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El misterio del cadáver con corbata del Etna

La policía italiana encuentra el cuerpo momificado de un hombre en una gruta del volcán con viejas liras en el bolsillo y un reloj congelado en el tiempo

Daniel Verdú
Turistas visitan el volcán Etna, en Catania (Sicilia), el pasado agosto.
Turistas visitan el volcán Etna, en Catania (Sicilia), el pasado agosto.Stefano Guidi (Getty Images)

La arqueología ofrece a menudo viajes mucho más cercanos de lo que uno esperaría, pero plantea también misterios todavía más complejos que las vidas de hace siglos. La Guardia di Finanza italiana, algo así como una policía aduanera, informó el miércoles de que una unidad de socorro alpino había encontrado durante unos ejercicios rutinarios el cuerpo de un hombre en una gruta del volcán Etna, en Catania (Sicilia). Los restos tenían al menos 40 años, pero no hizo falta hacerle ningún examen para esa primera aproximación. Llevaba en el bolsillo varias viejas monedas de lira ―el euro entró en vigor en Italia en 2002―, un reloj Omega con una correa de tela congelado en aquel tiempo y las ropas de otra época. Nadie sabe quién era ni cómo llegó ahí. Especialmente porque vestía corbata y una camisa de rayas finas, como si el tipo fuese aquel día a trabajar y algún suceso hubiese cambiado sus planes repentinamente.

El hombre del Etna, que tendría alrededor de 50 años, podría ser el arranque de una fabulosa novela negra. Pero forma parte de los secretos de una tierra propicia a las desapariciones y a la crónica de sucesos. Las primeras informaciones de la Guardia di Finanza apuntan a una desaparición de, al menos, 40 años. El hombre iba vestido como si fuera a la oficina, con unos pantalones oscuros largos y su camisa elegante. Pero llevaba también un jersey de lana y una chaqueta chubasquero verde, con una capa por encima, que sitúan el caso en alguno de los meses de otoño o invierno. Además, calzaba una botas de montaña del número 41 e iba abrigado con un gorro con borla. El hombre del volcán, entonces, supo en algún momento de aquel día donde se dirigía.

Junto al extraño excursionista se encontró también un ejemplar del Giornale de Sicilia fechado en 1978. Pero no hay muchos más indicios. Y sigue sin poderse deducir tampoco si entró en aquella gruta por voluntad propia o fue obligado a hacerlo, pero no hay signos de violencia que permitan pensar en algún tipo de forcejeo. ¿Estaba de vacaciones? ¿Fue a pasear un día en el que debía estar en la oficina? ¿Alguien le tendió una trampa? El hombre del Etna llevaba también con él un peine bien guardado dentro de un bonito estuche, como si a la cita que tenía, aunque fuera con la muerte, hubiese querido ir con el mejor aspecto posible. La sección de investigaciones científicas del comando provincial de los Carabinieri en Catania analiza todas las hipótesis y ha difundido los restos de ropa y los objetos que llevaba con él para tratar de obtener información.

La gruta de lava donde murió, en la zona de Zafferana, en el lado oriental del volcán, es de complicado acceso, algo que invitaría a pensar que no logró salir después de haber entrado. Debería ser un accidente. Pero los investigadores han rebuscado en el archivo histórico de denuncias de desapariciones y no han encontrado nada que encaje con las características del cadáver, correspondiente a un hombre de alrededor de 1,70 metros y malformaciones congénitas en la nariz y la boca.

Massimo Pacetto, comandante de la Guardia di Finanza, aseguraba el miércoles que todo parecía indicar que había entrado voluntariamente en la cueva “porque es demasiado estrecha para haberle forzado”. Pero si entró por su propio pie, se preguntan los investigadores, ¿por qué no volvió a salir? También se contempla que la apertura de la cueva pudiera haber sido obstruida a propósito y que el paso del tiempo la hubiese luego reabierto y permitido el rescate de la momia. La policía, que indaga las desapariciones de personas en esa zona, ha puesto un número de teléfono a disposición de las personas que puedan aportar detalles a las investigaciones. La arqueología moderna, de momento, se encargará del resto.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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