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Una historia de integración en el Bundestag

El hijo de unos refugiados bosnios y el abogado que evitó su deportación se encuentran dos décadas después como diputados en el nuevo Parlamento alemán

Elena G. Sevillano
El diputado socialdemócrata Adis Ahmetovic, frente al edificio del Reichstag.
El diputado socialdemócrata Adis Ahmetovic, frente al edificio del Reichstag.

La de Adis Ahmetovic es una historia de éxito. Nacido y criado en Hannover, una ciudad de algo más de medio millón de habitantes en el norte de Alemania, estudió Derecho, se afilió al partido socialdemócrata (SPD) y ha ido escalando puestos en su agrupación hasta entrar por primera vez en el Bundestag como diputado a los 28 años. Pero su historia pudo haber sido otra muy distinta. En 1998 los padres de Ahmetovic, bosnios refugiados de la guerra de los Balcanes, estaban a punto de ser deportados de vuelta a un país roto por la guerra. Desesperados, pidieron ayuda al entonces joven abogado Matthias Miersch, que apelación tras apelación consiguió que la familia se quedara en Alemania. Más de dos décadas después, sus trayectorias han vuelto a cruzarse: ambos se sientan en la bancada socialista del nuevo Parlamento alemán.

“No estaría donde estoy de no ser por él”, afirma Ahmetovic, que dice no poder describir con palabras la emoción que sintió al sentarse a su lado en la sesión de constitución del nuevo Parlamento alemán. “La historia más bonita del Bundestag”, tituló un periódico la increíble coincidencia de las vidas de dos de los 736 diputados de la vigésima legislatura. La primera sin Angela Merkel al frente de un país que gobernó durante 16 años y que ahora se adentra en terreno desconocido con un inédito tripartito encabezado por los socialdemócratas de Olaf Scholz. “La ciudadanía ha votado por un nuevo comienzo, la modernización del país y la protección del clima”, asegura orgulloso Ahmetovic, que ha obtenido su escaño por mandato directo, es decir, siendo el candidato más votado de su circunscripción.

Matthias Miersch, a la izquierda, y Adis Ahmetovic, en la sesión constituyente del Bundestag, en una foto cedida por su grupo parlamentario.
Matthias Miersch, a la izquierda, y Adis Ahmetovic, en la sesión constituyente del Bundestag, en una foto cedida por su grupo parlamentario.

El permiso de residencia que les consiguió aquel abogado significó que sus padres pudieron trabajar legalmente y él y su hermano estudiar y criarse en un país próspero y estable. El nuevo diputado nació en 1993, un año después de que sus padres y su hermano mayor emigraran. Desde 1996 las autoridades habían empezado a mandar de vuelta a las familias originarias de zonas de los Balcanes occidentales donde ya no había hostilidades. Hasta que le tocó a la suya. Era muy pequeño, pero dice que sí recuerda algo de Miersch: la caja de gominolas Haribo que tenía sobre la mesa de su despacho.

Los dos diputados se reencontraron hace unos años, en un encuentro del SPD de Hannover para dar la bienvenida a los nuevos miembros del partido. Miersch era el presidente de la agrupación y Ahmetovic, un chaval de 15 años muy concienciado con la igualdad de oportunidades en la escuela. Aquel apellido enseguida llamó la atención de Miersch. “Fue uno de mis primeros casos. Tenía 29 años, llevaba solo un año ejerciendo y me encontré con aquella familia con dos hijos, bien integrada, que sentía pánico por tener que volver a Bosnia. Fue muy conmovedor saber de ellos años después”, relata el diputado, de 52 años. Le dio una tarjeta con su nombre al adolescente y le dijo que se la enseñara a sus padres. “Mi madre se echó a llorar de la emoción al ver con quién me había encontrado. Todavía se me pone la piel de gallina al contarlo”, se ríe Ahmetovic.

El joven diputado atiende a EL PAÍS en el Bundestag un día sin actividad parlamentaria. Las restricciones por la cuarta ola que golpea con fuerza al país impiden hacerle una foto dentro del hemiciclo. Se presta a posar bajo la fachada del histórico edificio del Reichstag mientras comenta lo preocupado que está por la situación en los Balcanes occidentales. “Hace más de 25 años mi familia tuvo que huir por la guerra y ahora parece que la historia se repite. La tensión está escalando y me da mucho miedo que estalle otro conflicto”. Como diputado, se centrará en el problema de la vivienda y la movilidad sostenible. Planea presentar una iniciativa para crear un billete anual de 365 euros que permita usar todos los medios de transporte a bajo precio —un billete sencillo cuesta en Berlín tres euros—, similar al que tiene Viena, la capital austriaca. Pero su conexión con Bosnia le dirige hacia la política internacional. Abogará por la integración de los Balcanes en la UE.

El nuevo Bundestag salido de las elecciones del 26 de septiembre es el más joven y diverso de su historia, características que encarna Ahmetovic. Los diputados menores de 30 años se han disparado hasta el 6,4%, cuando en las últimas tres décadas oscilaron entre el 1,5% y el 3,8%. También han aumentado drásticamente los parlamentarios con antecedentes migratorios. Son el 11,3%, el doble que hace solo dos legislaturas. “Todavía estamos lejos de representar a la sociedad, queda mucho trabajo por hacer”, opina Ahmetovic. Más de uno de cada cuatro alemanes (el 26,7%) tienen raíces extranjeras. Según la definición de la oficina estadística federal, es así si la persona o al menos uno de sus padres no nació con la ciudadanía alemana.

El nuevo Gobierno, un tripartito de socialdemócratas, verdes y liberales, ha planteado una revolución en las estrictas políticas de migración e integración del país. El acuerdo de gobierno prevé, por ejemplo, facilitar la doble nacionalidad, algo que beneficiará especialmente a la comunidad turca. Después de décadas viviendo en Alemania, decenas de miles de turcos emigrados como “trabajadores invitados” siguen siendo extranjeros sobre el papel. También se acortarán los plazos para solicitar la nacionalidad alemana, a cinco años, e incluso a tres en caso de que se den “logros especiales de integración”, asegura el texto. La reforma de la ley de ciudadanía suavizará otros requisitos, como el nivel de conocimiento del idioma.

Ahmetovic cuenta su propia experiencia: “Fui el primero de mi familia en renunciar a la ciudadanía bosnia. Tenemos parientes en Estados Unidos, Suecia y Australia, y ellos han podido mantener su pasaporte bosnio al obtener la nacionalidad”. A él también le habría gustado, pero en 2015, cuando se naturalizó, era imposible mantenerlo por proceder de un país de fuera de la Unión Europea. Le alegra que eso vaya a cambiar: “Creo que la doble nacionalidad expresa un cierto reconocimiento y aprecio”.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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