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El incómodo silencio de Scholz sobre el gasoducto Nord Stream 2

La promesa de Biden de cancelar la polémica infraestructura si Rusia invade Ucrania contrasta con la negativa del canciller alemán a siquiera mencionarlo

Triangulo de Weimar
Desde la izquierda, Andrzej Duda, Olaf Scholz y Emmanuel Macron, este martes en Berlín.THIBAULT CAMUS / POOL (EFE)
Elena G. Sevillano

En su primera visita a la Casa Blanca, el canciller alemán, Olaf Scholz, trató de disipar cualquier duda sobre la unidad de los aliados occidentales ante el conflicto en Ucrania. Aseguró que hablan “con una misma voz”, que han preparado “una reacción conjunta” en caso de que Rusia decida invadir Ucrania y que están de acuerdo en las “gravísimas consecuencias” que tendría para Moscú violar las fronteras de la antigua república soviética. Pero esa unidad no se tradujo en un mensaje unitario sobre el controvertido Nord Stream 2, el gasoducto rusoalemán que los estadounidenses esgrimen como principal amenaza contra el presidente Vladímir Putin.

El silencio de Scholz sobre el futuro de esta infraestructura fue muy revelador. El canciller se mantuvo fiel a su línea de no precisar qué sanciones estaría dispuesto a imponer a Rusia, pese a la insistencia de los periodistas presentes en la rueda de prensa conjunta con el presidente estadounidense, Joe Biden. Es lo que en alguna ocasión ha definido como “ambigüedad estratégica”, es decir, no dar pistas a Putin sobre las consecuencias concretas que tendría una agresión.

El Nord Stream 2 —terminado en septiembre, pero aún sin licencia para funcionar por no cumplir los trámites regulatorios europeos— lleva meses en el centro de la polémica. Washington siempre se ha opuesto a su construcción porque considera que aumenta la dependencia energética de Moscú y deja en una situación muy vulnerable a Ucrania, tradicional país de tránsito del gas ruso hacia Europa. La postura alemana es muy distinta. Hasta hace pocas semanas, Berlín seguía negando la importancia geoestratégica del gasoducto al calificarlo de simple proyecto empresarial privado. El 55% del gas que consume Alemania es de procedencia rusa. El Nord Stream 2 doblaría la capacidad del Nord Stream 1, ya en funcionamiento, para transportarlo a través del Báltico sin pasar por Ucrania.

Biden fue muy contundente respecto al futuro de la infraestructura. “No habrá Nord Stream 2″ si Rusia invade Ucrania, dijo. “Le pondremos fin”, añadió. Scholz, en cambio, ni siquiera nombró el gasoducto. Y eso pese a las insistentes preguntas de los periodistas, que querían saber si el canciller alemán había dado algún tipo de garantía a Biden de que efectivamente la infraestructura no obtendrá los permisos de funcionamiento en caso de ataque ruso. Impertérrito y con una leve sonrisa en los labios, Scholz se limitó a repetir lo que viene diciendo en las últimas semanas: “Hemos dejado claro que si Ucrania es atacada, habrá graves consecuencias para Rusia”. “Rusia pagará un alto precio”, añadió. “El mensaje es muy claro y también Rusia lo ha entendido”, dijo también.

Scholz dejó claro que no piensa aclarar qué hará Berlín con el gasoducto si Putin cumple sus amenazas, ni siquiera bajo la presión de una visita observada con lupa por los aliados occidentales, que en las últimas semanas han criticado la falta de liderazgo alemán en la crisis y se han preguntado si sigue siendo un aliado fiable. Por contraste, la contundencia de Biden resultó sorprendente. Un periodista llegó a preguntarle cómo piensa parar el Nord Stream 2 cuando es Alemania quien lo controla, no EE UU. “No se preocupe, lo haremos”, respondió enigmático el presidente estadounidense. A su lado, un imperturbable Scholz escuchaba sin hacer un solo gesto que dejara traslucir si está de acuerdo con Biden o no.

La indefinición de Berlín tampoco se despejó este martes durante la reunión que mantuvo Scholz con el presidente francés, Emmanuel Macron, y el polaco, Andrzej Duda, sobre la situación en Ucrania. Los tres mandatarios señalaron que su objetivo común “es evitar una guerra en Europa”, en palabras del alemán, durante una comparecencia sin preguntas a última hora de la tarde.

Scholz, Macron y Duda apelaron a la “unidad” de los europeos para prevenir un conflicto bélico y coincidieron en que la situación es muy delicada. Los tres países que representan ejercen las presidencias de turno de la UE, en el caso de Francia, del G-7 (Alemania) y de la OSCE (Polonia). “La paz y la estabilidad del continente europeo son nuestro tesoro y considero que nuestro deber es hacer todo lo necesario para preservarlas”, señaló Macron. El presidente francés prometió “encontrar formas y medios para participar en este importante y exigente diálogo con Rusia”. Este diálogo, coincidieron los tres, debe ser prioritario para reducir el riesgo de una escalada de tensión. “Todavía es posible evitar una guerra en Europa”, dijo Duda.

La reunión de los tres mandatarios se enmarca dentro del formato llamado Triángulo de Weimar, una iniciativa creada en 1991 por Alemania, Francia y Polonia para tratar cuestiones de cooperación. De los tres países, el que habitualmente manifiesta las mayores diferencias con los otros es Polonia, que reclama una actitud más firme frente a Rusia. Frente a la apuesta de Francia y Alemania por la vía diplomática para resolver el conflicto, Polonia defiende un aumento de la presencia militar de la OTAN en la región como estrategia de disuasión. Varsovia ha sido también uno de los socios europeos que más ha presionado a Berlín para detener la construcción de Nord Stream 2, al que considera una amenaza para la seguridad de la UE.

El encuentro de los tres líderes europeos se produce un día después de la visita de Scholz al presidente estadounidense y de la larga cita que mantuvo Macron con Putin en Moscú. El canciller alemán ha iniciado una intensa agenda diplomática con la que quiere volver a situar a Alemania en el mapa internacional después de unas semanas de perfil bajo. Scholz tiene previsto verse con los tres mandatarios de los países bálticos esta semana y la próxima viajará a Kiev, primero, y después a Moscú para entrevistarse con Putin.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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