio al conserje un listado de las 250 obras que deberían ser retiradas de forma prioritaria. Movieron miles de cuadros a las plantas bajas para evitar daños en caso de bombardeos de la aviación franquista, que finalmente se produjeron en noviembre. Se los llevaron a la rotonda de Goya, que ofrecía más protección. Las pinturas se cubrieron con chapas de fiero-cemento y sacos terreros.
En coordinación con la Junta Delegada del Tesoro Artístico del Gobierno republicano, el Prado organizó 22 expediciones entre noviembre de 1936 y febrero de 1938 a Valencia para trasladar 391 pinturas, 181 dibujos y el Tesoro del Delfín. La evolución de la guerra, con el retroceso republicano, hizo que estas obras se trasladasen más tarde a Figueras y, finalmente, a la sede de la Sociedad de Naciones en Ginebra (Suiza), donde permanecieron hasta el final del conflicto en 1939.

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