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Los sudaneses mantienen el pulso a los militares pese a la restitución del primer ministro depuesto

El jefe del Gobierno intenta implementar el polémico acuerdo con los generales que lo devolvió a su cargo un mes después del golpe de Estado

sudan militares Hamdok
El primer ministro restituido de Sudán, Abdallah Hamdok.MOHAMED NURELDIN ABDALLAH (Reuters)
Marc Español

Cientos de miles de personas han vuelto a movilizarse los últimos días en varias ciudades de Sudán, incluida la capital, Jartum, en contra de la toma del poder en el país por parte de los militares desde su golpe de Estado en octubre y de su polémico acuerdo firmado un mes después con el primer ministro depuesto, Abdallah Hamdok, para restituirle en el cargo. Las multitudinarias protestas han puesto en evidencia la exigua legitimidad del pacto y el mínimo apoyo con el que cuenta Hamdok, que enfrenta serias dificultades para implementar la nueva hoja de ruta e intentar hacerla valer.

El general que lideró la asonada, Abdel Fattah Al Burhan, rubricó con Hamdok a finales de noviembre un polémico pacto que revisa, en favor de los militares, las bases de la transición democrática iniciada en Sudán en verano de 2019, poco después de la caída del dictador Omar Al Bashir, quien gobernó el país con mano de hierro durante 30 años. El acuerdo justifica que se ejecutara el golpe de Estado para asegurar la estabilidad y la unidad del país. Y más allá de la restitución de Hamdok, que la oposición considera cooptado por lo generales, el texto recoge solo vagas concesiones, como un impreciso compromiso a liberar presos políticos.

La apuesta de Hamdok, sin embargo, ha sido rechazada por todos los principales grupos sociales, sindicales y políticos de Sudán, que han expresado su oposición a cualquier tipo de negociación o compromiso con los militares, dejando al primero totalmente aislado. Entre estas organizaciones se encuentran las Fuerzas de la Libertad y el Cambio, la amplia alianza política de la que provenía Hamdok, y hasta 12 ministros de esta coalición que eran miembros de su anterior gabinete han presentado en bloque su dimisión y han volcado su apoyo a las protestas. Las dos mayores movilizaciones que han tenido lugar hasta ahora fueron las del jueves 25 de noviembre y la del pasado martes.

Pese a esta presión en las calles, desde la firma del acuerdo con los generales Hamdok ha tratado de llevar a efecto las concesiones que extrajo y ha tomado medidas para intentar demostrar su poder y su capacidad para actuar de forma independiente. En este sentido, Hamdok ha anunciado que se revisarán todos los despidos y nombramientos que realizó la junta militar desde el golpe hasta su restitución, entre los que se hallaban figuras del régimen de Al Bashir, y que se cancelarán los que aún estaban pendiente de efectuarse.

Hamdok también ha relevado de sus cargos al director general de la Policía y su adjunto, pero por contra ha evitado señalar a miembros del Ejército o de grupos paramilitares involucrados en la dura represión contra manifestantes desde el día de la asonada, que ha dejado al menos 43 muertos, según el Comité Central de Médicos de Sudán. Aunque no se ha vinculado a su restitución, el regreso de Hamdok estuvo acompañado asimismo del restablecimiento de la conexión a Internet en el país después de varias semanas de constantes cortes y restricciones.

El primer ministro ha logrado paralelamente la puesta en libertad de un centenar de presos políticos detenidos desde el golpe, según ha confirmado el Centro Africano de Estudios de Justicia y Paz. Entre ellos figuran la mayoría de los más conocidos, como Jaled Omar, exministro de Asuntos del Ejecutivo, y Mohamed El Faki, miembro del anterior Consejo Soberano, que actuaba como jefatura de Estado en la transición. Otros continúan no obstante detenidos, y los arrestos de manifestantes y activistas no han acabado aún, según ha criticado la Asociación de Profesionales de Sudán. Hamdok tampoco ha podido formar todavía un nuevo Gobierno, una demora que algunos interpretan como un reflejo de sus escasos apoyos.

Además, grupos de derechos humanos han denunciado que la violencia de las fuerzas de seguridad no ha terminado, aunque su brutalidad haya disminuido desde el pacto con Hamdok. En las protestas del pasado martes hubo en Jartum un fuerte despliegue de la policía, que recurrió a potentes gases lacrimógenos, bombas de sonido y arrestos selectivos para intentar disolver las marchas, según el Comité Central de Médicos, que pudo confirmar que al menos 98 personas resultaron heridas y que las fuerzas de seguridad asaltaron un hospital de la capital.

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