Nayib Bukele enfrenta la primera protesta masiva por su deriva autoritaria en El Salvador
Miles de salvadoreños marchan en el país en rechazo al control del Poder Judicial y la imposición del bitcoin como moneda oficial
Se terminó el idilio. Dos años después de su llegada al poder, este miércoles miles de personas salieron a las calles de San Salvador para gritar basta ya contra un presidente, Nayib Bukele, al que las encuestas siguen colocando en lo más alto- con una popularidad por la que mataría cualquier presidente latinoamericano- pero que enfrentó hoy su acto de repudio más potente.
Entre 5.000 y 8.000 personas protagonizaron la manifestación más multitudinaria desde su llegada al poder en 2019. Más allá de la cantidad de gente, Bukele fue derrotado en dos escenarios en los que hasta ahora no tenía rival: la calle y las redes. La convocatoria se convirtió en tendencia desde el día anterior y terminó con el silencio después de varios meses de polémicas reformas que han suscitado el rechazo dentro y fuera del país; desde Estados Unidos, que lo comparó con Hugo Chávez, a Naciones Unidas, que pidió respeto a la independencia judicial.
El Salvador debía haber celebrado este 15 de septiembre los 200 años de su independencia. Todo estaba preparado para una fiesta de banderas blancas y azules, himnos y fuegos artificiales, pero la realidad más urgente se impuso a los discursos enlatados y rompió la narrativa presidencial. El hartazgo popular terminó prendiendo fuego al cajero de bitcoins del centro de la capital, a unos metros del Palacio Nacional, un símbolo de la imposición de la criptomoneda como moneda oficial.
Más allá del número de manifestantes, se trata de la primera protesta de envergadura contra Bukele, de 40 años, quien sigue manteniendo niveles de popularidad por encima del 80%. La decisión de imponer el bitcoin, sin embargo, cuenta con mucho menos respaldo, cerca del 53% según la Universidad Centroamericana (UCA).
“El bitcoin fue la gota que derramó el vaso, pero llevamos meses de destrucción de la democracia”, dijo Betsi Gaviria de 49 años. Ella y su amiga Leticia Guala, de 58 años, llevan una camiseta con una enorme B tachada con una raya roja en señal de rechazo a la criptomoneda. “Rechazamos la reelección y nos oponemos a la dictadura, pero cuando te meten la mano en el bolsillo la gente salta. La gente está despertando”, dijeron mientras caminaban en las inmediaciones del parque Cuscatlán. “Estoy sorprendida con la cantidad de gente, pero somos muchos los que estamos hartos de la corrupción y de que todo esté cada día más caro”, dijo una mujer de 50 años y funcionaria pública que portaba una cartulina con la frase “No a la dictadura”. “Costó muchas vidas traer la democracia que ahora pisotea alegremente, pero la gente se ha quitado la venda de los ojos. Somos más que el 3%”, dijo sorprendida ante la riada de manifestantes.
En los últimos tiempos el mandatario reemplazó la sala Constitucional por magistrados afines, destituyó a los jueces con más de 60 años, cesó al Fiscal general, impulsa una reforma constitucional que permita su reelección, se descubrió su pacto con las violentas pandillas para pacificar el país, impuso una nueva moneda y anunció su intención de duplicar el tamaño del Ejército. Y todo en cuatro meses. “Bukele sigue el mismo libreto que Chávez, pero en un tiempo récord”, denunció José Manuel Vivanco, director de la organización Human Rights Watch. Menos sofisticado, pero más gráfico, un anciano resumía el descontento con una frase escrita a mano: “El Salvador no es tu finca”.
En un país de menos de 7 millones de habitantes poco acostumbrado a protestar en la calle, entre los más veteranos corría la sensación de estar viviendo una protesta de otro tiempo, cuando el país puso fin en los años noventa a la guerra civil que dejó 75.000 muertos y una enorme polarización que impedía a uno y otro bando caminar juntos. En esta ocasión, la marcha unió a sectores tan diversos como estudiantes, feministas, grupos provida, sindicalistas y simpatizantes del FLMN y Arena, los dos partidos tradicionales barridos del mapa por Bukele en las elecciones de febrero.
Un estudiante de psicología que prefirió no dar su nombre dijo que “la combinación de gente tan diversa es lo que ha hecho que esta protesta sea un éxito”. “La gente se ha cansado de un populista y temen perder sus ahorros o sus pensiones porque van a ser pagadas en bitcoin”, explicó. El joven, de 22 años, lleva en sus manos una pancarta en la que se lee “Bukele, aquí estamos todos a los que bloqueas en Twitter”. “¿Qué por qué no quiero dar mi nombre? Porque no sé qué represalias va a tomar. Estamos viviendo la militarización del país y la puesta en marcha de sistemas de miedo y control. Ya vimos cómo detuvieron a Mario Gómez y hay temor a que siga la cacería”, dijo en referencia a un joven experto en sistemas informáticos detenido hace dos semanas tras criticar en televisión la llegada del bitcoin.
La manifestación de este miércoles incorporó el miedo como ingrediente nuevo. Un par de detalles aparentemente menores revelan el ambiente: la mayoría de los entrevistados preferían no dar su nombre y otros tantos marchaban con el rostro cubierto con mascarilla, lentes de sol y gorra por temor a las fotografías. Algunas convocatorias pidieron a los manifestantes llevar paraguas para evitar ser grabados por los drones.
Salvo la quema del cajero de bitcoins la protesta transcurrió sin incidentes a pesar de que grupos no identificados vestidos de negro y con bates de beisbol merodeaban el lugar. Cerca de la 1 de la tarde, hora local, bajo el intenso calor centroamericano, la manifestación terminó en la Plaza Morazán de la capital. En los últimos años esta plaza se ha llenado dos veces: la primera fue durante la canonización de Monseñor Romero y la segunda durante la arrolladora victoria de Bukele en 2019. Quienes ahora no quieren verlo ni en pintura se sorprendieron al verla abarrotada por tercera ocasión.
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